El Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica (Icaic) se creó a tan sólo tres meses de haber triunfado la Revolución Cubana. El gran documentalista Santiago Alvarez dirigió este noticiero durante treinta años. Pero su vida encierra una rica historia antes de que se consagrara como uno de los más influyentes documentalistas que supo conjugar el arte con la política para denunciar las injusticias sufridas por los países del Tercer Mundo. Antes de calzarse la cámara al hombro cuando tenía cuarenta años, el realizador fue linotipista, lavaplatos en Brooklyn y minero en los yacimientos de carbón en un pueblo pequeño cercano a Filadelfia. Su sensibilidad social fue el rasgo distintivo de su personalidad, que emergió posteriormente en sus relatos cinematográficos. Ahora, El camino de Santiago, documental del argentino Fernando Krichmar, analiza su figura en toda su dimensión. El film se estrena este jueves en el Espacio Incaa Gaumont y forma parte de los estrenos de Documentalistas Argentinos (DOCA).

El documental muestra algunos fragmentos de trabajos de Alvarez como, por ejemplo, 79 primaveras, dirigido en 1969, donde puso el acento en el líder vietnamita Ho Chi Minh: allí las imágenes se complementan con carteles (una característica en los cortos del documentalista) que van narrando las principales acciones que lo convirtieron en un héroe revolucionario. También se ven fragmentos de L.B.J. (1968) donde especula que Lyndon B. Johnson, director de la CIA y luego presidente de los EE.UU., tuvo que dar su visto bueno a los asesinatos de Martin Luther King y de John y Bobby Kennedy. Pero el trabajo de Krichmar va más allá de la gran obra documental de Alvarez y pone el foco en los Noticieros ICAIC que son un verdadero tesoro de la historia de la Cuba revolucionaria. Varias personalidades le dan estructura al relato a través de sus testimonios: desde la viuda de Alvarez, Lázara Herrera, y el animador Juan Padrón, pasando por el recordado cineasta Daniel Díaz Torres, hasta figuras de la talla de Silvio Rodríguez y Fernando Birri. A lo largo de casi dos horas de duración, Krichmar logra un trabajo completo y riguroso que nunca deja de poner en paralelo la obra de Alvarez con la historia política de Cuba. Es que son inseparables.