En junio de 1982 la guerra de las Malvinas estaba llegando a su fin. Pero antes se produjo la batalla verbal entre Fallaci y el dictador Galtieri, en el marco de la única visita que realizó la periodista al país. Durante la entrevista publicada por Cambio/16 las preguntas se relacionaban fundamentalmente con el tema de la guerra. Hasta que se dio este diálogo:
Galtieri: –... O sea, se ha descubierto la libertad. Pero todavía quedan restos de ese imperio y de comportamiento imperialista (...).
Fallaci: –Santas palabras, señor presidente, pero suenan un tanto extrañas al oírlas pronunciadas por usted, el representante de un régimen que no sabe qué hacer de la libertad y además la mata. La suya es una dictadura, señor presidente, no lo olvidamos.
Galtieri: –Yo no lo llamaría dictadura. Aquí la gente habla más que en un régimen democrático. El régimen no es democrático, estoy de acuerdo. Pero no es ni siquiera duro como en otros países que se definen como democráticos (...)
Fallaci: –Si usted piensa así, ¿por qué pone a uno de los jefes de aquellos asesinos como comandante del puesto de las Georgias? Hablo, tanto por poner un ejemplo, del infame capitán Astiz, que ahora se hace la víctima porque los ingleses lo tienen prisionero.
Galtieri: –El capitán Astiz pertenece a la marina como 500 otros oficiales que detentan su rango y su responsabilidad. Debido a su rango y a esa responsabilidad se encontró en aquel puesto de avanzada en las Georgias cuando recuperamos las islas. Las acusaciones contra él deben ser probadas, y como buena demócrata, usted debería saber que una acusación no vale si no se la prueba con testimonios y hechos (...)
Fallaci: –Señor presidente, en cuanto a libros he leído, incluso demasiados sobre esta vergüenza. Y usted no puede comparar los desaparecidos con los soldados que mueren en la guerra. Un desaparecido es una persona que es arrestada o secuestrada por un grupo de paramilitares que ustedes inventaron y ahora no controlan más y después es conducido a la policía militar torturado hasta la muerte y sepultado sin su nombre en cualquier fosa común o quizá lanzado al mar o al Río de la Plata. Y el resto son chorradas, disculpe la brutalidad.
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