Desde un lugar también literario pero con posibilidades muy diferentes, las obras de teatro tienen la virtud de sumar lectura, también en voz alta, una participación diferente para los chicos, y ese encanto de las tablas. Adela Basch es toda una especialista en llevar la historia al teatro, con obras como Colón agarra viaje a toda costa, José de San Martín caballero del principio al fin, Contemos uno, dos, tres y viajemos a 1810, Las empanadas criollas, son una joya, Belgrano hace bandera y le sale de primera. Con la reciente edición de Juana, la intrépida capitana (Loqueleo) continúa ese camino que en su estilo está lleno de rimas y de humor. “El teatro me permite mostrarles a los chicos mi propia interpretación de los hechos históricos, con lo cual se pone en evidencia que la Historia es un proceso puramente discursivo que no puede tener pretensiones de verdad”, dice la autora. “Si bien requieren de mi parte muchísima investigación de hechos que después cobran vida en la escritura, mis obras no siguen al pie de la letra los relatos históricos que tradicionalmente se consideraron correctos o verdaderos, y por eso invitan a los chicos a entrar de un modo diferente a la Historia, más cercano al juego y al disparate y también a enfocar situaciones y relaciones que con frecuencia se soslayan”, analiza. Así, los chicos conocen personajes como San Martín, Belgrano o Juana Azurduy, “algunos centrales y otros marginados por el relato hegemónico”, advierte Basch. “Es necesario eliminar la asociación entre Historia, seriedad y aburrimiento, para que los chicos, también fuera de la escuela, puedan plantearse preguntas y construir su mirada acerca del mundo”, concluye.