Federico Jeanmaire (Baradero, 30 de julio de 1957) festeja todas las temporadas el Año Nuevo chino. “Esta vez fue el 8 de febrero a la 1 de la tarde. Hago fogatas donde esté, este año la hice en mi terraza. Como no creo en nada, me siento a pensar en cosas… Soy muy supersticioso, en eso soy muy chino –admite el escritor–. Nací en un pueblito, mis abuelos vivían en el campo. Las supersticiones para mí son más importantes que cualquier religión”. Hay un antes y un después en la narrativa de Jeanmaire. El cambio de rumbo empezó con su novela autobiográfica Papá (2003), en la que narra la agonía y muerte de su padre en diciembre de 2001, al mismo tiempo que se extinguía el gobierno de Fernando de la Rúa. Antes de ese giro introspectivo, el escritor, licenciado en Letras que fue profesor en la Universidad de Buenos Aires e investigador del Siglo de Oro español, había publicado Un profundo vacío en el pie izquierdo (1984), Desatando casi los nudos (1986), Miguel (1990), una biografía ficticia de Cervantes que fue finalista del Premio Herralde de Novela; Montevideo (1997); Mitre (1998), libro que obtuvo el Premio Especial Ricardo Rojas a la mejor novela argentina escrita entre 1997 y 1999, y Una virgen peronista (2001). Pero con Papá aprendió a “escribir de nuevo” y perdió el prejuicio de que no se puede hacer literatura con los sentimientos. Después seguirían el ensayo Una lectura del Quijote (2004) y las novelas Países bajos (2004), La Patria (2004), Vida interior (2008), con la que obtuvo el Premio Emecé de Novela; Más liviano que el aire (2009), Fernández mata a Fernández (2011), Las madres no les decimos esas cosas a las hijas (2012) y Guerra civil (2014) entre otros títulos.