La investigadora Camila Mansilla los ayudó a conocer aspectos no tan obvios. Por un lado, que las críticas que Ibsen recibió con Casa de muñecas y su heroína Nora abandonando a su familia, fueron tan fuertes que, en La dama del mar, el autor se inclinó por un final más conservador. También que la mujer del propio Ibsen era feminista. Sin embargo, en la versión de la compañía Flor de un día, el final es bien distinto. Algo de ese cambio se puede adivinar cuando la protagonista le dice a su hijastra que no cometa el mismo error que ella, frente a la posibilidad de irse del pueblo con un hombre que no la desvela. “Camila es una investigadora tremenda. Trabajamos mucho la obra y todas las referencias que tienen que ver con el universo del mar, con las sirenas, la mitología nórdica, la griega. En la película de Soffici, el extranjero es un americano, un navegante prolijo. A nosotros nos interesó, por el contrario, que el extranjero viniera del agua, del mundo marino y mítico. Un vikingo, alguien vinculado a los ancestros. El extranjero viene entonces del proprio ser noruego, como si el otro estuviera en nosotros”, comenta Pitrola. También descubrieron que Ibsen formó parte de un grupo de intelectuales interesados en generar una dramaturgia de fuerte raíz noruega, que abordara temas nacionales. “Un intento de construir una identificación nacional –cuentan Pitrola y Lerman–. Mientras que en Argentina, en los años’50, ya había pasado el peronismo y Soffici tuvo mucho que ver con la construcción de un cine nacional que se expande por América Latina.” Lerman se fascinó con el modernismo de este cineasta. “Un director muy moderno para la época. En Rosaura a las diez, por ejemplo, instaura la noción de punto de vista. También desarrolla una noción de puesta en escena que era medio desatendida en cierto cine de la época, con movimientos de cámara precisos. Era un cine sofisticado.”