Podría pensarse como un gesto posmoderno, pero no lo es: para Ariel Rotter, La luz incidente “siempre fue, desde su génesis, una película en blanco y negro”. Y aclara: “Yo tenía las tres fotos (la de mi tío, el papá de mis hermanas y la de esa familia que no duró nada) como imágenes rectoras. Y esas tres imágenes eran en blanco y negro”, explica el realizador antes de aclarar que, sin embargo, la captura se hizo en color. “Se ve bárbaro, parece un Mad Men del subdesarrollo”, bromea.

–¿Condicionó el blanco y negro su forma de dirigir?

–Sí, pero no fue una desventaja. Andaba por todos lados con una de esas lupas que usan los directores de fotografía para ver en tonalidades grises. Y era raro el ejercicio de percibir en color pero filmar en blanco y negro. Por ahí vos tenías un living engamado y de repente aparecía un sillón de otra paleta que ahí no daba bien, pero en blanco y negro sí. El tema es que el actor tiene que trabajar con eso, así que naturalmente buscábamos que sea amable al ojo aun en color. Más allá de eso, la motivación del equipo de hacer una película de época y en blanco y negro era enorme.