“Me costó conseguir una entrevista con Aleida March en Cuba, pero un amigo en común facilitó las cosas”, cuenta Constenla. “Ella reserva y preserva mucho la Fundación Che Guevara, de la que es presidenta. Yo tenía las cartas de él a la madre, pero no tenía las de la madre a Guevara, que conserva la familia cubana. Me recibió con distante cordialidad; le expliqué quién era, le dije de la revista, que su marido la leía y le pregunté si la tenía. “No sé, voy a ver”, dijo; se fue a buscar un cafecito adentro y evidentemente se aseguró de que la revista existía, porque volvió con otro tono. Cuando la vi más blanda avancé, le dije que a mi entender las dos mujeres importantes en la vida del Che eran ella y su madre, y que esto quedaba claro por el texto ‘La piedra’; yo quería verificar si ese texto era de él. Entonces ella me trajo un boletín de un centro cultural dirigido por la hermana de Santucho en La Habana que lo incluía; como me mostré tan agradecida, me dijo ‘bueno, si usted es tan cuidadosa de las fuentes...’ Se fue y volvió con las libretitas donde el texto estaba manuscrito por Guevara. Ahí decidí pedirle las cartas, pero ella volvió a ponerse rígida y me dijo: ‘Me parece que debe quedar en claro que de esta casa no sale nada que yo no autorice. Y no autorizo las cartas de Celia’. Y yo entendí, aunque no se lo dije, que tenía razón. Porque vaya a saber qué le escribió la madre a este hijo que queda preso en México mientras Fidel salía libre. Las barbaridades que puede haber dicho Celia. Hay mucho material inédito del Che. Anderson transcribe que penetró bastante ese mundo cerrado, y por eso lo detestan en Cuba. No me parece justo, porque él fue quien dio la pista para encontrar los restos del Che.”