La ficha
Carlos Alonso nació en Tunuyán, Mendoza, en 1929. El secundario no le gustó y largó rápido; a los 21 se integró en Tucumán al grupo nucleado por Spilimbergo, uno de sus principales maestros, junto a Ramón Gómez Cornet. Sus muestras El ganado y lo perdido y Hay que comer son buenos ejemplos del carácter político de gran parte de su vasta producción. Alonso reivindicó siempre su trabajo como ilustrador y rechaza –como dice en la entrevista– el calificativo de “hermanita menor” dentro del arte; ha ilustrado El Quijote, La divina comedia, el Martín Fierro y La guerra del malón, entre otros. Durante la dictadura se exilió en Roma y Madrid, y perdió a una de sus hijas, Paloma, una de las tantas mujeres desaparecidas. Regresó en el ’81 y al año siguiente se instaló en Unquillo, Córdoba. El año pasado, el Fondo Nacional de las Artes lo premió por su trayectoria. Sus cuadros fueron expuestos en las ciudades más importantes del mundo. Pinturas (1976-1996) puede verse, con entrada libre y gratuita, hasta el 23 de septiembre en Casa de la Cultura, Rufino de Elizalde 2831, Capital.
Nota madre
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