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Domingo, 26 de noviembre de 2006

CINE

La película en cuestión

La verdad incómoda implica una inauguración: el otorgamiento de interés narrativo a la conferencia en PowerPoint, organizada como una exposición en tiempo real que trasciende al aula o a la sala oficinesca para merecer un estreno comercial. Allí se suceden las menciones terroríficas de Gore: calentamiento hasta llegar a niveles críticos en los próximos 70 años, inundación del territorio de Estados Unidos y, como al pasar, de zonas paupérrimas de Asia y Africa del Sur, descongelamiento ya comprobable de los glaciares, aunque se omite reconocerle nombre propio al más grande del mundo (el Perito Moreno), y otras delicias derivadas de la contaminación. Pero el rasgo más atípico (o su innovación formal) es sostener un film sin crescendo dramático, rostros ni paisajes que no sean el de una sala parecida a la Casacuberta del San Martín, apoyada en cuadros, cifras, gráficos y predicciones apocalípticas culminadas en la frase: “El gobierno es un recurso renovable”, para que no queden dudas de la pretensión electoralista. Además, mantiene un único orador (no caracterizado por su carisma), satura de información hasta el aturdimiento y genera la máxima distancia con el espectador con la misma materialidad con la que El día después de mañana hacía saltar en las butacas.

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