Lun 27.11.2006
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LITERATURA › OPINION

Los fuegos invisibles

› Por Juan Gelman

“En el sueño soy otro que se parece a mí. Este que ves ahora no se parece a nadie”, avisa Jorge Boccanera. Así son los poemas de esta antología que resume más de treinta años de quemar palabras y revolver sus cenizas para extraer joyas posibles: la poesía de Boccanera no se parece a la de nadie. Brota del suelo semántico que abonaron Raúl González Tuñón, Roberto Arlt, Carlos de la Púa, Homero Manzi, otros, pero el poeta sabe muy bien, como sabía Basho, que no hay que imitar a los antiguos, sino buscar lo mismo que ellos buscaron. Así da Boccanera un tono nuevo, diáfano, bronco, incandescente, que agranda la voz de la lengua castellana y que está destinado a abrir camino y a perdurar.

Esta poesía, llena de hallazgos y versos memorables, está escrita con todo el cuerpo y no sólo con la boca. Respira Buenos Aires por sus cuatro costados. Boccanera no la describe, habla desde ella, con ella, contra ella, la inventa otra vez para que sea ella misma. Una ciudad es todas las ciudades y estos poemas son una calle que recorre sus delirios. La emoción de fondo es pura, impiadosa, sin concesiones, y de una fuerza tal que ni su propia belleza la detiene. Boccanera entra y sale de fuegos invisibles y construye una narrativa del misterio.

* Fragmento del prólogo de Marimba (Colihue).

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