CINE
LA FICHA
Martín Rejtman empezó escribiendo cuentos en sus libros Velcro y yo, Rapado y 34 historias y un día se decidió a filmar un cortometraje, Doli vuelve a casa (1984), con una estética despojada, aparentemente seca, pero con profundas emociones y tensiones que se desplegaban por debajo de la superficie. Ese corto prefiguraba lo que llegaría después: un humor corrosivo que nunca se subraya y que acompaña el drama de los protagonistas, nunca psicológico. El dolor y el quiebre se expresan como pura inhibición y autocontrol, sin llantos ni estallidos, apenas como la marca de todas sus criaturas: la soledad y la dificultad para establecer relaciones afectivas. Filmó tres largometrajes (Rapado, Silvia Prieto y Los guantes mágicos), contó historias de veinteañeros y treintañeros por fuera de los modelos de consumo, salidos de la norma de lo que deberían ser a esa edad; consagró a dos cantantes brillantes (Rosario Bléfari y Vicentico) como actores de cine, refundó un Palermo Viejo menos snob y artificial, redescubrió el placer de bailar solo (concediendo ese momento a todos sus chicos como punto de fuga) y fue inspirador de muchos directores que lo relevarían (Juan VIllegas, Ezequiel Acuña...) aunque él no lo reconozca. “¿Maestro? –musita– ¿De quién?”