–El nombre de su gira encierra una broma sobre la piratería, con el top manta de los vendedores de CD truchos en lugar del top ten. Cuando ve un disco suyo en una manta, ¿lo siente un halago?

–A nadie le gusta que le roben, a mí tampoco. Pero hay ladrones y ladrones. Primero, estar en el top manta quiere decir que tu disco se vende mucho. No lo cobras, pero yo creía que a los cantantes les importaba más la difusión de su obra que cobrarla. Eso creía yo, parece que no. A mí me sigue importando más la difusión. Hay países donde no se cobran derechos de autor, como en Cuba, y yo estoy encantado de que vendan mis discos allí. Luego, si hablamos de robos y de gangsters, no vamos a comparar al que vende en la calle con las multinacionales, ¿verdad?

–Pero usted trabaja en una multinacional.

–Ah, sí. Hago exactamente lo que quiero, les doy el disco mezclado, no oyen el repertorio, jamás me han puesto el más mínimo pero, lo distribuyen en toda Latinoamérica y España, cobro razonablemente... No nos tomamos copas juntos.

–En este momento el tema de la piratería es central para las multinacionales, hay campañas, adhesiones de músicos. ¿Qué le dicen a usted cuando bromea sobre esto?

–Es que las multinacionales van a cerrar, no sólo por la piratería sino por Internet y por miles de razones. Porque la gente no es tonta, sabe que el CD sale de coste de fábrica infinitamente más barato que el vinilo, y que en lugar de bajar los costes, los subieron. Bueno, de aquellos polvos vienen estos lodos. Ellos saben que están condenados a la desaparición, o a transformarse en otra cosa.

–Aunque lo sepan, su discurso no les debe caer muy bien en este momento.

–No les gusta nada. Pero al mismo tiempo venden muchos discos míos, así que no son capaces de partirme la cara. Como dicen en El padrino cuando matan a alguien: “Esto no es personal, es un asunto de negocios”...