CINE › UNA TEENAGER EN LA CORTE
› Por Luciano Monteagudo
Desde la Juana de Arco (1948) de Ingrid Bergman hasta la Désirée (1954) de Jean Simmons o la mismísima María Antonieta (1938) de Norma Shearer, no son pocas las mujeres célebres de Francia que lograron cautivar la imaginación kitsch de Hollywood. En un gesto que puede llegar a interpretarse como una vuelta de tuerca irónica sobre esa larga tradición de malentendidos, Coppola concibió para su tercer largometraje una versión pop, hablada en inglés, de una de las figuras más notorias y discutidas de la historia de Francia, un film roc(k)ocó que viene a confirmar el talento y la originalidad de la hija del director de El Padrino.
Sofia viene del éxito de crítica y público de Perdidos en Tokio, pero con Marie-Antoinette se diría que vuelve al mundo de su primer largometraje, Las vírgenes suicidas. Salvando las enormes distancias geográficas y de época, el nuevo film de Coppola (h) no sólo está protagonizado por la misma actriz –Kirsten Dunst, en el que puede ser considerado el mejor trabajo de su meteórica carrera– sino que se sumerge otra vez en el conflictuado mundo rosa de una chica adolescente. Eso era, al fin y al cabo, María Antonieta cuando en 1768, a los 14 años, por decisión de su madre, María Teresa de Austria, abandonó definitivamente su Viena natal para casarse en Versalles con el hijo de Luis XV, como una manera de unir ambos tronos.
Ya desde la primera imagen queda bien claro que Sofia Coppola no quiso hacer una película histórica sobre la Revolución Francesa ni mucho menos un biopic, sino un retrato del personaje: una chica enfrentada de pronto a un mundo que le era desconocido. Con su Marie-Antoinette, la directora ha logrado un extraño equilibrio: que una producción de 40 millones de dólares, filmada casi íntegramente en locaciones auténticas en el Palacio de Versalles, con un lujoso vestuario de época diseñado por la especialista Milena Canonero, luzca como un film fresco, moderno, libre, lejos de la anquilosada idea de reconstrucción histórica que paraliza este tipo de proyectos. Caso raro, eso que en cine se suele llamar “valores de producción”, aquí no obstruye el relato sino que, por el contrario, esta vez está al servicio de la concepción del film, un film que es riguroso en sus propios términos, pero nunca jamás pretende ser realista.
La música de The Cure, de New Order, de Bow Wow Wow (el tema “I Want Candy” suena cuando brillan los dulces que María Antonieta comía a escondidas) se privilegia en la banda de sonido, pero no por eso dejan de escucharse los acordes de las obras escritas por Jean-Philipe Rameau, el compositor de la corte. En los títulos del comienzo se imponen las letras color fucsia, una estética teen-pink muy acorde con la orgía de brocados, tortas y pâtisseries de las que luego va a disfrutar la protagonista, como una manera de olvidar las habladurías y la maledicencia de la corte durante los siete años que tarda su marido en consumar el matrimonio.
Casada a los 14 y coronada reina a los 18, María Antonieta vive su vida como puede: escapa de palacio hacia un baile de máscaras en París (donde vibra la música de Siouxsie and the Banshees) para regresar a la mañana siguiente a una prisión de lujos y protocolos. “¡Esto es ridículo!”, se queja cuando, acostumbrada a la austera naturalidad de la corte vienesa, debe soportar que la vista una docena de damas de compañía. “¡Esto es Versalles!”, le responde ofendida Mme. De Noailles (Judy Davis), la dama de honor que oficia de guardiacárcel. Mientras, en aposentos contiguos, el viejo Luis XV (Rip Torn, sin disimular su acento californiano) disfruta de la compañía de su amante, Madame Dubarry, a cargo de una desencadenada Asia Argento. (Un párrafo aparte merece Marianne Faithfull, magnífica como la emperatriz de Austria, quien seguramente hubiera envidiado su voz de sótano.)
Se podría pensar que Sofia Coppola, lejos de caer en la trampa fácil del kitsch o del mero anacronismo, trabaja en términos de un desplazamiento del realismo a través de una sensibilidad contemporánea. Tampoco se puede decir que Marie-Antoinette sea –como sí lo era La dama y el duque, de Eric Rohmer– un film monárquico. Su película no trata sobre lo que sucede fuera del palacio –aunque paulatinamente van llegando noticias de las hambrunas que movilizan al pueblo–, sino sobre la tragedia anunciada que se desarrolla puertas adentro. Nadie en la platea ignora que María Antonieta va a morir en la guillotina y, sin embargo, esa conciencia trágica está tamizada por la vivacidad de una teenager ahogada en una jaula de oro, y que sólo busca respirar una bocanada de aire fresco.
8-MARIA ANTONIETA
(Marie-Antoinette) EE.UU. 2006
Dirección y guión: Sofia Coppola, basado en el libro de Antonia Fraser.
Fotografía: Lance Acord.
Vestuario: Milena Canonero.
Intérpretes: Kirsten Dunst, Jasón Schwartzman, Asia Argento, Rip Torn, Judy Davis, Aurore Clement, Marianne Faithfull.
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