PLASTICA
La muestra se abre con un texto de Miguel Briante: “Gorriarena no está aquí para decorar el mundo, sino para develarlo. Hombre de pasiones políticas, de pasiones que ahora, según él mismo, lo han entusiasmado pero lo han dejado en un borde propio, como siguiendo un camino que Joyce marcaba para cualquier creador contemporáneo, al mismo tiempo que definía su propia, intrincada obra: primero está el grito, la lírica, pero al final el autor se decide por una tercera persona perfecta, lejana, como Dios mirándose las uñas mientras el mundo sucede, abajo, capaz de hacer intencionalmente que un cuadro aludiera y hasta quisiera cambiar el entorno en el que estaba siendo producido. Gorriarena declara no haberse sentido nunca un pintor profesional, aunque su gesto reconozca que la pintura es su vida (y en las palabras se apresure a decir que la pintura no agota su vida) es, ante todo, un animal visual. Pablo Suárez lo definía una vez más o menos así: ‘El pinta. El va y pinta. Hay un muerto y él va y lo pinta’. Pero en ese animal, en ese puro gesto, hay órdenes que la cabeza ya ha procesado no en una simple operación mental, sino en un juego de espejos repetidos entre la cabeza y las manos, que aceptan mutuamente y vigilan sus impulsos y que son la teoría en movimiento del artista”.
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