OPINION
Iluminados por el fuego
Por Hugo soriani
A diez años de terminada la guerra el ex soldado Esteban Leguizamón, hoy periodista, vuelve a Malvinas a buscar las respuestas capaces de aliviar sus pesadillas. Allí ha perdido a algunos de sus mejores amigos y ha dejado la inocencia de sus dieciocho años en el fondo de las trincheras.
Leguizamón (Gastón Pauls), a bordo de un jeep, recorre los paisajes que ahora son diáfanos, junto a un guía que lo conduce entre campos alambrados, aislados de las minas que no pudieron ser levantadas y que aún siguen explotando adentro de la cabeza de tantos ex combatientes que no lograron, como él, rearmar sus vidas y alejarse del infierno.
Leguizamón llega al cementerio y se sienta frente a una tumba que podía haber sido la suya pero no lo es; es, en cambio, la de un compañero que fue su amigo: Juan. Inmóvil frente a esa cruz, Leguizamón recuerda y llora. “Todo está guardado en la memoria”, canta León Gieco desde la banda de sonido del film, y la oscuridad de la sala queda iluminada por el fuego de una película que es un testimonio demoledor sobre la aventura militar de una dictadura que terminaba como empezó: asesinando jóvenes o torturando a sus propios soldados, pibes de dieciocho años muertos de frío, de hambre y de miedo, frente al enemigo inglés que les ganaba una guerra inventada por Galtieri para perpetuarse en el poder.
Pero los soldados que allá fueron eran tan pibes que ni siquiera sabían que sus tenientes o capitanes eran los mismos que pocos años antes hicieron desaparecer a miles de argentinos, o torturaron embarazadas, robaron luego sus hijos y fueron jefes eficientes, eso sí, de los centros clandestinos de detención que inventaron a su medida. Ellos subieron a un Hércules y allá iban: algunos se sentían héroes, otros víctimas, pero ninguno podía siquiera pensar que serían estaqueados por sus propios oficiales, como también muestra la película de Bauer en una de sus imágenes más conmovedoras. Juan, como cientos de Juanes, murió en Malvinas. Vargas, cientos de Vargas se suicidaron años después, perseguidos por los fantasmas que trajeron de las islas y que los llevaron a las drogas, el alcohol, la depresión, la locura y la muerte.
Leguizamón sobrevive y cuenta. Leguizamón regresa a las islas para encontrar las razones que vuelvan a salvarlo. Leguizamón escribe un libro.
El Leguizamón de la peli que encarna Gastón Pauls, tanto en sus 18 años como en sus 40 con la misma solvencia, es en la realidad el ex soldado Edgardo Esteban. El libro que escribió se llama como el film, Iluminados por el fuego, y a esta altura debería ser de lectura obligatoria en todos los colegios, para que chicos de la misma edad de los que fueron a Malvinas puedan valorar un testimonio apasionante sobre la guerra que los militares genocidas desataron. Esteban se cruzó con Bauer y nació la idea. Bauer convocó a actores, guionistas y músicos talentosos que trabajaron duro durante años filmando en escenarios difíciles.
El Ejército negó cualquier tipo de colaboración, no dio datos, equipos, información, no dio nada de nada porque no toleran verse en el espejo de sus propias atrocidades. Iluminados por el fuego obtuvo en San Sebastián el Premio Especial del Jurado, una distinción que merece largamente. Recibió el aplauso unánime del público y de la crítica internacional y sus hacedores pueden estar satisfechos. Tristán Bauer, Edgardo Esteban, Miguel Bonasso, Gastón Pauls, Virginia Innocenti, León Gieco, nombres de escritores y artistas que trabajan para mantener viva la memoria de los argentinos.