Julio Chávez creía que no tenía chances de acceder al premio al Mejor Actor en el Festival de Berlín, que obtuvo ayer por su protagónico de El otro e, incluso, que figurar en el film le jugaría en contra al director Ariel Rotter en el reparto de estatuillas. Su presencia en El custodio, de Rodrigo Moreno, había sido determinante para el reconocimiento que le dieron a esa película en 2006. ¿Demasiado? “No me lo esperaba por varios motivos –admite a Página/12 en Buenos Aires, donde representa la obra Yo soy mi propia mujer–. En general no soy un fan mío. Pero además el hecho de no quedarte en un festival puede llegar a perjudicar la posibilidad de que se te otorgue un premio: son gustosos de las personas que están. El año pasado se rumoreaba que si me hubiera quedado a acompañar a El custodio, quizás hubiera recibido un premio personal.” Pero toda regla tiene sus excepciones, y le dieron el premio, a pesar de haber estado en Berlín durante apenas 14 horas, en las que llegó a comprobar la cálida respuesta del público.

–Tal vez se haya valorado –presume– el intento de que apareciera una humanidad que ayude al espectador a recorrer el cuento. El de El otro es un rol que funciona como continuidad de una trilogía compuesta por las películas Extraño (Santiago Loza), El custodio (Rodrigo Moreno) y ahora El otro. Son personajes logrados con muy pocos elementos, y eso me interesa mucho como indagación: ir hacia una economía de recursos como estrategia en el relato cinematográfico.

–¿Hablar de una trilogía a partir de films de diferentes directores permitiría detectar una tendencia estética en el cine argentino reciente?

–No creo que haya una tendencia estética: son circunstancias de un período o de un momento que tiene que ver conmigo. Lo que puede llegar a enojar a algunos es que se seleccionen y se premien ciertas estéticas sobre otras. Pero que vayan a discutir con los jurados. Pensar esta trilogía tiene que ver con el azar, o con algo sobre lo que se va a poder reflexionar dentro de diez años.

–¿Qué tipo de afinidad hay entre la Berlinale y el cine argentino, que luego repercute en las premiaciones?

–No tengo idoneidad ni conocimiento para contestar qué está pasando entre Berlín y la Argentina. Pero yo creí que El otro no iba a tener la suerte que tuvo por tenerme a mí como protagonista: me parecía que dos años consecutivos les parecería llamativo. Pensé que sería un impedimento. Y no lo fue. Pero qué les pasa a los alemanes con el cine argentino, no lo sé. Hoy hablamos con Rotter pero fueron más lágrimas que argumentos: está emocionado y agradecido.

–¿Cómo se inserta El otro en su carrera?

–Como una hermosa película que se presenta claramente a la mirada del espectador, y que propone un relato limpio, claro, pulcro y sencillo. Una película que no se preocupa de que el espectador se divierta, sino, solamente, de expresar una mirada acerca de un asunto.