La invasión de inmigrantes ilegales. La tradición de usar Barcelona como puerto de ingreso a Europa. Una ciudad en crecimiento imparable desde mediados de los ’90. La presencia de Manu Chao, asentado en Barcelona también desde esa época. Todo eso influyó en generar las condiciones para armar un caldo de cultivo en la capital catalana, donde un cúmulo de agrupaciones musicales fueron creciendo en las calles, principalmente en los alrededores de lo que se conoce como la Plaza del Trippie. Además de Ojos de Brujo (acaso el exponente más exitoso y musicalmente más ambicioso de esa movida), en el último lustro de los ’90 crecieron bajo la sombra luminosa de Manu Chao artistas como Amparanoia, Muchachito Bombo Infierno, Cheb Balowski y Macaco (por mencionar algunos de los grupos que hicieron camino en Europa), y a principios de siglo (de éste, el nuevo) llegaron también algunos argentinos que acercaron el fenómeno, como Che Sudaka y Go Lem System. Después de unos años de bohemia callejera, de esa movida que la prensa catalogó como “rock mestizo”, algunos se consolidaron y comenzaron a girar por el mundo. De todos, Ojos de Brujo es la banda que más premios recibió y que más viajó con su fórmula original: sonido localísimo, con proyección global.