Presente en el Foro de Productores y Directores de Festivales de Teatro, Pepe Bable, responsable del afamado FIT (Festival de Cádiz) expresó en su intervención: “Sabemos que los grandes festivales tienen un gran poder de convocatoria y que son un espacio idóneo para que los grandes nombres ofrezcan sus espectáculos a un público ávido de nuevas propuestas, y son beneficiosos porque acercan otras realidades a otros lugares y latitudes, y porque fortalecen la cultura teatral tan denostada y apartada de los canales mediáticos, y porque al menos por unos días, la cultura teatral alcanza el reconocimiento social a través del glamour que un festival de estas características consigue. Pero entre el público objetivo y potencial se encuentra como espectador cautivo el ‘mal profesional del teatro’, esa especie peculiar dentro de la fauna artística que, ejerciendo de espectador profesional, acude al rito con su carga de prejuicios y frustraciones y se convierte en una esponja que succiona discursos, movimientos dramatúrgicos y estéticas, para buscar nuevos modelos y estilos exitosos, sin tener en cuenta su preparación ni sus limitaciones artísticas. Porque a raíz de esto pensemos: ¿cuántas propuestas miméticas inundan las carteleras sin el menor atisbo de creatividad personal? ¿Cuántos espectáculos son copias de otros? ¿Cuántos discursos están vacíos de contenidos reales? Y lo que es peor: ¿cuántos espectáculos nacen con el sello de querer ser ‘festivaleros’, siendo malas copias de espectáculos exitosos? Y aquí, los festivales tienen cierta responsabilidad de estas consecuencias. Y me preocupa porque desde hace tiempo compruebo cómo al igual que Europa va destinada a una homogeneización de estilos, provocada por el asentamiento de propuestas escénicas de grandes figuras, en Latinoamérica tampoco es difícil seguir la estela de discursos y estéticas de otros nombres importantes de la escena contemporánea”.