Miércoles, 13 de junio de 2007 | Hoy
CINE › “LOS PROXIMOS PASADOS”, AL RESCATE DE SIQUEIROS
Por Oscar Ranzani
El muralista mexicano David Alfaro Siqueiros visitó la Argentina en 1933, invitado por Victoria Ocampo para dar una serie de conferencias de las cuales sólo concretó una de ellas. Sin saberlo de antemano, dejaría su impronta artística para la posteridad en el país. Es que por aquel entonces el director del diario Crítica, Natalio Botana, le propuso realizar un mural a cambio de casa y comida. Para concretar dicha tarea, Siqueiros convocó a artistas plásticos de la talla de Antonio Berni, Castagnino y Spilimbergo. El resultado fue Ejercicio plástico, un mural atípico para la concepción política del artista mexicano, ya que no tenía precisamente contenido político o social: se había inspirado en la figura desnuda de su mujer Blanca Luz Brum, para inmortalizarla en ese espacio de 200 metros cuadrados ubicado en el sótano de la quinta de Don Torcuato, propiedad de Botana.
Tres meses después de haber terminado la obra, Siqueiros abandonó el país para pelear como voluntario de los republicanos en la Guerra Civil Española. Se fue sin su mujer, de quien se dijo que tuvo una relación sentimental con Botana, ya distanciado de su esposa Salvadora Medina Onrubia. Después de que Botana muriera en un accidente, el imperio cayó en desgracia y en 1948 se remataron las dieciocho hectáreas de Los Granados, con el mural incluido. Luego de pasar por diversas manos, un grupo de socios compró el lote y ordenaron desmantelar el mural para convertirlo en una muestra itinerante, motivo por el cual se lo cortó en siete partes. Aun actualmente, producto de una controversia judicial, la obra de Siqueiros está alojada en una serie de containers en San Justo, sin el debido cuidado que merece una obra plástica de envergadura como Ejercicio plástico y soportando (o no) las inclemencias del tiempo. Sobre esta historia tan particular, la cineasta Lorena Muñoz realizó el documental Los próximos pasados, que se estrena mañana.
Muñoz cuenta que conoció la historia del mural de Siqueiros a través de un artículo que escribió el crítico Alberto Giúdice. “Me resultó una historia maravillosa. Ese fue el primer impacto. Después me sorprendió mucho ya que no sabía que Siqueiros había pasado por la Argentina, con lo cual me puse a investigar su visita, cómo había sido. Y hubo una cantidad de condimentos que me resultaron maravillosos”, relata Muñoz en la entrevista con Página/12. La codirectora de Yo no sé qué me han hecho tus ojos resalta que, investigando, descubrió que Siqueiros vino a dar las conferencias “en pleno auge del muralismo mexicano para hablar del movimiento de un conjunto de artistas de América latina que propuso sacar la pintura de caballete a la calle, que el arte sea un arte que provoque y un arte para el pueblo en lugares donde haya más tránsito de gente”. A Muñoz le resultó muy llamativo que “él aceptara pintar un mural de esas características en el sótano de la casa de un aristócrata”. La directora, debutante como solista, logra en Los próximos pasados un relato con importantes componentes ficcionales que le aportan ritmo y una estructura muy personal a su documental que no se detiene en la madeja judicial que involucra a Ejercicio plástico sino en la historia del mural. Sin utilizar la entrevista convencional, Muñoz convierte a los entrevistados en personajes de un viaje: los hijos de Berni y Castagnino realizan el recorrido en tren que hacían sus padres para ir a pintar a la quinta de Botana.
–El hecho de que los hijos interactúen y realicen el viaje que hacían sus padres, ¿fue para imprimirle un fuerte componente narrativo?
–A mí me parece que las mejores situaciones se generan a partir de una puesta en escena previa. Está todo en el guión, ya sea en la ficción o el documental. Obviamente, después la dirección es fundamental pero quiero decir que el mayor desarrollo o el mayor desafío está siempre en el guión. Entonces, me resultaba muy interesante esta forma porque yo ya contaba previamente con una cantidad de información y a partir de esa información podía pensar, por ejemplo: A este personaje lo voy a poner con éste, o en esta puesta en escena, o voy a generar tal situación. Es como introducir no sólo al espectador sino también al personaje en un universo que es como otra capa.
–¿Es como una zona de ambigüedad entre el documental y la ficción o un documental con componentes ficcionales?
–Exactamente. Las ficciones que más me interesan últimamente son las que están en ese límite entre el documental y la ficción. Y los documentales que me interesan siempre fueron los que tuvieron recursos ficcionales. Y me molesta incluso hasta la diferencia del género.
–¿Los próximos pasados es también una crítica a la burocracia y al descuido en la preservación?
–Sí, absolutamente.
–O sea que se puede leer que a muchos no les interesa el valor del pasado y de la cultura.
–Sí, es así. En un par de entrevistas que me hicieron me dijeron: “¿Puede ser que en tu película se repita un mismo tema?” Y tiene que ver con eso: con el olvido. Todos nosotros somos culpables de que ese mural esté ahí. Y aparte es tan ilógico... Cuando presento mi película en un festival internacional, el público que se queda después me dice: “¿Pero cómo puede ser que ese mural siga estando ahí? No es posible”. No pueden creerlo. Y es realmente increíble. La verdad es que no tengo respuestas. Por eso la película tampoco tiene respuestas.
–Pero hay una pregunta clave, que es la que le hace un juez a una periodista que lo comenta a cámara: “¿cómo puede ser que siendo un mural tan importante nadie pregunte por él?” En realidad, ésa puede ser una respuesta.
–Claro, tiene que ver con el descuido absoluto del patrimonio y con la falta de construcción de identidad. Parece que hay una desidia insoportable que se repite constantemente o que el tiempo borrara todo y nadie hiciera nada para modificarlo. Como los teatros importantes que tienen que ver con la historia, la cultura y la construcción de nuestro país y que hoy son estacionamientos o McDonald’s. Yo no puedo entenderlo.
–¿Cómo se relaciona el tema del triángulo amoroso con el proceso de creación del mural?
–La idea del triángulo amoroso es lo que más me gusta de la película, porque me parecen apasionantes los triángulos amorosos (risas). El melodrama es un género que me apasiona, me encanta y es casi como el límite de la locura. Los personajes están como al límite y por amor se es capaz de hacer cualquier cosa. Siqueiros tenía una relación muy pasional con su mujer, Blanca Luz. Era una relación muy violenta y también de mucho amor. Tuvieron algunas etapas en las que estuvieron separados justo antes de que se pintara el mural. Y cuando finalmente se pinta, él le saca fotos (estamos hablando del año ’33) a ella desnuda, apoyada sobre un vidrio transparente. Y esas fotos las proyectan por medio de un proyector de diapositivas en las paredes de lo que era el sótano, como una bóveda. Esos cuerpos de mujer desnudos se deforman por la curvatura que tenía ese espacio. Y a partir de esa deformación, ellos trazan ya directamente sobre el muro el boceto. Mi teoría es que él la pinta para inmortalizarla, como adoración y también para seducirla. Y lo que logra es el efecto inverso: que otros se sientan atraídos, seducidos por ella. Eso es lo que, de alguna manera, yo llamo la maldición de Siqueiros. Como necesito justificar lo que sucede con el mural, tengo una idea un tanto mística o romántica que tiene que ver con la maldición de Siqueiros; por eso el mural no sale de la oscuridad. Fue creado en la oscuridad y en la soledad de un sótano y sigue así hoy.
–En cuanto al contenido del mural, se dice que en él imaginó muros transparentes para que el espectador sintiera que estaba atrapado en una burbuja.
–Lo maravilloso que tiene el mural es que el espectador está adentro de la obra de arte. Eso es genial. Estás pisándolo. La idea que él tenía era la de una burbuja transparente en el fondo del mar. Las mujeres desnudas se acercaban a esta burbuja de vidrio, apoyaban los muslos, los pechos, la cara y observaban al espectador que estaba ahí dentro de la burbuja. Es increíble porque no sólo esos muros ejercen una presión sobre el que está adentro, como si realmente esos cuerpos estuvieran apretados contra el muro haciendo fuerza sino que aparte lo genial es que el espectador es el observado. Eso me resulta maravilloso. Uno entra a ver una obra de arte que, en realidad, desde cualquier punto que se pare, permite ser a uno el observado por quince personas que están pintadas.
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