MUSICA › “CIVILIZACION”, EL NUEVO CD DE LOS PIOJOS
El séptimo disco de estudio encuentra al grupo en un notorio punto de madurez, a años luz de la simple cáscara rockera.
› Por Eduardo Fabregat
Puede parafrasearse a un mítico disco de Vox Dei: es una teta, no hay duda. Pero no un saludable par de pechos naturales, como el que adorna la letra de “Manjar”, track de apertura del nuevo disco de Los Piojos, sucesor del ya lejano Máquina de sangre de 2003. La teta que asomó ayer en las disquerías, lanzamiento sostenido por el grupo en una sorpresiva y refrescante performance urbana, es un sucedáneo de silicona que sirve de metáfora a lo que Andrés Ciro Martínez y sus compañeros denuncian hoy como Civilización, la artificialidad y la destrucción caprichosa, la certeza de que “Dios perdona, el Hombre a veces, la Naturaleza NUNCA”. El packaging, de paso, sirve para hacerle un ole a la piratería: podrá emepetrearse el contenido de un disco pero no su presentación, en este caso afín al concepto que recorre algunas canciones.
Claro que un disco de Los Piojos exige atención por algo más que un diseño de goma y gel que desespera a los amantes de lo geométrico y la discoteca perfecta. En una escena plagada de jóvenes bandas que toman como modelo al rock tracción a sangre –signifique lo que signifique eso– pero terminan demostrando que no dan la talla, lo que hagan el cantante, guitarrista y armoniquista Martínez, el bajista Micky Rodríguez, los guitarristas Piti Fernández y Tavo Kupinski y el baterista Sebastián Cardero tiene un plus de interés. Por las mismas razones que se comprueban apenas se echa a rodar el séptimo disco de estudio del grupo de Palomar: en Los Piojos hay mucho más que una apelación a la cáscara del rock and roll. Ya se notaba en el épico single “Pacífico”, pero es sabido que el primer corte es apenas la punta de un iceberg a descubrir.
Civilización, entonces, viene a representar un notorio punto de madurez en un grupo que tiene varios Pellegrini corridos. Eso puede ser explícito en la inmediatamente ganchera “Pollo viejo”, buen cruce de la cultura rock y el tango, en lo lírico (“Te acordás cómo reías de los viejos del gotán... Tus groupies ya fueron madres”), pero sobre todo en la mixtura sonora. Pero también es conceptual en la soltura con que el grupo se deja infectar por un sonido tecno en pasajes como “Manjar” o la enérgica “Un buen día”, un inspirado track a cargo de Micky Rodríguez, que engaña como simple rockito pero amplía el horizonte hasta confundir sangre y máquina en un feliz resultado. Y si se trata de demostrar el dominio de aquello que la tribuna exige, ahí están “Hoy es hoy” o “Cruces y flores”, brotes de alta tensión sabiamente moldeados por una banda que nació mamando de la teta Stone, pero nunca quiso quedarse en eso.
Cancioneros cuando es necesario –hay remansos melancólicos como la preciosa “Difícil”, la rioplatense “Basta de penas”, “Bicho de ciudad” o la desesperanzada “Salitral”, que dice “Cuando las puertas no se abren jamás, cuando el atajo siempre puede más, vamos bebiendo de un salitral”–, fiesteros como en “Civilización”, donde la afirmación de que “la tierra se está quitando de encima al peor enemigo” viene envasada en un reggae alegre y luminoso, Los Piojos se acercan a sus dos décadas de existencia sonando a banda y no a producto o, quizá peor, a bandita. La satisfacción instantánea que produjeron en el azorado público de la calle Corrientes es, también, todo un dato.
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