TEATRO
La actriz Graciela Araujo debutó en la escena mientras cursaba estudios de teatro en La Plata, donde nació. Recuerda con gratitud a la actriz y directora Milagros de la Vega que por entonces daba clases en el Conservatorio de Música y Arte Escénico de La Plata: “Mi admiración es enorme; era una persona respetuosa y una actriz moderna. Recuerdo su actuación en La muerte de un viajante: no escatimaba talento”. Siendo alumna, integró un elenco en La Plata con el seudónimo de María Souto, porque no se permitía actuar como profesional a quien era estudiante. Araujo cuenta que ese seudónimo correspondía a su primer nombre y a su segundo apellido. Entonces se atrevió con una obra compleja, como Las criadas, del francés Jean Genet, en el Teatro Universitario de La Plata. “Un atrevimiento de mi parte”, dice. Y continuó trabajando en La Comedia provincial y el Teatro Argentino de su ciudad. Por esa época, viajaba seguido a Buenos Aires. Un asunto arduo, hasta que empezó en la radio: “Milagros dirigía un radioteatro y me llamó. Fui a Radio Belgrano, y después pasé al Elenco Estable de Radio El Mundo. Fueron años increíbles. Estaba en el programa que dirigía Armando Discépolo, cuando apareció por allí Alberto Migré. Era muy jovencito, tenía apenas veinte años cuando me convocó para encabezar un radioteatro en Excelsior. Y allí empezaron las giras por los barrios y las provincias. La gente nos recibía con gran cariño. Hice teleteatro y radio con Migré hasta que él enfermó y murió, el año pasado. Era una persona extraordinaria; se ocupaba de armar todo”. En la trayectoria de Araujo no hay demasiados intervalos: actuó en obras clásicas y comedias populares, habituales en otro tiempo en el desaparecido teatro Smart y en el Astral. Cuando se instaló en Buenos Aires, se ocupó también del teatro al aire libre. Recuerda el emprendimiento de Caminito, impulsado por el director Cecilio Madanes y las giras realizadas por provincias. También las actuaciones en el Botánico, el Teatro del Lago y el Museo Larreta (en el barrio de Belgrano): “La Municipalidad nos daba el lugar, la ropa y parte de la escenografía. El resto lo poníamos nosotros. Trabajábamos en cooperativa y podíamos vivir porque el público nos acompañaba”. Con esa modalidad de trabajo, realizó presentaciones en el Teatro San Martín hasta pasar luego a conformar el Elenco Estable, que fue disuelto en 1989, cuando era director Emilio Alfaro. Las temporadas con aquel elenco incluían un repertorio de autores clásicos y modernos, y frecuentes viajes a la Unión Soviética, países europeos y latinoamericanos. Eran recibidos como embajadores de la cultura del país. Entre tanta tarea concretada, le queda algo por hacer, y esto es alguna obra de Anton Chejov, uno de sus autores preferidos. “Nunca hice un Chejov –se lamenta–. Cuando en el San Martín se presentó una versión de El jardín de los cerezos, dirigida por Omar Grasso, asistí a todas las funciones. Esa vez no me tocó, pero igual me puse contenta porque trabajaban mis amigas.”
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