TELEVISION › OPINION
› Por Osvaldo Baigorria *
En general, toda nueva tecnología altera alguna regla de juego en los modos de producción y, por lo tanto, en los sistemas de propiedad. La industria del entretenimiento lógicamente querría un espacio de circulación “libre de piratería”. Pero, parafraseando a Proudhon, la propiedad sería imposible. Porque mientras exista desigualdad, habrá robo. Y a mayor desigualdad, más robo. O sea que el problema de fondo sigue siendo el de la igualdad de acceso a bienes y recursos. El pirata, con todo lo odiosa o violenta que pueda resultar su figura, cumple la función de redistribuir y poner en circulación bienes que han sido apropiados y guardados bajo llave por distintos medios.
Esos bienes no necesariamente van a parar a mejores manos. Revelar detalles de una teleserie antes de que sea emitida tampoco resuelve el problema de la explotación del trabajador y del productor, ni fortalece el derecho de un creador de recibir la compensación que merece por su trabajo. Ante los cambios tecnológicos, la propiedad intelectual hoy parece insostenible, pero ninguna reforma o dispositivo legal contra la piratería debería dar más control a las cadenas televisivas y multimediáticas, sino ocuparse de proteger a los artistas y creadores del perjuicio que les causan las desigualdades en el poder de negociación ante esas mismas empresas.
* Titular del Taller Anual de Periodismo (UBA).
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