Martes, 23 de octubre de 2007 | Hoy
TELEVISION
Por Emanuel Respighi
Luego de ver el primer capítulo de Televisión por la identidad, una vez superado el estado en el que los sentimientos de dolor, bronca, tristeza e impotencia se combinan con una fortaleza demoledora, el espectador puede sentirse reconfortado en varios aspectos. En primer lugar, debido a que por primera vez la TV echa luz de forma directa sobre la inmensa tarea de Abuelas de Plaza de Mayo y su lucha en la recuperación de nietos apropiados en la dictadura militar. En segundo lugar, la sensación que queda flotando es que efectivamente la industria local, en este caso a través de Telefé Contenidos, puede hacer otra televisión que la que este año acostumbró y no naufragar en el intento. Y la última idea que reconforta el espíritu del televidente es que el compromiso social e histórico televisivo no necesariamente excluye la calidad, de la misma manera que la reflexión sobre la historia reciente tampoco escapa al entretenimiento.
De impecable realización, actuaciones consistentes y una musicalización que acompañó el cuidadoso relato escrito por Marcelo Camaño, la historia de Tatiana que abrió el unitario fue uno de esos momentos que quedarán registrados para siempre en la historia de la TV argentina. Sin caer en el panfleto, mucho menos en el golpe bajo, la emisión logró su dual objetivo: difundir la tarea de Abuelas y movilizar a las nuevas generaciones en el ejercicio de la memoria y el derecho a la identidad.
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