LITERATURA
Becerra dirigió durante ocho años el Centro Cultural Islas Malvinas de La Plata. “Es la primera vez que me preguntan por esa experiencia –dice–. Renuncié hace ya dos años. Yo creo mucho en el Estado, en la gestión pública, en la política: soy en ese sentido como un niño. No digo que tenga confianza, pero es posible creer en que puede haber un futuro mejor. En alguna medida me gustaron ciertas cosas: embarrarme un poco, trabajar sin recursos, con obstáculos administrativos, con la desidia del intendente, la indolencia, el desinterés. El Estado ahí fue como una tabla rasa en la que se inscribían los deseos de la comunidad artística; el Estado tiene que ser receptivo y permisivo con las cosas que mueve la gente, incluso contra el gusto personal de quien dirija un lugar así. Pero llega un momento en el que hay mucho desgaste: malos pagos, falta de recursos y de empleados. Me tocó inaugurar el lugar, un edificio muy lindo, en el que renunció Yrigoyen en el ’30, pero no tengo ninguna melancolía y es muy difícil que vuelva a trabajar en un lugar así. Todo el mundo te putea. Pero bueno: tengo un carácter hiperpermisivo y el centro se volvió una especie de Babel.”
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