Miércoles, 5 de diciembre de 2007 | Hoy
LITERATURA › LECTURAS PARA TODOS LOS GUSTOS
Federico Leguizamón y Gloria Peirano obtuvieron menciones por sus novelas Sobre el río y Miramar, respectivamente. Los miembros del jurado cuentan cómo fue el arduo pero fascinante proceso de selección.
Por Karina Micheletto
Un manuscrito que llegó tipeado a máquina, con numerosas correcciones en liquid paper, acompañado por un disquette con esas mismas hojas a máquina escaneadas. El contenido: una novela “brillante”, “con características de objeto único”, según algunas de las clasificaciones del jurado. ¿Quién podría ser el autor de esa obra que sorprendió por su originalidad y el nivel de riesgo asumido, que llegó a hacer debatir al jurado sobre la literatura y el acto de escribir? ¿Quién era el autor de Las primas?
Los integrantes del jurado confiaron que, una vez que llegaron a una decisión, manejaron dos hipótesis: el autor era un joven o una joven estudiante de Letras, creador de un artificio genial, o bien una persona mayor (una señora, infería la mayoría), con la suficiente vida vivida para atesorar una cultura vastísima, que le permitiese estar de vuelta. Aurora Venturini, la ganadora del Premio Nueva Novela que entregó por primera vez ayer Página/12, se acerca más al segundo perfil, pero seguramente nadie dejó de sorprenderse por el perfil ampliado que pronto hizo imaginar su discurso de agradecimiento.
El concurso Nueva Novela dejó además dos menciones especiales. La primera correspondió a Federico Leguizamón (por Sobre el río), un jujeño de 25 años que no estaba muy convencido de viajar a Buenos Aires para buscar el premio personalmente, hasta que le explicaron que el viaje y la estadía estaban pagos. Si a la hora de los agradecimientos lo suyo fue bien breve, en el post-premio, durante los brindis varios, Juan Sasturain, integrante del jurado, lo animaba a venderse un poco más: “A ver, pibe, ponéte a laburar... ¡Contános más de vos!”. Leguizamón comenzó a trazar su currículum: “Trabajo en el taller mecánico de mi viejo, estudié Comunicación Social y doy clases de Semiótica, también tengo un programa de radio... ¿Talleres literarios? Jamás. Soy anti-taller literario”. “Estoy contento, escribir para dejar guardado en un cajón es bastante frustrante”, asegura el escritor. “La suya es una novela muy moderna, ambientada en un Jujuy contemporáneo, urbana y suburbana. Una cosa sabíamos: por el final del libro, el autor tenía que ser un varón”, revela Sasturain, que deja picando la incógnita.
La segunda mención fue para Gloria Peirano, de 40 años, por su novela Miramar. “Es una novela que terminé de escribir el año pasado, y que empecé a mandar a concursos. Si no funcionaba, iba a intentar publicarla en alguna editorial de autor”, cuenta esta licenciada en Letras especializada en Lingüística, que trabaja en el área de Español para Extranjeros. “Escribo desde los 7 años, pero lo que hago sistemáticamente es cajonear las cosas. Es la primera vez que me lanzo y estoy feliz. Sobre todo porque es un premio donde es evidente su transparencia. Tiene un jurado diverso, que es garantía de debate. De todos los premios literarios, era el que más quería ganar.”
Liliana Viola describe la ardua tarea del jurado de preselección, también compuesto por Claudio Zeiger, Mariana Enriquez, Alicia Plante y Marisa Avigliano. “Cada una de las 650 novelas que recibimos tuvo un breve informe de lectura. Cuando aparecía una que llamaba la atención, se pedía una segunda lectura. Cada quince días nos reuníamos a charlar sobre lo que íbamos leyendo.” Viola cuenta que hubo temas que prevalecieron: “Muchas historias de hombres separados, con narradores que sufren las consecuencias de la ‘nueva familia’. Un porcentaje de humor y, paradójicamente, pocos trabajos sobre temáticas políticas.” “El trabajo de preselección fue muy sesudo y a conciencia. Las novelas que llegaban al jurado estaban muy leídas”, ratifica Juan Boido, integrante del jurado. “Luego, la novela ganadora no tuvo discusión: es un libro de una modernidad arrolladora, a la vez lanzado y pudoroso.”
“No fue difícil llegar a un acuerdo sobre el ganador”, cuenta Alan Pauls. “Se votó básicamente la originalidad, la novela más perturbadora, la más enigmática, la más misteriosa, la puesta en crisis de valores, la que más nos obligó a preguntarnos por el valor de la literatura, qué es juzgar y qué es leer.” “Es cierto: de golpe nos obligó a los jurados a ponernos a discutir sobre literatura”, asegura Guillermo Saccomanno. “De entrada separé esta novela porque me generaba incomodidad, en un momento me rayaba, me cuestionaba lo que creo que es o debe ser la literatura. Tiene un grado de salvajismo y a la vez de supuesto candor asombrosos.” “Este premio trae un poco de aire fresco, me gusta”, halaga Sylvia Iparraguirre entre los invitados a la entrega de premios. “Es un concurso muy importante por la gente que convoca, por el perfil de Página/12, por quiénes son los jurados y la diversidad que se percibe... Faltaba un premio de este tipo.”
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