Lunes, 31 de diciembre de 2007 | Hoy
LITERATURA
Cuando llega a mí deja entrever que estaba enamorado desde antes de conocerme. Me toma desprevenida. Leyó cosas que escribí o fue al teatro y me vio, no lo sé. Tal vez se haya prendado por una foto, un gesto, quién sabe. No le pregunto demasiado, tengo pudor. No puede creer, dice, que una mujer tan sabia pueda ser tan bella. Yo me pongo a reír, porque si me pongo a llorar ahí mismo es un bochorno. Quisiera esconderme y que no me vea. En dos segundos me pinchó, me atravesó con el alfiler como el entomólogo a la mariposa. Bato las alas, suspiro, estoy inmóvil. Estoy loca, le digo. Sentir tanta soledad me volvió loca. Esto último se lo digo una o dos semanas después. Cuando siento que yo tenía el alma en la oficina de “Objetos perdidos” y él fue con el ticket y reclamó mi alma y la suya. Estoy siempre delante de él mordiéndome los labios; es como me veo. Así empieza.
Fragmento de Sola otra vez.
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