–El irónico narrador de Impureza cuenta que los pudientes no necesitan fijarse en sí mismos. ¿Por qué en Lafiera los psicólogos son personajes populares?
–Es una broma, o si se quiere, un detalle de la sátira. Me acuerdo de que Alisdair Gray acuñó el término satiriastic, satiriástico, que fundiría lo fantástico y la sátira en una entidad con algo de comedia negra. Si uno exagera o invierte o deforama las tendencias que ven los sociólogos, salen situaciones de novela, hipótesis contadas, y así la novela se transforma por la charla intermitente pero incesante con los sucesivos lectores. Por ejemplo, puede decirse: antes los ricos hacían terapia como experimento; después la clase media se afilió al psicoanálisis como deseo de salud, por actitud moral de responsabilizarse de sí misma o curiosidad, y finalmente como desesperada búsqueda de equilibrio. En el futuro todos irán abandonando las terapias, sobre todo las más arduas y comprometidas, salvo los pobres y los verdaderos angustiados, que las necesitan. Y ahí los terapeutas vocacionales, caritativos, tendrán un enorme campo de acción, incluso de trabajo. Toda tendencia cultural vuelta moda llega hasta el fondo de la sociedad.
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