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Martes, 25 de marzo de 2008

MUSICA › EL RECUERDO DE LOS MúSICOS

“Respetaba los códigos”

- Alejandro Medina: “A Miguel lo conocí en 1966. Yo tocaba en La Cueva. Eramos chiquitos y a él no lo dejaban entrar, porque se había peleado con el dueño. Entonces, se paraba en la puerta a mear una bruja de paja que estaba en la entrada del lugar y gritar ‘¡Bravo, la puta que te parió!’ (ése era el nombre del sujeto). Y salía corriendo. Compartimos muchos momentos: una vez me llevó a La Plata a conocer a La Cofradía de la Flor Solar y nos quedamos dos días hipeando. Como persona era un hombre que respetaba los códigos de la calle. Tenía tres cuchillos entre sus ropas, porque era un fighter y sabía cómo defenderse, me acuerdo que le regalé una manopla alemana de bronce... eran tiempos difíciles. Después, partió a Europa y no nos vimos por muchos años, hasta que una noche yo volvía a casa medio tarde y sentado en mi sillón de lectura, había un extraño: era Miguelito, esperándome, y no me olvido de esa visión, con sus anteojitos culo de botella y su peinado con raya al medio tipo Calculín. Me contó su proyecto de rearmar Los Abuelos, le facilité una sala de ensayo, y ahí fue cuando tuvimos un contacto casi permanente. Yo tocaba con La Metropolitana en el Einstein y él me hacía de stage, me cargaba los equipos ¡recopado! Cuando salía de gira me daba a su hijo para que lo cuidara”.

- Miguel Cantilo: “Me encuentro ahora en Bariloche y me lleno de recuerdos de aventuras breves pero intensas vividas con Miguel Abuelo en estas latitudes. En julio de 1986 vinimos a ‘animar’ la fiesta del chocolate y a la reina la premiaban con su peso en chocolate. Miguel por el micrófono decía con voz sarcástica: ‘Que no sea muy gordita porque va a salir cara’, después comió tanto chocolate que cuando lo fui a buscar más tarde al hotel, desde la cama, tapado hasta la coronilla y con unos anteojos culo de botella que nunca le había visto me contestó: ‘No me puedo levantar, loco. Tengo una cagadera marca corneta’. Miguel amaba Bariloche y varias veces, cuando estábamos en Ibiza, les decía a las argentinas que seducía que las iba a traer a vivir aquí. Inclusive en el pueblo de El Bolsón dio un memorable recital unipersonal en el cine Amancay. Dejó unos cuantos amigos por el sur, se lo recuerda con el mejor de los sentimientos”.

- Litto Nebbia: “Cuando conocimos a Miguel Peralta en las noches de La Cueva, ya era un tipo con espíritu artístico, pero ni noticia de que iba a integrar una banda de rock. Merodeaba con la artesanía, hacía sandalias a veces y otras entonaba alguna bagualita. El recuerdo más puntual que tengo de él es la Navidad del ’66 cuando junto a Diana (su mujer ahí), decidimos ir para Rosario. Ellos no conocían y yo iba a visitar a mis padres a la pensión donde vivían. Nadie quería estar en su casa: la necesidad de libertad era grandiosa para esos tiempos, pero el plan de ir a ver a mis padres, funcionó. Ellos sabían que mis viejos eran unos marcianos, músicos, verdaderos artistas. Creo que nos quedamos tres días. Uno de los días comimos todos juntos, contando anécdotas de nuestros sueños. Por las noches yo volvía para la pensión; Miguel y Diana se iban a un hotelito barato de esos que había por la calle San Luis. La sensación era que nos dábamos un respiro, de tanta persecuta por las calles de Buenos Aires, líos con la gente y la policía. En Rosario fue como sentirnos ‘protegidos’, quizá por esto de que vivían allí Martha & Félix, mis padres. Luego vino lo de Los Gatos y cuando me fui del país, nunca más lo vi. Al regresar del exilio ya estaban a pleno Los Abuelos de la Nada, y me lo encontré por algún cafetín. Tengo un buen recuerdo de él”.

- Ricardo Soulé: “En el principio de Mandioca, tal vez en el 68-69 cuando recién empezábamos a trabajar, recuerdo su imagen, sentado, con la ventana del piso 11 detrás de él y con esa personalidad tan fuerte y poco común que lo diferenciaba de todos los demás músicos de aquella grabadora. No buscaba pertenecer o responder a los tópicos que se suponía que había que tener en ese momento para ser considerado un músico progresivo o de ‘rock’, como se llamó más tarde. El respondía a su propio concepto y eso lo marcaba de una manera muy perceptible. Un hombre distinto y lleno de una creatividad poco común”.

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La voz de Abuelo sacudió la escena rockera argentina.
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