¿Escapar de la competencia televisiva es algo definitivo?

–No es que nunca más voy a hacer televisión, simplemente que encontré un proyecto radial que me interesó y me cayó en un momento en el que quería explorar otros mundos. Yo voy detrás de proyectos, no de medios. De lo contrario firmaría un contrato de tres años, no de tres meses. Si no estoy en la tele es porque no me atrajo un proyecto. Para mí, siempre, la vedette es el proyecto. No me interesa acariciar más el ego. No me hace crecer ni como artista ni como persona. Ya sé qué puedo hacer y cómo. Sé que puedo conducir un programa de TV, lo que no sé es si puedo hacer cosas nuevas, como un ciclo de radio.

–¿Y cree que el código de humor en ambos medios es el mismo?

–Yo me quiero divertir haciendo el programa. Si uno se divierte durante el programa, la gente se divierte. Se genera la risa por simpatía, si se quiere. No hay vueltas. Yo no soy humorista, pero evidentemente tengo herramientas actorales o personales que hacen que cuente las cosas cotidianas de una manera graciosa. A mí me interesa comunicar alegría, la parte positiva de las cosas. Como comunicador, no quiero ser parte de los problemas, sino de las soluciones. Aunque sea una utopía.

–Usted es un bicho televisivo. ¿Cree que el hecho de que no lo vean va a mermar la relación de comunicación con la gente?

–Los gestos los voy a hacer igual. Si no los ven que se embromen... (risas). Ese es otro desafío: cómo hacer para que el mensaje cause el mismo efecto sin la gestualidad, simplemente con la herramienta del lenguaje y la tonalidad. De alguna manera me las rebuscaré.