ENTOMOLOGIA FORENSE
Por si las moscas
Por Adrian Perez
Ayer y hoy, la muerte sigue dejando un rosario de preguntas sin respuesta; pero es posible acercarse con proximidad a la muerte de una persona y saber cuáles fueron las causas del deceso y en qué instancias se produjo, una herramienta que nos trasladaría casi hasta el umbral en el que se produjo la muerte misma: hace poco se supo que las autoridades egipcias estarían dispuestas a determinar cuáles fueron los motivos reales que llevaron a la muerte al rey Tutankamón, que gobernó Egipto 1250 a. de C. y que, al parecer, fue asesinado a los 18 años por su primer ministro, Ay; su tesorero, Maya; y su principal consejero, el general Horemheb.
Hoy se pueden remontar esos largos períodos; y también los pequeños. La entomología forense, una de las últimas herramientas en incorporarse al arsenal, es justamente una disciplina en la que, al contrario de lo que ocurre con la muerte, todo comienza. En la Argentina, país de bichos raros, esta floreciente disciplina tiene un centro de estudios en la Universidad de Quilmes, y uno de sus principales investigadores es el biólogo Néstor Centeno, quien dialogó con Futuro sobre esa suerte de relación amorosa entre los insectos y los cadáveres.
Antes que nada, querría una pequeña introducción a la entomología forense.
–Desde luego. La entomología forense aborda el estudio de la fauna cadavérica, particularmente la referida a los insectos que son atraídos por los cuerpos en descomposición, y de los cuales se apropian para convertirlos en su hábitat. Por ejemplo, ciertas moscas que se alimentan de los cuerpos y desarrollan todo su ciclo vital en ellos. El estudio de estos insectos más la información básica que se produce intenta contribuir a la investigación de hechos criminales.
¿Y cuándo entra esta disciplina en la escena del crimen?
–Cuando los métodos tradicionales de la medicina forense se topan con un cuerpo cuyo estado de descomposición es tan avanzado que no permite reconocer la fecha de la muerte. O cuando es difícil constatar si el deceso se produjo por muerte accidental o por homicidio. Allí aparece la entomología forense.
Usted hablaba de “insectos que son atraídos por los cuerpos en descomposición”. Se estaba refiriendo a las moscas, parece.
–Me estaba refiriendo a las moscas, en particular la especie de las Califóridas –familia Calliphoridae en terminología científica–, conocidas también como moscas “bicheras” debido a que ocasionan una enfermedad llamada miasis en el ganado, animales domésticos y seres humanos.
¿Y cómo trabajan estas moscas? No sé si “trabajar” es la palabra exacta.
–Más o menos. Las Califóridas ponen huevos en las heridas o áreas con secreciones olorosas de los animales y de ellos nacen larvas que comienzan a alimentarse de los tejidos. Es habitual encontrarse con estas moscas de apariencia metalizada en mercados o carnicerías.
Pero en las carnicerías no suelen verse restos humanos, o por lo menos, no deberían. ¿Las moscas “trabajan” de igual manera?
–Sí. Porque las Califóridas detectan con el “olfato”, perciben químicamente las sustancias que despiden los cadáveres una vez iniciado el proceso de descomposición, o incluso cuando éste aún no ha comenzado. Las moscas son atraídas y comienzan a depositar sus huevos sobre aberturas naturales como la boca, la nariz, el ano o los genitales.
Qué agradable. Y las larvas van creciendo porque se alimentan del cuerpo.
–Básicamente, las moscas segregan enzimas que van predigiriendo el cuerpo y absorben esos líquidos. Al principio son larvas muy pequeñas, pero al alcanzar una etapa adulta pueden llegar a medir un centímetro y medio. En este lapso van mudando su piel dos veces, y a la tercera quedan retenidas en la última de ellas formando una especie de capullo llamado pupario y allí se transforman en “pupa”, estado intermedio del crecimiento antes de llegar a ser adultas.
Pero imagino que no es lo mismo un cuerpo con unos pocos días de descomposición que otro en estado avanzado.
–No, no es lo mismo un cuerpo fresco que va a tener un determinado tipo de fauna que un cuerpo en descomposición avanzada o que un cuerpo esqueletizado, donde queda poco tejido por consumir (tejido óseo, piel, huesos, etc.). Esa fauna va cambiando, y justamente éste es un dato que permite estimar, de una manera especulativa, el tiempo que ese cadáver lleva descomponiéndose.
Sabemos que usted realizó ciertas pericias por pedido expreso de la Procuración de la Provincia de Buenos Aires, particularmente del Departamento Judicial de Lomas de Zamora y de Quilmes. ¿No es así?
–Sí, es así.
¿Y cómo fue?
–Le explico: en las pericias entomológicas que realicé, se trató de encontrar el estadio más antiguo de los insectos presentes en el cuerpo. Una vez establecida la edad o el tiempo de desarrollo del estadio, se pudo saber con cierta precisión cuándo el cuerpo comenzó a ser colonizado y fue posible asumir que un cuerpo expuesto al aire libre es casi inmediatamente colonizado después de muerto. Por lo tanto, si se establece la antigüedad de los insectos más antiguos en el cuerpo, el entomólogo puede aproximarse al momento de la muerte.
Usted está diciendo que de esa forma podemos determinar la fecha de la muerte con cierta precisión.
–Si bien la detección del tiempo de este estadio no determina el momento exacto de la muerte, ya que puede haber horas de diferencia, a veces días, es bastante aproximado y esta herramienta resulta de mucha ayuda cuando el cuerpo está en avanzado estado de descomposición. Otras veces, cuando el cuerpo está muy fresco, se ha podido establecer el momento de la muerte por el grado de desarrollo de los huevos o de las larvas presentes en los cuerpos.
Ahora que sabemos de la existencia de estos trabajos de campo por pedido expreso de la Justicia, le pido que nos comente un poco más sobre los casos en los que participó.
–El verano pasado se halló el cuerpo de una chica en un parque cercano al área metropolitana de Buenos Aires. La chica estaba siendo buscada desde hacía cinco días. El cuerpo presentaba un estado de descomposición compatible con el momento en el que la chica había desaparecido, es decir que aparentemente había sido muerta el mismo día en el que desapareció. Sin embargo, el cuerpo estaba embolsado y la fauna cadavérica que fue hallada era una fauna muy incipiente: había pequeñas larvas y algunos huevos de moscas. Si bien la causa sigue abierta, se pudo establecer que el cuerpo fue colocado en el sitio donde fue encontrado y que no había estado presente en el lugar desde un principio. Aparentemente, el cuerpo estuvo en algún lugar oculto o encerrado y el día anterior a su hallazgo fue ubicado o “plantado en un descarte”, como le llaman los forenses, y allí fue donde las moscas accedieron por rasgaduras en la bolsa y pudieron poner algunos huevos. Aunque por el estado de la causa no se pudo corroborar la efectividad de la pericia, sí está aceptado que el cuerpo no estuvo todo el tiempo en la zona donde fue encontrado.
Muy interesante, pero me imagino que no ha sido ésta la única participación que tuvo.
–También trabajé en el caso de una niña que desapareció unos meses atrás y que fue encontrada en una especie de pozo cerrado herméticamente. El cuerpo estaba en avanzado estado de descomposición pero se encontraron algunas larvas de moscas sobre él. Si bien el acusado manifestó que había asesinado a la niña y de inmediato ocultó el cuerpo en la cisterna, el análisis de la fauna cadavérica permitió establecer que el cuerpo estuvo expuesto a la acción de los insectos entre 7 y 8 días aproximadamente. Con posterioridad, y por los dichos del acusado, pudo establecerse que el cuerpo tuvo más tiempo de exposición y tardó cerca de una semana en encerrarlo en el pozo donde fue finalmente encontrado.
Por último, y para liberarlo, quisiera que nos cuente cómo comenzó a gestarse la entomología forense en nuestro país.
–En nuestro país, los primeros antecedentes relevantes tienen su origen en la década de 1990. Uno de los casos más llamativos fue el que llevó adelante la doctora en Ciencias Biológicas e investigadora del Conicet Adriana Oliva, quien tuvo participación en la investigación del crimen del soldado Omar Carrasco, asesinado el 6 de marzo de 1994 mientras cumplía con el servicio militar obligatorio, en un destacamento militar de Zapala. Los aportes de la doctora Oliva fueron fundamentales a la hora de establecer que el cuerpo del soldado Carrasco, que fue hallado en el medio del campo, en realidad había estado escondido en el cuartel.
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