MARTE Y LOS FALSOS ANUNCIOS
› Por Federico Kukso
En esta ocasión, la NASA se lavó las manos. No quiere, ni por asomo, salir nuevamente al ruedo y anunciar con pruebas menos que firmes la existencia de vida en Marte y repetir así uno de los bluffs más recordados de su rocambolesca historia cuando el anuncio de que un grupo de científicos norteamericanos había hallado en un meteorito marciano fósiles de bacterias, escaló posiciones hasta salir propelido de la boca del presidente Bill Clinton en una conferencia de prensa de 1996.
Por eso, menos que abrir bien las orejas no puede hacer la agencia espacial norteamericana que ya desmintió –no una sino dos veces– los reportes que indican que sus científicos encontraron fehacientemente evidencias de vida (microbiana y capaz de sobrevivir en ambientes extremos) en el planeta rojo, y que explicarían las extrañas lecturas de metano en la atmósfera marciana. La duda, malentendido o confusión surgió de hecho de dos frentes: el primero, cuando el sitio www.space.com publicó que los astrobiólogos Carol Stoker y Larry Lemke del Centro de Investigación Ames (en Sillicon Valley, Estados Unidos) habrían enviado un paper a la revista Nature con datos de última mano sobre la actividad biológica en el planeta rojo; y el segundo, cuando un tal Vittorio Formisano, de la Agencia Espacial Europea, afirmó furiosamente que uno de los instrumentos de la sonda europea había detectado otro gas en la atmósfera, formaldeído, supuestamente producido por la oxidación de 2,5 millones de toneladas de metano –un gas en la Tierra generado por bacterias– a la vez creado, según su parecer, por... vida microbiana en la superficie del planeta. Al italiano, que a los pocos días confesó que no podía demostrar sus declaraciones, lo sacaron volando casi de inmediato y hasta sus propios compañeros lo desmintieron. Pero el caso de la NASA sigue dando que hablar y los científicos norteamericanos prometen que rodarán cabezas. Es que una desmentida es de por sí sospechosa. La NASA generalmente deja correr el rumor hasta que se desbarranca y se esfuma. No fue así en esta ocasión.
Todo esto, en definitiva, hace resurgir nuevamente la pregunta: ¿por qué descubrir vida en Marte es tan importante? De alguna manera, es como un día percatarse de que en la eternamente abandonada casa de al lado habita alguien, agazapado en el sótano y sin ganas de recibir compañía. En este caso, por supuesto, hace décadas que ya nadie habla de hombrecitos verdes, personajes reservados –por suerte– a películas ahora bizarras, sino de “máquinas biológicas” más simples, eficientes y dominantes (en la Tierra), las bacterias. Existan o no en Marte, la lucha ahora parece estar enquistada en ver quién es el primero o primera en dar el grito, sostenido, claro está, por la firmeza de la evidencia.
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