Sáb 09.04.2005
futuro

TEATRO CIENTíFICO: ¿SOMOS NUESTROS GENES?, EN EL C. C. ROJAS

La insoportable levedad del gen

› Por Leonardo Moledo

Después de Somos nuestro cerebro, Rosario Bléfari y Susana Pampín nos brindan ¿Somos nuestros genes?, la segunda entrega de estos “ensayos de divulgación científica”, estrenada hace apenas unas semanas en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Rara cosa ésta del teatro científico (o de divulgación científica), que ya no sólo tematiza un asunto científico, como Copenhague, de Michael Frayn (recientemente reestrenada en el Teatro San Martín), o Los físicos, de Friedrich Dürrenmat, sino que se construye para y a partir de un asunto científico; como es la neurología en Somos nuestro cerebro o la biología molecular en la obra que ahora nos ocupa. Tres personas/personajes (Rosario, Susana y Javier), las mismas que en Somos nuestro cerebro, dialogan y hasta divagan sobre esa pregunta, probablemente una de las más serias que hoy se plantean: ¿somos un producto de la herencia evolutiva o del entorno que nos rodea?; o mejor dicho: ¿qué hay en nosotros de biológico y qué hay de cultural?, ¿estamos condenados a vivir guiados ciegamente por los dictámenes de nuestro verdadero yo interior, los genes?, ¿y cómo se articulan estas dos “herencias”?

Javier: –Si mis genes hubieran nacido en Hollywood ahora yo sería Johnny Deep.
Rosario: –Bueno, bueno, está bien. Claro que todo depende del dónde y el cómo. Pero también somos nuestros genes. ¿Qué hay de malo en eso? Yo me parezco más a mi mamá que a tu mamá. Y me parezco más a un mono que a un delfín. Y me parezco más a un delfín que a una planta, y más a una planta que a una roca.
Javier: –¿Sabés que mirándote desde acá me hacés acordar a la “India acostada” que está en el Valle de la Luna?
Susana: –Bueno, sí. Pero si ahora acá estás vos y no una roca es porque entre otras cosas, a tus genes, el entorno los afectó de una manera en particular. Los viejísimos, mutados y rejuntados genes que vos recibiste formaron una combinación particular, vos: una persona capaz, por ejemplo, de ser consciente del parecido con su mamá o de la mala influencia de sus amigos. Somos nuestros genes en combinación con el entorno que nos toque o el que nos dejen o el que produzcamos. Somos el producto de nuestros genes modelados por el entorno.

Por un lado, el teatro es un vehículo fantástico para la transmisión de conceptos e ideas científicas; por el otro, siempre está el peligro de caer en el didactismo, que el dúo Bléfari-Pampín sortea recurriendo hábilmente al absurdo: intervenciones inesperadas de personajes laterales (como el mozo en Somos nuestro cerebro y el electricista en este caso), pero que llevan casi hasta el límite.

Susana: –¿Usted quién es?
Tiqui: –Soy un gen.
Javier: –¿Un gen?
Tiqui: –Sí.
Rosario: –¿Cuál es su nombre?
Tiqui: –CYP17, pero pueden llamarme Tiqui.
Susana: –¿Dónde vive, Tiqui?
Tiqui: –En el cromosoma 10.
Rosario: –¿Cuántos años tiene?
Tiqui: –Digamos que la molécula de ADN que me constituye está en este mundo desde hace millones de años. Gracias.
Susana: –¿Por qué?Tiqui: –Porque ustedes son las primeras criaturas conscientes de mi existencia.
Javier: –De nada. ¿De qué se ocupa?
Tiqui: –En líneas generales mi función es producir una enzima que permite al cuerpo convertir el colesterol en cortisol, testosterona y estradiol.
Rosario: –¡Ah, usted es el famoso gen del estrés!
Susana: –¿Usted estresa a las personas?
Javier: –Díganos la verdad.
Tiqui: –Es falso.
Rosario: –Pero sin embargo el cortisol...
Tiqui: –Vamos por puntos: yo produzco cortisol, sí. El cortisol es una hormona muy común que usan todos los sistemas del cuerpo. Frente a una situación de emergencia, el cortisol sube y el sistema inmunitario se debilita. Pero yo no causo el estrés. Terminemos con este error. Es la circunstancia externa lo que hace detonar el mecanismo genético. La muerte de un ser querido o un examen difícil, por ejemplo, no hablan directamente con nosotros, los genes; es el cerebro el que procesa la información.
(Pausa.)
Tiqui: –Escuchen esto: un estudio masivo hecho sobre funcionarios públicos demostró que la categoría del trabajo de una persona predice mejor sus posibilidades de ataque cardíaco que la obesidad, el tabaco o la hipertensión. Por ejemplo, en una oficina, un empleado de cargo intermedio (con cierta responsabilidad) tiene mucho cortisol en la sangre, poca serotonina en el cerebro, vive constantemente estresado, con el sistema inmunológico por el piso. Un empleado de esta categoría tiene cuatro veces más posibilidades de tener un ataque al corazón que una secretaria ejecutiva.

Al fin y al cabo, si en un cuento de Gogol, un serio funcionario ruso puede ser una nariz, ¿por qué Tiqui no va a ser un gen? Pero el recurso no es (peligro que se sortea) una encarnación estilo teatro infantil, que apunta a la literalidad, sino que establece una nueva convención: los genes no se encarnan en arquetipos, sino que hablan, se introducen en la corriente del lenguaje y en esa conversación que es el teatro. Y por supuesto, aquí conversa la ciencia con su público y le cuenta ese cuento con multiplicidad de significados; un cuento lleno de sonido y de furia.

¿Somos nuestros genes? Ensayo de divulgación científica. Funciones sábado 9, 23 y 30 de abril a las 21. Sábado 16, a las 22. Sala Batato Barea. Entrada $ 5. Corrientes 2098. Informes: www.rojas.uba.ar, 4954-5523. A propósito del estreno, el Departamento de Libros del Rojas acaba de publicar el texto que guarda la información genética de la obra, como disparador de reflexiones aún más profundas alrededor de un tema tan esencial como el de la identidad propia.

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