BIOTECNOLOGíA: LOS NUEVOS SERES (NO TAN IMAGINARIOS) DE LA CIENCIA
Es una tenue línea que separa lo razonable del disparate o lo posible de lo execrable. Pero está ahí: mientras unos la observan de lejos con el mismo pavor provocado por lo sagrado, otros la contemplan con el deseo ferviente de quien nace y vive para quebrantar las reglas. La biotecnología cayó como una bomba y desperdigó en su detonación promesas, miedos y fantasías que amplían hiperbólicamente el campo de lo “posibletécnico”. En el límite entre la fantasía y la realidad, las quimeras comienzan a reaparecer ya no como los seres imaginarios protagonistas de leyendas y cuentos infantiles sino como organismos surgidos de manipulaciones experimentales cuyos tejidos son de dos o más clases genéticamente distintas. Entre los griegos tomó la forma de una mezcolanza entre león, cabra y serpiente escupidora de fuego; y los egipcios las imaginaron como sabias esfinges –leones echados en tierra con cabeza de hombre, custodia de sepulcros y templos, llamada por Herodoto “Androesfinge” para distinguirla de la griega, que tiene cabeza y pechos de mujer, alas de pájaro y cuerpo y pies de león. Ahora vuelven a nacer, esta vez en los asépticos laboratorios del mundo, sin el mismo poder mitológico de antaño pero con la capacidad disruptora de estremecer a los tecnofóbicos.
Así es: 20 años después del primer animal transgénico, y sin legislación que lo prohíba, científicos de todo el mundo empiezan tibiamente a poblar el paisaje genético de los más diversos híbridos, mezclas entre humanos y animales, sin fines certeros. Los nuevos métodos de ingeniería genética tiran abajo la barrera de la inmutabilidad y continúan la tradición iniciada en la revolución neolítica. Desde entonces, el ser humano nunca ha dejado de modificar la naturaleza, y con las nuevas posibilidades abiertas por la ciencia, nada indica que la tendencia vaya a aminorar su velocidad (científicos alemanes, por ejemplo, aislaron el gen de la luminiscencia en luciérnagas y lo introdujeron, como una nueva pieza en el rompecabezas molecular, en el código genético de una planta de tabaco que al crecer brilla las veinticuatro horas sin parar).
En su último y polémico libro, El siglo biotecnológico, el economista Jeremy Rifkin apunta sus misiles contra la tecnología genética, las megacorporaciones que inflan los laboratorios de dólares para encontrar una vacuna mesiánica, y critica abiertamente que estos temas no tengan la misma visibilidad pública que las bombas atómicas o la contaminación ambiental.
Fuera de la anécdota, las tecnologías que anidan en la zona más caliente de la ciencia moderna modifican como plastilina la percepción del cuerpo humano y la idea misma de vida. Si el siglo XX fue el de la física –con sus productos insignia, la bomba atómica y el transmisor–, el siglo XXI promete ser el siglo de la biología. Y a cuatro años de su inicio (valga aclarar: el siglo XXI comenzó el 1º de enero de 2001), la promesa se está cumpliendo. A continuación, una lista (arbitraria e incompleta) de los nuevos candidatos a entremezclarse en las hojas de El libro de los seres imaginarios, de Jorge Luis Borges:
• En el Instituto Max Planck de Alemania implantaron células madre humanas en el cerebro de monos para así desarrollar posibles tratamientos genéticos de algunas enfermedades neurodegenerativas, como el mal de Alzheimer o el Parkinson.
• En la Universidad de Reno (Estados Unidos) consiguieron hacer crecer en cincuenta ovejas hígados parcialmente humanos, para futuros xenotransplantes.
• Ya son cosas de todos los días cerdos que producen proteínas humanas, cabras con genes de araña diseñadas para producir un tejido fuerte y biodegradable, y ratones dotados de orejas humanas.
• “GFP K-9” es el nombre de un perro totalmente normal, salvo que su pelo es de color verde fluorescente, gracias a la proteína –llamada GFP, prestada por una medusa– que le incrustaron en su material genético.
• Investigadores de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) ya tienen todo listo para inyectar células humanas en el feto de un ratón.
• En 2003, científicos chinos de la Universidad de Shanghai lograron fusionar con éxito células humanas con óvulos de conejos.
• El año pasado, en la Clínica Mayo, un grupo de científicos desarrolló cerdos con sangre humana en sus venas y arterias.
• “Chuman” es el nombre de un hipotético híbrido entre el ser humano y el chimpancé. También se lo bautizó como “Humanzee”, y hay quienes aseguran que de hecho varios ejemplares de estos nuevos animales ya existen en laboratorios estadounidenses.
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