CRIONICA: LOS CONTROVERSIALES EXPERIMENTOS DEL DR. SAFAR
› Por Esteban Magnani
Resulta cada vez más común que antes de que una banda conocida lance su nuevo CD o que se proyecte en los cines una película muy esperada, haya una copia en Internet con la versión más o menos definitiva. Algo similar está ocurriendo con las noticias científicas, como es el caso del reciente anuncio sobre “los perros zombies” que fue sacada del ciberespacio hacia el mundo masivo de las noticias por el periodismo inglés, que nada tiene que envidiarle al amarillismo vernáculo.
Por debajo de ese titular –que seguramente resultaría irresistible hasta para el mejor editor– hay una investigación llevada adelante en el Pitt’s Safar Center for Resuscitation Research de los Estados Unidos. Allí los investigadores “mataron” 24 perros que, luego de tres horas de muerte cerebral y cardíaca, se levantaron y anduvieron. Los científicos del instituto, quienes todavía no han publicado su trabajo final –por lo que muchos detalles del caso aún se desconocen–, calculan que en un año se podrá repetir el experimento en seres humanos.
Resurrecciones Inc.
El Centro Safar se dedica, en principio, a la poco prometedora tarea de la resurrección de los canes desde 1994. Cabe decir en favor de sus investigadores que el fundador del instituto, el doctor Peter Safar, tiene algo de experiencia en el asunto. Fue él quien inventó la respiración boca a boca en 1956 (hasta entonces se movía los brazos de los pacientes, en un simulacro de bomba de aire, o se introducía un tubo conectado a un respirador por la faringe) y luego los masajes cardíacos, que han servido para resucitar a miles de personas que ya se habían dado por perdidas. Años después, Safar revivió a su propia hija de esta manera, después de que ella sufriera un ataque de asma. Por desgracia para el médico, ya era demasiado tarde para el cerebro, que resultó irrecuperable por haber estado demasiado tiempo privado de oxígeno. La siguiente preocupación del doctor Safar hasta su muerte en 2003 fue, lógicamente, encontrar la forma de lograr que quienes tienen el corazón detenido por más de cinco minutos no sufran lesiones cerebrales permanentes. Sin tratamientos, sólo menos del 25% de los pacientes despierta sin problemas. La obra de Safar, que también incluyó el desarrollo del primer móvil con un servicio de emergencia médica –la ambulancia–, hizo que se lo nominara tres veces para el Premio Nobel de Medicina.
La idea de congelar a alguien por un tiempo para luego resucitarlo no es sólo generar una curiosidad científica sino salvar gente con heridas que les hacen perder mucha sangre. En 1980, Safar y su equipo descubrieron que el mejor método para ganar tiempo sin generar lesiones cerebrales era aplicar una hipotermia moderada, es decir, enfriar el cuerpo a unos 7,2ºC. En sus primeros experimentos se tomaba 12 horas para bajar la temperatura de los perros mientras se aumentaba levemente la presión en la sangre para que circulara a pesar de haberse espesado por el frío. De esta manera logró llegar a los diez minutos de detención absoluta del corazón y de la actividad cerebral sin que se produjeran lesiones. El problema para que el tratamiento funcionara con seres humanos en emergencia era encontrar una forma más rápida de congelar el cuerpo, que fuera más práctica (es decir, que no requiriera la parafernalia de corazón y pulmones artificiales) y que diera más tiempo para actuar a los hipotéticos paramédicos del futuro.
Levantate y anda
En el último par de años la forma de enfriar a los sujetos por más tiempo sin producirles lesiones llegó con una solución salina muy fría que se utiliza para reemplazar la sangre. Los nuevos experimentos permitieron resucitar perros tras dos horas de tener todos los síntomas de la muerte: falta de respiración, pulso y actividad cerebral.
La prueba que se conoció recientemente, cuyos detalles aún no se publicaron pero que llamó la atención de los cibernautas, marcó un nuevo record. Consistió básicamente en reemplazar la sangre de 24 perros con la solución salina fría, pero esta vez con un agregado de oxígeno y glucosa que “alimentó” el cerebro mientras bajaba la temperatura hasta los 7ºC. Los perros permanecieron tres horas con el corazón detenido y sin actividad cerebral, lo que es lo mismo que decir que “murieron” (aunque en un original sentido no irreversible del término) o llegaron al estado de “animación suspendida”, como prefieren llamarlo los médicos.
Cumplido el plazo del experimento, los investigadores comenzaron a reemplazar la solución salina por sangre, dieron oxígeno puro a los perros y aplicaron un pequeño electroshock para hacer arrancar nuevamente los corazones. Al menos 16 de los 24 perros se despertaron sin lesiones cerebrales de ningún tipo, lo que permite a los investigadores ser optimistas acerca de su próximo uso en pacientes humanos. El sistema permitiría salvar a quienes estén a un paso de la muerte y necesiten sólo un poco de tiempo extra, que la vida ya no les puede dar, para llegar a un hospital.
Estos médicos que juegan con la vida y la muerte despiertan polémicas acerca de, por ejemplo, si luego de tres horas de muerte el alma aún se encontraría en el cuerpo humano. Por otra parte, los centros de criogenia, que congelan a los cuerpos humanos recién fallecidos con la esperanza de que luego se los pueda despertar y curar, han logrado una atención renovada, pese a que la hipótesis nunca se verificara. También es posible que, así como muchos nuevos ricos pagaron por visitar el espacio, algunos empiecen a querer viajar a la muerte con el pasaje de vuelta asegurado. Tal vez lo más interesante es que para estos médicos, lejos de todas las especulaciones, lo que están haciendo es algo mucho más simple: el cuerpo humano es una máquina química que se puede arrancar y detener a gusto tal como se hace con un auto, sin necesidad de milagros.
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