Sábado, 7 de octubre de 2006 | Hoy
BIOLOGIA EVOLUTIVA
Cómo es la cueva que se mantuvo aislada del mundo durante cinco millones de años
Por Esteban Magnani y Luis Magnani
El sueño de toda disciplina científica es poder experimentar en un laboratorio con todas las variables controladas para poder llegar a conclusiones lo más ascépticas posibles. Por desgracia para algunas disciplinas, por el tipo de objeto de estudio con que trabajan, esta posibilidad les está vedada; tal es el caso de la astronomía, que debe conformarse con inferir de observaciones de objetos que ya existen, por ejemplo, cómo es la vida de una estrella. Algo similar ocurre con otras disciplinas que, si bien tienen objetos al alcance de la mano, necesitan millones de años para comprobar sus hipótesis. Es lo que ocurre en biología con la teoría de la evolución, que necesita enormes períodos que van desde que una mutación se produce y hasta que se afianza como ventaja adaptativa. El truco típico de los biólogos ha sido experimentar con especies que se reproducen rápidamente como los ratones o las moscas drosophilas, lo que también tiene sus limitaciones.
Sin embargo, el planeta ha tenido una gran gentileza con los biólogos al crear un ecosistema en un cueva/tubo de ensayo que ha permanecido aislada de todo contacto con el exterior. El gigantesco experimento se encuentra debajo de una cantera de explotación comercial en Ramle, centro de Israel. Tiene unos 2,5 km de brazos de distinto ancho y 100 metros de profundidad; pero lo más importante es que las especies que allí se encontraron han permanecido sin contacto con el exterior en los últimos cinco millones de años, hasta que una empresa minera descorchó la cueva y encontró especies únicas que transitaron solas su propio camino evolutivo.
En tiempos prehistóricos, esta zona de Israel con suelos de piedra caliza estuvo cubierta por el Mediterráneo. Al retirarse el agua salada, la lluvia la fue carcomiendo y dando lugar a fantásticas cuevas. Ya en la década de 1950 se había descubierto una de ellas, repleta de magníficas estalactitas y estalagmitas. Lo particular de la cueva encontrada ahora es que luego quedó cubierta por una gruesa capa de decenas de metros de yeso que hasta impiden la entrada de la lluvia.
El recinto de la cueva constituye un extraordinario laboratorio de estudios que aprovecha la Universidad Hebrea de Jerusalén para sacar sus conclusiones. En el interior, ocho especies quedaron aisladas y tomaron su propio camino evolutivo hace cinco millones de años. La diferencia con especies similares del exterior es que se adaptaron a las particularidades de su ambiente, en el que hay un lago cuya temperatura alcanza los 31 grados centígrados, unos 4,5 grados más que el agua que está en la superficie de esa zona, debido a que ha sido alimentado por manantiales surgidos del interior de la tierra.
Pero tal vez la mayor particularidad es que allí obviamente no llega la luz y, por lo tanto, tampoco hay plantas. Su lugar, de alguna manera, lo ocuparon las versátiles bacterias que constituyen el alimento básico del sistema de vida descubierto. Por otro lado, los individuos de las ocho especies encontradas carecen de ojos y esto se debe, indudablemente, a que han evolucionado durante un tiempo muy prolongado en un ambiente sin luz. De la misma manera, el color no representa ninguna ventaja adaptativa por lo que su color claro, que representaría una gran amenaza en el exterior, no puede atraer a ningún predador.
De las ocho especies encontradas cuatro son acuáticas y cuatro terrestres. Si bien los estudios no están concluidos, hay siete que parecen estar relacionadas con especies ya identificadas mientras que la última constituye el primer animal terrestre sin parentesco conocido. De siete de las ocho variedades de crustáceos e invertebrados encontrados se han ubicado ejemplares vivos. La excepción es un pequeño escorpión, aunque los expertos creen que en breve encontrarán algún ejemplar vivo en los extensos pasillos de la cueva.
Entre los acuáticos, el animal más grande encontrado es un crustáceo albino parecido a un escorpión, con forma de cigarro, de unos 5 cm de largo, 6 patas y 2 pinzas. Si bien parece estar relacionado con especies muy raras, halladas solamente en el sur de Italia, la costa de Libia y el norte del mar de Galilea, los tests han demostrado que su ADN y su estructura física son muy distintos, lo que abre toda una discusión acerca de la velocidad en la que se dan los saltos evolutivos y los cambios genéticos que los producen.
La investigación tiene asegurada su continuidad gracias a que los directivos de la fábrica dejarán la cueva abierta y sólo los científicos tendrán acceso. La asepsia del experimento evolutivo y lo limitado de las especies en juego seguramente permitirá no ya demostrar la teoría de la evolución (la cual tiene más que suficiente evidencia en su favor), sino afinarla un poco más. Es posible que se encuentren fósiles en esa oscuridad que arrojen luz acerca de la forma en que trabaja la evolución. Analizando los fósiles tal vez se pueda medir mejor si el cambio es paulatino o a los saltos, la forma en la que actúa la evolución, sus plazos y la magnitud de las mutaciones. Todo gracias a un laboratorio natural, regalo de la naturaleza.
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