Sábado, 11 de noviembre de 2006 | Hoy
CIENCIA Y ARTE: LAS ILUSTRACIONES MEDICAS COMO OBRAS ARTISTICAS
Por ENRIQUE GARABETYAN
Pocas realidades (a)parecen tan diametralmente alejadas una de otra como la medicina y el arte; especialmente en su encarnación gráfica. Pero un mínimo raspado con un simple bisturí puede descubrir que arte y ciencia médica tienen más de un punto de sutura en común. De hecho, la medicina y sus practicantes han sido retratados como tema central en innumerables objetos artísticos, desde jeroglíficos del Antiguo Egipto a contemporáneas fotografías digitales que forman parte de innumerables exhibiciones de museos y de muestras de arte.
También es posible encontrar una rara especialidad artística en la que se manipulan imágenes obtenidas por la aparatología de diagnóstico –tomógrafos, ecógrafos, etc.– que resultan objetos capaces de transmitir mucho más que escueta información médica.
Sea cual sea el sustrato de la obra, lo cierto es que esta disciplina no parece precisamente novedosa. Por ejemplo, hay numerosos jeroglíficos egipcios en los que se demuestran operaciones simples, pero intervenciones al fin. Y muchas están relacionadas con la urología, tal como ocurre con la circuncisión.
Un poco más cercano al presente se verifica en la India. Mientras la cultura occidental radiaba desde su epicentro en Atenas, el cirujano hindú Sushruta escribía, unos 400 años a.C., su tratado Sushruta Asmita. Una parte de ese trabajo sistematizaba más de 72 enfermedades oculares y sus tratamientos, repasando las bases de la primera operación de cataratas de la historia. Esos conceptos fueron ilustrados con grabados que muestran la típica impronta del arte de la India.
De la ciencia y la medicina durante la Edad Media se han dicho muchas cosas, aunque el oscurantismo aparece como el factor central. Sin embargo, esto no significa que no hubiera una práctica médica y que ésta no fuera reflejada en numerosas ilustraciones. Lo cierto es que uno de los primeros textos académicos de la época fue el Chirurgiae Magistri Rogerii, escrito por el maestro italiano Roggerio dei Frugardi, a finales del siglo XII. El libro, que fue adoptado por la entonces joven Universidad de Bologna, está bella y profusamente ilustrado con crudas y coloridas imágenes, donde se describen procedimientos tales como una cirugía de ojos, extracción de pólipos nasales y hasta de hemorroides.
Durante la época renacentista, la anatomía como sujeto del arte volvió, lentamente, a ser considerada viable. Luego de siglos donde la disección de cuerpos humanos era considerada delito, algunas obras como la publicada por el padre de la anatomía, Andreas Vesalius, constituyeron un verdadero punto de quiebre. Su tratado De humani corporis fabrica, aparte de ser señero en su materia, fue ilustrado por el pintor Jan van Calcar, discípulo del reconocido veneciano Tiziano Vecellio.
Para muchos, este libro, además de ser el primer texto moderno sobre anatomía, contiene también uno de los mejores compendios de ilustraciones sobre el cuerpo humano. Y además dio pie a una verdadera escuela de discípulos que han dibujado de incalculables maneras el interior y el exterior del cuerpo humano, tanto enfermo como sano.
En ese tren es imposible no detenerse brevemente en la siguiente estación: Leonardo Da Vinci. Aunque no es mucho lo que puede agregarse a esta altura sobre Leonardo. También en esta materia dejó lo suyo, con trabajos basados, entre otras cosas, en algunas de las 30 disecciones de cuerpos de las que participó a lo largo de muchos años.
Menos conocido que el trabajo de Da Vinci, pero ya apuntando a otro plano, es una producción de Rembrandt Harmenszoon van Rijn, que a los 26 años plasmó “La lección de anatomía del doctor Nicolaes Tulp”. Y no está de más recordar que en 2004, la revista The New England Journal of Medicine publicó un artículo donde la neurobióloga Margaret Livingstone sugería que parte de las habilidades de la mano de este holandés podría basarse en un... ¿defecto de nacimiento? Sus ojos fallaban al alinearse. En otras palabras, es posible que Rembrandt sufriera de estrabismo y eso fuera un verdadero plus a la hora de pintar.
A fines del siglo XIX, Henri Toulouse-Lautrec fue una de las almas artísticas francesas. Sus trabajos más conocidos retratan incontables escenas parisinas. Pero en sus 36 años de vida, antes de que el alcohol y la sífilis acabaran con él, también tuvo tiempo para dedicar alguna obra a la medicina. En 1891 creó un trabajo donde retrataba al por entonces conocido doctor Jules-Emile Pean operando –posiblemente de amígdalas– a uno de sus pacientes.
Casi contemporáneo al francés, el muralista mexicano Diego Rivera también incursionó en la temática médica, tanto al fresco como en óleos sobre tela y carbonillas. Pero entre los más reconocidos por su belleza y complejidad están dos grandes murales, de brillantes colores, dedicados a la historia de la medicina, con énfasis en la cardiología, que pintó en las paredes del actual Auditorio de la Universidad Ibero-Americana, en México DF. La obra la hizo entre 1943 y 1944. También su esposa, la sufrida Frida Kahlo, fue sujeto y objeto de la medicina durante interminables años. Desde que contrajo poliomielitis, en 1910, su vida fue un continuo desfilar de enfermedades, lesiones, accidentes y operaciones.
Trabajar creando objetos de arte con imágenes de los órganos no es tan raro. Y son muchos los artistas contemporáneos que lo han ensayado. En forma aleatoria es posible hablar, por ejemplo, de Helen Chadwick. La británica, fallecida en 1996, tiene varias series de trabajos relacionados con el cuerpo. Por ejemplo, Viral Landscapes (Paisajes virales), donde juega con imágenes sobrepuestas de células de su propio cuerpo sobreimpresas en fondos de fotografías de paisajes costeros. Aunque más impresionante es su colección Unnatural Selection (Selección no natural), donde trabajó artísticamente con imágenes de embriones descartados tras procedimientos de fertilización in vitro.
Y tras este rápido repaso por algunos mojones de la historia del arte, es posible deducir que el “buen arte médico” no consiste solamente en la habilidad de cuidar, contener y sanar.
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