Sábado, 27 de julio de 2002 | Hoy
Tanto a los médicos
como a las personas que de alguna forma depositamos en sus manos la administración
y el cuidado de nuestra salud y ni qué decir a la industria farmacéutica
nos seduce la idea de que todo se cure con el simple acto de ingerir una pastilla.
Que una insignificante píldora pueda mantenernos a resguardo de la enfermedad,
y de yapa nos vuelva fuertes y longevos sin mayor esfuerzo de nuestra parte,
ha sido y es uno de nuestros sueños más preciados.
Efectivamente, algo de eso pensamos o nos hicieron pensar con relación
a las terapias de reemplazo hormonal (TRH) que desde la década del 40
son indicadas a millones de mujeres en el mundo. Mujeres que luego de dejar
atrás la menopausia (es decir, la última menstruación)
se internan sin la protección que antaño les brindaban sus hormonas
femeninas en el climaterio, aquella etapa de la vida en la que las afecciones
cardiovasculares son la principal causa de mortalidad.
Y es que estas terapias que se nutren de los estrógenos y, en muchos
casos, de su socia la progesterona, no sólo cobraron fama por su ampliamente
demostrada efectividad para combatir los calores, la sudoración nocturna
y la sequedad vaginal que afectan a un alto porcentaje de mujeres a partir de
la menopausia. Es más, las terapias de reemplazo hormonal fueron presentadas
como la panacea de la mujer en el climaterio. Pero los más recientes
datos revelan que el dúo estrógeno-progesterona (y, como veremos
también, los estrógenos en soledad) no ha estado a la altura de
las expectativas. Los resultados preliminares del primer estudio a gran escala
que se propuso comparar los riesgos y beneficios que implica a largo plazo dicho
tratamiento hormonal contradicen las promesas de salud femenina, promesas que
dicho sea de paso ya habían sido cuestionadas en los últimos años
por más de una voz autorizada. Resultados preliminares porque justamente
la noticia (tal como se informó en Página/12 el pasado 19 de julio)
es que el estudio en cuestión, que abarcó a más de 16.000
mujeres posmenopáusicas durante un promedio de 5,2 años, debió
ser cancelado por la máxima autoridad sanitaria de los Estados Unidos
antes de la fecha prevista para su conclusión. Y no fue por capricho:
contra todas las apuestas, los primeros resultados revelaron que las terapias
hormonales combinadas no sólo no brindaban protección cardiovascular,
sino que además elevaban el riesgo de sufrir una agresiva forma de cáncer
de mama.
La noticia cayó como una bomba. Un solo dato: el día en que se
dieron a conocer estos resultados se registró en la Bolsa de Nueva York
una caída del valor de las acciones de Wyeth (uno de los laboratorios
líderes en la elaboración de estrógenos y progesterona)
de más del 24 por ciento; y no es para menos, ya que estas hormonas representan
el 14 por ciento de sus ventas, un mercado para nada despreciable de 2,07 mil
millones de dólares al año.
Sin embargo, no cabe duda de que quienes han sentido más el impacto de
la noticia son aquellas mujeres que se encuentran actualmente en tratamiento
con estrógenos y progesterona. Son millones las que deben estar preguntándose:
¿qué es lo que debo hacer al respecto? Tratemos entonces de arrimar
un atisbo de respuesta.
Una inesperada
visita del cartero
El
9 de julio último, algo más de 16.600 mujeres norteamericanas
de entre 50 y 79 años recibieron por correo una carta de los Institutos
Nacionales de Salud (NIH), la máxima autoridad en lo que hace a investigación
médica de los Estados Unidos. La misiva decía palabras más,
palabras menos, y en inglés que habían tomado la decisión
de darle un fin anticipado al ensayo clínico del que estaban participando,
debido a que las hormonas que habían tomado por más de cinco años
causaban más perjuicios que beneficios en materia de salud. Amablemente,
sugerían discontinuar la terapia.
Ese mismo día, las autoridades sanitarias dieron a conocer el siguiente
comunicado de prensa: El Instituto Nacional del Corazón, el Pulmón
y la Sangre (NHLBI) de los Institutos Nacionales de Salud han detenido tempranamente
un importante ensayo clínico sobre los riesgos y beneficios de la combinación
de estrógenos y progesterona en mujeres menopáusicas sanas debido
a un incrementado riesgo de cáncer de mama invasivo.
Pero esto (que no es poco) no fue lo único que habían encontrado
tras analizar los resultados preliminares... El gran ensayo clínico
multicéntrico, un componente de la Iniciativa de Salud de la Mujer (WHI),
también halló incrementos en enfermedad coronaria, accidente cerebrovascular
y embolismo pulmonar entre las participantes que tomaban estrógeno y
progesterona, en comparación con las mujeres que tomaban píldoras
de placebo.
¿Eran todos nubarrones los que poblaban el horizonte de la terapia de
reemplazo hormonal? Y, en todo caso, ¿cuál es el resultado de
la ecuación riesgo-beneficio? Encontramos ciertos beneficios del
estrógeno sumado a la progesterona, incluyendo menos casos de fracturas
de cadera y de cáncer de colon, pero el balance revela que los daños
son mayores que los beneficios sentenciaba el comunicado. El estudio,
que estaba previsto que siguiera hasta 2005, fue detenido luego de un promedio
de 5,2 años de seguimiento.
Numeros en rojo
Vayamos
a los números. El estudio reveló que entre las mujeres que tomaron
estrógenos y progesterona el riesgo de cáncer de mama invasivo
había aumentado un 26%. Y no sólo eso: el riesgo de sufrir un
accidente cerebrovascular aumentó un 41%, el de sufrir un infarto de
miocardio un 29%, el de sufrir afecciones cardiovascular un 22% y el de sufrir
tromboembolismo venoso, para no ser menos, se duplicó. ¿Existe
otra forma de expresar estos resultados?
Los resultados del WHI nos dicen que durante un año, entre 10.000
mujeres posmenopáusicas con útero que están tomando estrógeno
más progesterona, habrá ocho casos más de cáncer
de mama invasivo, siete casos más de infarto de miocardio, ocho casos
más de accidente cerebrovascular y 18 casos más de (taponamiento
de arterias debido a) coágulos sanguíneos, incluyendo ocho con
coágulos en los pulmones, que entre un grupo similar de 10.000 mujeres
que no están tomando hormonas, explicó el doctor Jacques
Rossouw, uno de los directores del WHI.
Este es un incremento anual del riesgo para cada mujer individual relativamente
pequeño moderó Rossouw; las mujeres que han participado
del estudio y las mujeres que han estado tomando estrógeno y progesterona
no deberían alarmarse innecesariamente. De todos modos, incluso los pequeños
riesgos individuales, con el tiempo y sobre una base poblacional amplia, suman
hasta decenas de miles de estos serios efectos adversos para la salud.
Vale agregar que son seis los millones de mujeres que toman el dúo estrógeno-progesterona
sólo en los Estados Unidos.
Pero como dijimos más arriba, sólo dos de las variables monitoreadas
en el estudio WHI arrojaron resultados positivos: la hormonoterapia combinada
redujo en un 37% el riesgo de cáncer colorrectal y disminuyó un
24% el riesgo de fracturas asociadas a la osteoporosis (principalmente el de
fractura de cadera). ¿Cuál es entonces el balance riesgo-beneficio
del uso prolongado de estrógenos y progesterona? Veamos algunas opiniones
autorizadas.
Opiniones autorizadas
No
cabe duda de que la tajante decisión de los norteamericanos Institutos
Nacionales de Salud ha significado un quiebre en la historia de la terapia de
reemplazo hormonal. Mientras los integrantes de la comunidad médica se
reúnen para debatir si ha sido acertada la decisión del NIH, son
pocas las voces que comentan lo sucedido. Durante mucho tiempo hemos buscado
la respuesta a la pregunta: ¿la terapia hormonal posmenopáusica
previene la enfermedad cardíaca y, si es así, cuáles son
los riesgos? La respuesta última del WHI es que esta forma combinada
de terapia hormonal no parece beneficiar al corazón, se atrevió
a decir una voz oficial, la del doctor Claude Lenfant, director del NHLBI.
Los riesgos cardiovasculares y oncológicos del estrógeno
sumado a la progesterona superan a los beneficios opinó el doctor
Lenfant, y un 26 % de incremento de riesgo de cáncer de mama es
un precio demasiado alto para pagar, incluso si hubiera un beneficio cardíaco.
Del mismo modo, los riesgos superan a los beneficios de menores fracturas de
cadera. Este análisis cobra mayor vigor en tanto existen numerosas
y probadas formas alternativas de afrontar los riesgos de descalcificación.
Y lo mismo puede decirse de la prevención cardiovascular. Las mujeres
menopáusicas que hayan sido candidatas al estrógeno sumado a la
progesterona deberían optar por tratamientos en los que haya sido bien
probado que reducen el riesgo de enfermedad cardiovascular, incluyendo medidas
para prevenir y controlar la alta presión arterial, los niveles altos
de colesterol en sangre y la obesidad. Este esfuerzo no podría ser más
importante: la enfermedad cardíaca sigue siendo el asesino número
uno de mujeres en los Estados Unidos, completó el doctor Lenfant.
Las mujeres que actualmente están tomando estrógeno más
progesterona deberían tener una seria charla con sus médicos para
ver si deben continuar (en tratamiento). Si están tomando esta combinación
de hormonas para un alivio de los síntomas a corto plazo, quizás
sea razonable que continúen en tanto es más probable que los beneficios
superen a los riesgos. Es el uso a largo plazo para la prevención de
enfermedad el que debe ser reevaluado debido a los efectos adversos notificados
por el WHI, opinó por su parte el doctor Rossouw.
Otros especialistas han hecho hincapié en el aumento del riesgo de cáncer
de mama. Para Leslie Ford, director asociado de investigación clínica
de la División de Prevención del Cáncer del Instituto Nacional
del Cáncer (NCI), de los Estados Unidos, las mujeres (que participaron)
del WHI, al igual que las mujeres que han tomado hormonas por cualquier razón
y que las mujeres de más de 40 años deberían seguir con
regularidad los programas de diagnóstico de cáncer mamario para
permitir la detección del cáncer mamario lo más precoz
que sea posible.
En cuanto a la reducción del riesgo de cáncer colorrectal
entre (las mujeres) del WHI (este resultado es) intrigante, pero el balance
entre daño y beneficio no justifica que ninguna mujer comience o continúe
a tomar estrógenos más progesterona para este propósito,
agregó el doctor Ford.
Un tiro de gracia
Si
bien fueron dados a conocer con anterioridad debido a la importancia de
la información, los resultados del estudio WHI sobre los efectos
a largo plazo del dúo estrógeno-progesterona fueron publicados
una semana más tarde en el prestigioso The Journal of the American MedicalAssociation
(JAMA). En ese mismo número, el correspondiente al 17 de julio, fueron
publicados los resultados de otro igualmente extenso ensayo clínico,
cuya publicidad sonó a tiro de gracia para las terapias de reemplazo
hormonal.
Aquí vale hacer una aclaración: el estudio WHI dijo mucho sobre
la combinación estrógeno-progesterona, pero nada sobre el uso
de estrógeno solo. Dicha combinación de hormonas tiene una razón
de ser: se sabe que la administración de estrógenos eleva de seis
a ocho veces el riesgo de cáncer de endometrio; es para reducir ese riesgo
que se lo combina con progesterona. Por eso es que el uso de estrógenos
(sin progesterona) sólo se indica en aquellas mujeres a las que se les
ha practicado con anterioridad una histerectomía.
El asunto es que la citada edición del JAMA publicó los resultados
de un estudio realizado por el Instituto Nacional del Cáncer (NCI), de
los Estados Unidos, que se basó en el seguimiento de más de 44.000
mujeres posmenopáusicas durante nada menos que veinte años. Y,
de nuevo, malas nuevas: En comparación con las mujeres que no usaron
terapias de reemplazo hormonal, las que recibieron estrógenos (sin progesterona)
tuvieron un aumento del riesgo de desarrollar cáncer de ovario del 60%
informaron. El riesgo fue mayor en relación directa con la
duración del tratamiento.
En otras palabras: El mayor hallazgo de nuestro estudio fue que las mujeres
posmenopáusicas que usan terapias de reemplazo de estrógeno durante
diez o más años presentaban un riesgo significativamente mayor
de desarrollar cáncer de ovario, con relación a las mujeres que
nunca usaron estas terapias, afirmó el autor principal del estudio,
el doctor James Lacey.
Lecturas posibles
Las
cartas están sobre la mesa. Los partidarios de las terapias de reemplazo
hormonal dirán que están mal barajadas (el estudio fue mal diseñado,
los datos mal analizados, la decisión apresurada, etcétera), sus
detractores a ultranza dirán que la partida ha finalizado y enviarán
los estrógenos (con progesterona incluida) al museo de la historia de
la medicina. Lo que podemos sospechar es que éste no es el fin de la
historia de las terapias de reemplazo hormonal, y que las noticias no se harán
esperar.
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