Sábado, 9 de febrero de 2008 | Hoy
FISICA, HISTORIETAS Y COMICS
Rayos de sol que iluminan hacia arriba, sombras de personajes que no coinciden con sus cuerpos y futbolistas que avanzan mientras sus rivales flotan en el aire son representaciones sobre las que se puede aplicar ¿por qué no? una mirada con cierto rigor físico: ni es verdad que en el vacío no haya gravedad, ni puede ignorarse el principio de acción y reacción.
Por Claudio H. Sanchez
En una reciente historieta de Gaturro, el personaje pasa todo el día durmiendo la siesta al calor de un rayo de sol que se filtra por la ventana. A medida que pasa el tiempo, debe ir cambiando su posición porque el rayo que lo calienta también se va corriendo. En el último cuadro, Gaturro está trepado a un jarrón ubicado sobre una mesa, para alcanzar el rayo, que ya ilumina el techo.
La imagen de Gaturro esforzándose para sostenerse contra el techo, aunque incapaz de abandonar su siesta, es graciosa. Pero pocos habrán notado el imposible físico que encierra la imagen: un rayo de sol nunca puede iluminar hacia arriba.
Cuando el sol está en el horizonte, sus rayos son horizontales (como su nombre lo indica). Para que ilumine hacia arriba debería bajar aún más. Pero si baja más allá del horizonte, desaparece.
Por supuesto, el dibujo recurre a esta “licencia física” para lograr un efecto cómico, y está muy bien. Pero nada nos impide leer una historieta con espíritu científico.
Para esto no es necesario que la historieta contenga algún tipo de “error” científico. También es interesante descubrir aciertos. Por ejemplo, en una historieta de Rep, uno de los bebés le habla a la luna creciente, pidiéndole que encuentre a su “novio”.
En el último cuadrito, otro de los bebés dice: “¿Qué tiene que hacer un bebé argentino como yo en Nueva York?”. En este cuadrito también aparece la luna, que también es creciente, pero que tiene sus cuernos apuntando hacia el otro lado, tal como se la ve desde el Hemisferio Norte.
En un chiste de Caloi, un futbolista avanza con la pelota mientras sus rivales flotan a su alrededor. Al respecto, un compañero comenta: “Con la pelota es horrible, pero fijate qué capacidad para provocar el vacío”. Caloi aquí incurre en el error, generalizado, de asociar vacío con ausencia de gravedad. Tal vez porque, según se cree, en el espacio exterior no hay aire ni gravedad.
Pero vacío e ingravidez son dos cosas completamente distintas y, además, en el espacio sí hay gravedad. Cuando vemos a un astronauta flotar libremente en el espacio, no es porque esté libre de la atracción terrestre sino porque esa atracción lo impulsa tanto como a la nave que flota junto a él y a la cámara que lo está filmando.
Un malentendido parecido aparece en una vieja tira, Solcito, que tenía como protagonista al mismísimo Sol. Este se queja de una fractura y, cuando le preguntan si es grave, contesta: “Claro que no, si en el espacio no hay gravedad”.
Un ejemplo más interesante de fenómenos físicos en las historietas aparece en un episodio de Mafalda, donde el padre comenta una frase atribuida a Mao Tsé-Tung, en los tiempos de la Guerra Fría. Decía que si los setecientos millones de chinos (tal era la población por aquel entonces) se ponían de acuerdo y daban al mismo tiempo una patada en el suelo, el resto del mundo lo iba a pasar mal.
Una versión más elaborada de este cuento dice que, saltando desde un par de metros de altura, la energía de los setecientos millones de chinos chocando contra el suelo podría producir un terremoto en California, zona (ya) de por sí inestable y particularmente expuesta a los terremotos.
Lo cierto es que esos setecientos millones de personas saltando o pataleando no producirían un efecto especialmente dañino. Y eso puede calcularse. La energía de un cuerpo que cae se conoce perfectamente: hay que multiplicar la masa del cuerpo por la altura desde la que cae y por un factor que se llama aceleración de la gravedad.
Si consideramos 700 millones de personas, con un peso de 50 kilogramos cada una (hay que promediar adultos y niños) dejándose caer desde dos metros de altura, se obtiene una energía de unos 200 mil kilovatios hora.
Esta energía es equivalente a unas 160 toneladas de TNT. Eso es mucho menos que las 20.000 toneladas liberadas por la bomba de Hiroshima. No parece que las potencias occidentales deban preocuparse por la bomba gravitatoria china, aunque desde los tiempos de Mafalda, los chinos ya sean mucho más que setecientos millones.
Esto de sacudir la Tierra mediante un salto colectivo remite al “salto mundial” propuesto entre 2005 y 2006 por un tal Hans Peter Niesward, profesor de física de la Universidad de Munich.
Niesward propuso que seiscientos millones de personas saltaran al mismo tiempo el 20 de julio de 2006, fecha que sería bautizada como World Jump Day, o Día del Salto Mundial.
Según los cálculos del profesor, la sacudida que este salto produciría sobre la Tierra alteraría su órbita, alejándola del sol y resolviendo así el problema del calentamiento global.
Niesward basa sus cálculos en los supuestos efectos de un cometa que cayó en la Tierra hace mucho tiempo. Pero, tal como se acaba de calcular, la energía desarrollada en un salto mundial es despreciable desde el punto de vista de un efecto global.
Además, el caso de un cometa que cae es completamente diferente del de las personas que saltan y no hace falta hacer ningún cálculo para demostrar que la órbita terrestre no se modificaría saltando: para alterar el movimiento de la Tierra, ésta debe recibir un impulso desde el exterior (como cuando cae un cometa) o hacerlo hacia el exterior (como cuando se envía un cohete al espacio).
Un impulso realizado sobre la Tierra, desde la misma Tierra, no produce ningún efecto neto. Sería como pretender impulsar un barco haciendo que los marineros soplen sobre las velas.
Podría pensarse que el Principito (aquel que vivía en un planeta “apenas más grande que él”) sí podría alterar el movimiento de su planeta con un salto adecuado. Pero no es cuestión de tamaño sino del principio de acción y reacción: todo lo que el Principito haga sobre el planeta, el planeta lo hará sobre el Principito.
Por ejemplo, el Principito se trepa a un árbol y se deja caer. Puede ser que la fuerza del impacto del Principito sobre el planeta lo desvíe ligeramente en una dirección. Pero, al mismo tiempo, el planeta le aplicará una fuerza que impulsará al Principito en la dirección opuesta. Luego de algunos segundos, el Principito volverá a caer. La fuerza de gravedad que hace caer al Principito hacia el planeta, también atrae el planeta hacia el Principito. Cuando ambos se juntan, cuando los pies del Principito se apoyan en el suelo, ambos han retornado a su posición inicial.
El Día del Salto Mundial pasó y, hasta donde se sabe, la órbita terrestre no se modificó. Con salto o sin salto.
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