Sábado, 29 de marzo de 2008 | Hoy
ASTRONOMIA: EL ESTALLIDO COSMICO MAS PODEROSO JAMAS OBSERVADO
¿Qué sería de nosotros si una gran explosión de rayos gamma estallara en nuestra Vía Láctea, muy cerca de la Tierra? ¿Acaso no será ésta una de las razones de alguna de las grandes extinciones que padeció la vida en nuestro planeta? Lo cierto es que la astronomía y la cosmología no saben qué son estos estallidos que pueden brillar como dos millones de galaxias.
Por Mariano Ribas
Los astrónomos de todo el mundo aún están perplejos: hace poco más de una semana, algo estalló del otro lado del universo con una furia inusitada. Fue un destello de radiación más brillante que dos millones de galaxias juntas. Nunca antes se había visto así. De hecho, aquella explosión, ocurrida a miles de millones de años luz de la Vía Láctea, alcanzó un brillo suficiente como para poder verse, fugazmente, a ojo desnudo. La alarma llegó desde un observatorio espacial de rayos gamma de la NASA. E inmediatamente, algunos telescopios terrestres apuntaron hacia el lugar indicado para observar el “resplandor” del postestallido. Ahora, pasado el shock inicial, es tiempo de tratar de entender lo que pasó.
Y lo que pasó fue un GRB. El más extraordinario de todos los que se hayan observado. GRB es la sigla en inglés de Gamma Ray Burst, o estallidos de rayos gamma. Los primeros fueron detectados, de modo accidental, por satélites militares a mediados de los años ’60, pero durante décadas poco y nada se supo de estos breves (duran minutos, a lo sumo), pero extremadamente intensos chorros de radiación ultraenergética, que parecían provenir, regularmente, de distintas zonas del espacio (los rayos gamma son las radiaciones de mayor energía y menor longitud de onda del espectro electromagnético).
Pero ya a comienzos de los años ’90, y de la mano del Observatorio Compton de Rayos Gamma de la NASA, los GRB comenzaron a revelar parte de su misterio: por empezar, se trataba de fenómenos muy lejanos. ¿Cuán lejanos? En principio, parecían ajenos a nuestra galaxia. Años más tarde, en 1997, varios supertelescopios (entre ellos, el Hubble) afinaron los datos: observando y analizando, por primera vez, dos débiles rastros de luz visible asociados a dos GRB (detectados por otro observatorio de rayos gamma, el ítalo-alemán BeppoSAX), los astrónomos calcularon que ambos estallidos cósmicos habían ocurrido a varios miles de millones de años luz.
No cualquier cosa podía producir cataratas de rayos gamma de tal intensidad que, a pesar de atravesar distancias cosmológicas, llegaban a la Tierra y sacudían alegremente a los sensores del Compton y el BeppoSAX. ¿Supernovas? No, ni la más poderosa de las supernovas podría imitar algo así. Y mucho menos al mega GRB observado hace unos días.
La bomba estalló a las 3.12 de la mañana (hora argentina) del pasado miércoles 19. En ese momento, una brutal andanada de rayos gamma sacudió los sensores del telescopio BAT (por Burst Alert Telescope), uno de los instrumentos del observatorio espacial Swift, de la NASA (lanzado a fines de 2004, y que orbita a la Tierra a 600 kilómetros de altura).
A diferencia de otros telescopios espaciales (como el Hubble o el Spitzer), el Swift mira el universo en rayos gamma, rayos X y luz ultravioleta. Radiaciones muy energéticas, de alta frecuencia y corta longitud de onda, asociadas a objetos muy calientes y fenómenos de extrema violencia. Por eso, el Swift es una herramienta ideal para detectar supernovas.
Pero también para observar estallidos de rayos gamma: de los cientos de GRB que lleva registrados el Swift, el del miércoles 19 fue el más potente. Provenía de una zona del cielo ocupada por la constelación del Boyero. En cuestión de segundos, el satélite giró y apuntó sus otros dos telescopios (el ultravioleta/óptico y el de rayos X) para ver y fotografiar el estallido en otras longitudes de onda.
Y, además, les dio el alerta a grandes observatorios terrestres, como el Hobby-Eberly Telescope, en Texas, y el monumental Very Large Telescope (VLT), en el norte de Chile. Unas horas más tarde, estos monstruos ópticos desmenuzaron la luz visible correspondiente al post-estallido de rayos gamma. Y los datos que afloraron dejaron a los astrónomos boquiabiertos.
“Al principio, todos creíamos que este estallido de rayos gamma era relativamente cercano”, dice el astrónomo danés Paul Vreeswijk, líder del equipo de científicos que estudiaron el fenómeno con el VLT. Pero no: teniendo en cuenta el “corrimiento al rojo” de la luz, resultó que el estallido había ocurrido a 7500 millones de años luz de distancia.
Y, por lo tanto, hace 7500 millones de años (antes de que naciera el Sistema Solar). Una distancia impresionante, a más de la mitad de camino de los límites del universo observable. Por otra parte, datos provenientes de otros telescopios que observaron el “flash óptico” en “vivo”, determinaron que durante unos segundos, esa cosa se encendió en luz visible alcanzando una magnitud visual de 5.
En buen criollo, eso significa que la explosión, ocurrida del otro lado del universo, pudo verse débil y fugazmente a ojo desnudo. Las palabras del astrónomo Stephen Holland, integrante del equipo del Swift, impactan: “Si alguien hubiese estado mirando el cielo en el lugar correcto y en el momento correcto, hubiese visto el objeto más distante jamás observado por ojos humanos sin ayuda óptica”.
Hasta ahora, no existe ningún reporte visual de astrónomos profesionales o aficionados. ¿Habrá habido alguien que, sin saber nada del asunto, esa madrugada miró por casualidad hacia el Boyero, y vio esa lucecita que se encendía y se desvanecía en cuestión de segundos? Quizá nunca lo sabremos.
El histórico estallido de rayos gamma tiene nombre y apellido: GRB 080319B, una sigla que no sólo indica la fecha, sino también que fue el segundo fenómeno de su clase observado aquel día. Y hubo otros dos, cuatro en total, todo un record aparte para el Swift. Pero GRB 080319B fue, por lejos, el más potente de esa jornada. Y mucho más que eso. Tomando en cuenta su distancia y su brillo aparente (en distintas longitudes de onda), se estima que esa cosa brilló como dos millones y medio de galaxias, equivalentes a la Vía Láctea. Tremendo como suena, fue la explosión más poderosa jamás registrada en toda la historia de la astronomía.
¿Pero qué fue GRB 080319B? A decir verdad, nadie sabe exactamente qué clase de fenómeno se esconde detrás de un estallido de rayos gamma. Las hipótesis más fuertes tienen que ver con los catastróficos finales de las estrellas supermasivas: podrían ser las monumentales explosiones y colapsos estelares que llevan a la formación de agujeros negros.
O quizá, la colisión de estrellas de neutrones, los pequeños cadáveres hiperdensos de extintos y gigantescos soles. Estos fatales procesos generarían temperaturas de millones de grados, violentísimas colisiones de materia y chorros “bipolares” de materia y energía.
Potentísimos haces que al pegar en el medio interestelar circundante, lo calentarían, haciéndolo brillar. Y que, eventualmente, hasta podrían quedar directamente dirigidos y concentrados hacia nuestra visual, lo que justificaría, tal vez, su extrema intensidad, aun a distancias de miles de millones de años luz. Pero también, los GRB podrían ser causados por fenómenos absolutamente desconocidos.
Sean lo que fueren, si una de estas cosas ocurriera dentro de la propia Vía Láctea, las consecuencias serían verdaderamente espantosas para la Tierra. Hay quienes sostienen que, quizás, algunas de las grandes extinciones terrestres tuvieron que ver con estallidos de rayos gamma cercanos, a apenas decenas o cientos de años luz. Más vale no tener un GRB en la vecindad estelar. Mientras cruzamos los dedos, los científicos recién salen de su asombro, y tanteando en las brumas cósmicas, aún tratan de saber qué fue aquella –afortunadamente– lejanísima gran explosión.
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