Sáb 07.06.2008
futuro

NOTA DE TAPA

Una fuerza misteriosa

Vril por aquí, vril por allá. Al parecer, todos los caminos conducen a lo mismo. Con un simple click sobre el mouse, echando mano a la técnica de búsqueda por excelencia que es googlear, aparece una miríada de temas vinculados con el protagonista de esta nota: catarata de ritmos musicales, resabios de una raza superior e, inclusive, una energía vital y espiritual que se encuentra en el subsuelo de todos los planetas. ¿Podrá la sonda Mars Phoenix hallar vril en el permafrost de Marte?

› Por Pablo Capanna

“Era una noche oscura y tormentosa.” Esta frase, que solía usar el perrito Snoopy cada vez que se ponía a escribir su novela, comparte con otra del mismo autor (“La pluma puede más que la espada”) la fama de ser una de las peores de toda la literatura. Por lo menos así las consideró una universidad norteamericana cuando eligió la frase favorita de Snoopy como lema de un concurso de lugares comunes.

Tanto la noche como la pluma pertenecían a Lord Edward Bulwer Lytton (1803-1873), un político conservador inglés que en sus tiempos gozó de gran popularidad como novelista. Generalmente se lo recuerda por su novela Los últimos días de Pompeya, que contaba la decadencia del imperio romano. Me parece que los académicos yanquis fueron injustos con Lord Lytton.

Cualquiera diría que la frase “era una noche oscura y tormentosa” pudo haber sido original la primera vez que se le ocurrió a alguien, y el hecho de que muchos hayan abusado de ella no alcanza para condenarla. En cuanto a aquello de la pluma y la espada, es un hecho que la espada del poder puede cortar muchas plumas pero no puede evitar que la historia la terminen escribiendo otras tantas plumas.

En cambio, si algo podemos imputarle a Lord Lytton, que además de escritor era muy respetado como mago y ocultista, es que haya puesto en circulación el mito del vril, una suerte de energía misteriosa, inefable y ajena a la física, que parece haberse descontrolado hasta exceder las más locas intenciones de su creador.

LA RAZA FUTURA

Cuando Bulwer Lytton escribió La raza futura (1871), la pensó como una utopía clásica, llena de tediosas digresiones sobre la lengua, las costumbres y las instituciones de sus habitantes. Un año más tarde su rival Samuel Butler ubicaba su utopía, Erewhon, en la poco conocida Nueva Zelanda, pero ya no iban quedando sitios sin explorar. De manera que Lytton optó por irse al subsuelo, e imaginó una Tierra hueca.

La novela contaba la historia de un viajero yanqui que se caía por el pozo de una mina de carbón. De este modo, accedía a un mundo dominado por una especie humana superior, los vril-ya, que en tiempos remotos se habían refugiado bajo tierra, para evolucionar por carriles distintos de los nuestros.

Fuera de sus insoportables diatribas contra el igualitarismo y la democracia, el libro ofrecía algunas novedades. Para empezar, allí el género dominante era el femenino. Además, todo su progreso se debía al descubrimiento de una energía misteriosa (el vril) que era el secreto tanto de su avanzada tecnología como de la salud y longevidad de sus habitantes.

Los vril-ya la controlaban mediante un bastón, mezcla de varita mágica y espada Jedi. Con él podían curar las enfermedades, licuar las rocas y levantarlas por el aire. Sobre todo, matar los abundantes monstruos que asechaban en las cavernas subterráneas.

Con el tiempo, muchos releyeron la novela creyendo verla como una profecía de la energía atómica, del feminismo y hasta del nazismo, pues en el final la supuesta raza superior se aprestaba a invadir la superficie para someternos o aniquilarnos. De hecho, a los nazis la novela les encantaba.

El vril era una energía física y mental a la vez, que el autor se resignaba a llamar “electricidad” a falta de otro nombre. En su nebulosa descripción, venía a ser algo así como la unificación de las fuerzas físicas con ese poder de la voluntad que tanto exaltaban entonces Schopenhauer y Nietzsche. Pero sobre todo, resultó resistente al paso del tiempo, y produjo una variadísima descendencia que dejó huellas hasta en la Argentina.

Sin embargo, tal como llegó a darse cuenta hasta Madame Blavatsky, que saqueó los libros de Lytton para construir su teosofía, vril venía de “viril” y era apenas una metáfora sexual.

EL EXTRACTO MESOPOTAMICO

El primero que pensó en industrializar el vril fue Napoleón III, que durante la guerra franco-prusiana andaba preocupado por la mala alimentación de sus tropas. Un empresario escocés ofreció como solución su producto: un extracto de carne vacuna y conservantes parecido a los caldos en cubitos de hoy. La espesa jalea se incorporó a la dieta de los soldados, que aún la seguían consumiendo en la Primera Guerra Mundial. Para entonces también se había popularizado como suplemento proteínico en la alimentación infantil. La marca elegida fue Bovril, que mezclaba “buey” con “vril”, aprovechando la fama de Lytton.

La demanda creció al punto que la Bovril Company tuvo que ponerse a criar un millón y medio de vacas, que ocupaban una superficie equivalente a media Inglaterra, en la provincia argentina de Entre Ríos. Con el tiempo también incorporó a su negocio la carne congelada y envasada.

La empresa pasó por varias manos y se sostuvo casi por un siglo, pero no pudo sobrevivir al menemismo, y su actual dueño la cerró en 1991. Para entonces, había alcanzado a darle nombre a la población entrerriana de Bovril, hoy conocida por su Fiesta del Gurí, que sin duda estará bien alimentado.

En cuanto al caldo de carne en cubitos, leemos en un suplemento de economía que acaba de inspirar a un grupo de eximios escritores argentinos, que le dedicaron sus mejores textos.

EL VRIL ESOTERICO

Reciclado por la teosofía, que lo asoció con la superioridad de la raza aria, el vril sedujo al ocultismo. Especialmente a los ariosofistas vieneses de principios del siglo XX, que cumplieron un gran papel en la génesis ideológica del nazismo.

El primero en mencionar este vínculo fue Willy Ley, un ingeniero aeronáutico alemán refugiado en los Estados Unidos, que después de la guerra escribió un sonado artículo sobre las seudociencias en la Alemania nazi.

Ley dijo haber conocido la Sociedad del Vril, un grupo de chiflados berlineses de los años ‘30 que meditaban contemplando una manzana partida al medio, como en ciertos programas de TV argentinos. El dato fue explotado por Pauwels y Bergier, que en El retorno de los brujos se explayaron sobre el tema. Pero inmediatamente cayó en manos de los esoteristas neonazis.

A comienzos de los ‘90, los austríacos Ratthofer y Ettl fundaron una secta gnóstica llamada Sociedad del Templo, para la cual construyeron una increíble mitología, que mezcla nazismo, seudoarqueología, ovnis y ciencia ficción.

Inventaron una supuesta Sociedad del Vril que habría construido los primeros platos voladores y enviado naves espaciales a Aldebarán durante el Tercer Reich. De Aldebarán, por supuesto, venía la raza aria.

Hubo quien desarrolló una suerte de yoga nórdico, destinado a liberar la fuerza del vril. Fue el neonazi chileno Miguel Serrano (amigo de Carl G. Jung y Herman Hesse), que se negó a colaborar con Pinochet porque lo veía peligrosamente izquierdista (sic).

El culto del vril lo comparte con Serrano el satanista californiano Anton Le Vey, Papa de la Iglesia de Satán e ideólogo conspirativo, marcadamente antisemita, uno de cuyos libros fue best seller en Alemania en 1993. Por una suerte de justicia poética, se llama Van Helsing, un nombre que para muchos evoca a Drácula.

Existe una Iglesia de la Vrilología en Little Falls (New Jersey) que vende un abundante merchandising relacionado con el culto del dios Baldur, el neopaganismo y la apología del nazismo. El vril tampoco falta en You Tube (www.youtube.com), donde uno se lo encuentra en oscuros videos que exhiben los planos de supuestos ovnis de fabricación nazi.

VRIL POLIRRUBRO

Una modesta pero siempre divertida búsqueda con el Google nos permite apreciar que el vril todavía goza de cierta popularidad en la música popular. Así es como nos topamos con el grupo Shining Vril, de imprecisa localización geográfica, que ofrece “música gnóstica”.

Hay un Theodore Vril, que arranca sonidos metálicos a su guitarra en Cleveland, y el dúo español Vril, de Santa Cruz de Tenerife, que hace un poco de todo: pop, tecno-pop y electrodark. Muy escuchada parece ser la canción Enter vril-ya, del conocido Therion. Como la Argentina no podía estar ausente, en Comodoro Rivadavia hay una banda metálica llamada Vril.

Pero no todo es música. Hay un estudio de decoración Fa-vril en Quito (Ecuador) y una consultora de relaciones humanas (Vril SRL) en Buenos Aires. Alguien ofrece una variante del masaje reiki, de origen “hiperbóreo”, presumiblemente para quien se haya contracturado haciendo el paso de ganso. No falta un Vril mexicano, que hace arte digital, y un cómic llamado El Capitán Gravedad y el Poder del Vril.

Cada vez más intrigados por saber qué es el vril, descubrimos con alborozo a una Wikipedia trucha (“Karma Wiki, la enciclopedia karmatrónica libre”), que para disipar las dudas nos enseña que el vril es “una energía de color verdoso, vital y espiritual, que se encuentra en el subsuelo de todos los planetas”.

Entre sus propiedades está la de alargar la vida y curar las enfermedades. Se dice que también puede ser usada como combustible (si bien hasta ahora se creía que la combustión era la que liberaba energía), y también como eficaz antigravitatorio, pues anula el peso de los cuerpos.

Pero el vril no sólo es accesible a la raza superior o a los turistas de Aldebarán. En la Red también abundan las ofertas de generadores caseros que ponen al vril al alcance de cualquiera. La mayoría de los dispositivos es de estilo oriental y más bien mágico; los hay chamánicos, budistas o standard. Hay uno, tallado por artesanos tibetanos, que relaja y reduce el estrés por solamente 89,95 dólares, aunque puede conseguirse lo mismo en otro sitio por solamente 75 dólares.

Pero el mejor de todos es el que ofrece el Principado de Sealand, de manera enteramente gratuita, para resolver el problema de la energía en el mundo.

LA HOSPITALIDAD MARINA

El autotitulado Principado de Sealand es una “micronación” con una población de 4 o 5 personas, que ha llegado a ser un caso de estudio único para la diplomacia.

Se encuentra en la desembocadura del Támesis. Su “territorio” es una fortificación llamada Roughs Tower que fue emplazada allí durante la Segunda Guerra Mundial y se parece a una plataforma petrolera.

En los ’60 sirvió de refugio a varias radios “piratas” que emitían desde allí para evadir impuestos, hasta que Roy Bates la ocupó en 1967 y proclamó su independencia, reclamando soberanía en un radio de doce millas.

Bates, su esposa y su hijo lo gobiernan con el rango de Príncipes. Tiene bandera, escudo e himno propios. Emite estampillas y tiene como moneda el dólar “convertible”.

En su pintoresca historia, Sealand ha tenido una “guerra” y un “golpe de Estado”, a pesar de que nunca fue reconocido por ningún país. Eso no quita que el sello Sealand tenga una alta cotización en el mundo de los negocios clandestinos. Se han emitido falsos títulos universitarios, licencias de conductor y pasaportes de Sealand, que se cotizan muy bien en el mercado negro: el asesino de Versace llevaba un pasaporte de Sealand.

No hace mucho que la Guardia Civil española frustró un negocio de armamento pesado, que difícilmente sería para la defensa del Principado.

Sealand se ha convertido así en el emporio de la truchada, y no podía estar ausente en la historia del vril.

La página web del Principado anuncia urbi et orbe su aporte a la humanidad. Se trata del Generador Sealand, que produce vril gratuito tanto en forma mayorista como minorista. Recuerda que el poder del vril fue descubierto por Bulwer Lytton, cultivado por teósofos y antropósofos y convertido en tecnología en la Alemania nazi, con platos voladores y todo.

Sus propiedades son variadas: mejora el rendimiento de los motores, fortalece el sistema inmunológico, hace crecer el pelo, ayuda a controlar las emociones y hasta evita reencarnaciones indeseadas.

El documento incluye gráficos y detallados informes del vril aplicado tanto a los motores de auto como a los láseres y al tratamiento del asma. El Principado y su empresa estatal Kosmos Dinamik no se responsabilizan de sus aplicaciones indeseables.

El generador no se vende, pero sí se venden las licencias para producirlo. El vril es la solución para los problemas energéticos, mucho más confiable que las lamparitas de bajo consumo. Hay que ver las cosas que a algunos se les ocurren en una noche oscura y tormentosa.

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