Sábado, 28 de febrero de 2009 | Hoy
Por Leonardo Moledo
¿Por qué aparece acá una novela de mil cien páginas? Porque sin duda es una de las grandes novelas del siglo XX, que recién ahora se publica en castellano. Pero además, porque tiene bastante que ver con la ciencia.
Vida y destino, la típica novela rusa, más à la Tolstoi que à la Dostoievski, con miríadas de personajes (hasta el punto de que la editorial, en un rapto de lucidez, agrega al final unas ocho páginas, donde consta el “reparto”, para facilitar la lectura). Transcurre –y sus personajes se entrelazan– durante la batalla de Stalingrado, es decir, más o menos desde mediados de 1942 hasta los primeros días de febrero de 1943, cuando Von Paulus se rindió con lo que quedaba de su poderoso ejército, y reconstruye el clima bélico (tanto del lado ruso como del alemán), con un verismo digno de La guerra y la paz.
Pero además, dentro del ejército de los dramatis personae uno de los centros de atención es Víktor Pavlovich Shtrum, un físico que se dedica a la investigación nuclear (no hay más remedio en esta reseña que centrarse en él), en uno de los momentos en que ésta viraba decididamente y se encaminaba a la fisión del uranio y a la forma de extraer energía a partir del núcleo atómico, que, presumiblemente, podía desembocar en bombas de una potencia como la que más tarde se conoció.
Y es interesante el panorama de la manera de hacer ciencia en pleno terror estalinista, cuando una palabra de más o de menos podía significar el gulag, y una acusación de “idealismo” podía prevalecer frente a la contundencia de una ecuación.
Verdaderamente, Vida y destino no ahorra nada y sus pavorosas y nutridas páginas se atraviesan sin aliento y de un tirón. Más allá del interés científico de la figura de Shtrum, que se debate contra el disparate estalinista, es una gran, gran novela.
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