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Sábado, 2 de enero de 2010

TEORIA DEL CAOS E INTERPRETACION: DOS VIDAS PARALELAS

Complejidad de la complejidad

Aquí tenemos una reflexión compleja sobre la complejidad y la teoría del caos. Una reflexión sobre la relación entre caos, complejidad y fractales con la interpretación (o hermenéutica), coto de caza que parece –o parecía, más bien– reservado al mundo del texto.

 Por Denisse Sciamarella y Matias Alinovi

Al referirse al caso del militar Juan Perón y del filósofo Walter Benjamin, cuyas vidas comparten tal vez una sola circunstancia biográfica, la de haber intentado cruzar la frontera entre Francia y España en el año 1940, dice Horacio González que el enfoque de las vidas paralelas tiene algo de insensato y que sólo se salva por la generosidad del lector, que disimula la imposibilidad de que existan, alguna vez, dos casos parecidos. Pero aclara después que si nuestro espíritu se halla bien preparado para lo irreductible de cada vida, entonces puede dejarse llevar con docilidad, fingida a veces por la invitación, a contemplar el parecido entre las piezas más distantes de la realidad.

Es notable que la insensatez del enfoque, lo irreductible, se mitiga al comparar ideas. Si todas las biografías son singulares y tendemos a considerarlas como informadas por circunstancias precisas y menudas, las ideas, las estrategias de la razón, en cambio, tienden al parecido –y al traslado plagiario– aun cuando procedan de ámbitos dispares, porque se proponen la generalidad.

EL CAOS PRIMORDIAL

Es materia de discusión si el caos es una teoría meramente matemática, es decir, formal, o si es una teoría fáctica, que tiene algo que decir sobre la naturaleza. La teoría propone herramientas para interpretar datos, no de un problema en particular sino de uno cualquiera. Y ésa es la primera clave: la dinámica caótica puede aparecer en cualquier sistema, en los regidos por la mecánica clásica o por la cuántica; los estudiados por la biología, la medicina o la economía. Antes que la de un objeto o un ámbito particular, los teóricos del caos buscan comprender, y modelar, la dinámica de cualquier fenómeno complejo del que se puedan recoger series de datos. Las herramientas de la teoría conducen, después, a un modelo matemático que ubica esos datos en algún tipo de estructura matemática. Ocurre entonces una ulterior formalización de la complejidad.

Hay un elemento aparentemente paradójico en la oposición entre teoría formal y teoría fáctica. Una ciencia fáctica, como la física, parte menos de los hechos que de una tesis sobre los hechos –de una proposición falsable, en la expresión de Popper–, referida a un ámbito circunscripto. En cambio, una teoría de índole formal aplicada a las ciencias, como la teoría del caos, parte, no de una tesis sino de meros datos empíricos, para llegar, mediante un proceso que es todo su arte, a un modelo matemático. El modelo que resulta no es único: garantizada una complejidad mínima, pueden proponerse distintos modelos de complejidad variable que den cuenta de una misma serie de datos. Es en ese sentido que la teoría del caos opera una suerte de interpretación, una exégesis, o una hermenéutica de los datos de la experiencia. La teoría del caos viene a develar un orden subyacente en el desorden aparente.

LA HERMENEUTICA PRIMORDIAL

A menudo la historia de la hermenéutica se cuenta así: en Grecia, el arte de la interpretación designaba la actividad de traducir los mensajes de los dioses a los hombres. La hermenéutica del racionalismo griego clásico, limitada al dominio de la opinión y no a la ciencia, no ocupaba una posición eminente. Hasta el Iluminismo, la hermenéutica observa el principio según el cual la interpretación se reserva para los textos oscuros. En cambio, la hermenéutica filosófica contemporánea es ubicua: toda comprensión se vuelve interpretación. Nietzsche, Freud y Marx inauguran lo que se conoce como la hermenéutica de la sospecha, la desconfianza de lo evidente en virtud de lo subyacente: el instinto, el inconsciente o la lucha de clases. Ya no hay hechos, sólo interpretaciones.

El paralelo entre el caos y la hermenéutica quedaría expresado de este modo: el caos es a las ciencias naturales lo que la hermenéutica a la filosofía. Ambas estrategias de pensamiento buscan revelar lo hermético, lo que no admite una explicación simple. Para el caos, lo hermético se cifra en una serie de datos; para el hermeneuta, en el discurso fijado en un texto y luego, por extensión, en la realidad misma.

Pero la hermenéutica y el caos comparten también la ambición de no agotarse como meras técnicas interpretativas. Los teóricos del caos alientan la esperanza de que exista una universalidad en los fenómenos caóticos: los sistemas complejos serían diversos, pero la complejidad una sola, regida por una legalidad propia. Es el mismo afán del hermeneuta contemporáneo que aspira a develar el modo en que se desarrolla la interpretación en general.

EL FRACTAL Y EL CIRCULO HERMENEUTICO

El círculo hermenéutico es el problema de la imbricación entre la parte y el todo, entre cualquier pasaje del texto y la obra: no puede comprenderse la parte sin el todo, ni el todo sin la parte. El problema, dirá Heidegger, es cómo ingresar al círculo.

También los teóricos del caos encuentran, en las estructuras matemáticas que estudian, una propiedad que supone una relación particular entre la parte y el todo: el fractal. En el fractal, la parte y el todo están en una relación de similitud: viendo la parte, se ha visto el todo. En el círculo hermenéutico sucede lo contrario: viendo la parte no se ha visto nada, porque la parte no es nada sin el todo.

Quizá la novela La disparition, de Georges Perec, podría ser un ejemplo de fractal y de circularidad hermenéutica. La disparition es un policial en el que el autor narra, sin usar nunca la letra e, la desaparición de un objeto que se describe como circular pero no cerrado, atravesado por un segmento horizontal. Los griegos llamaron lipogramas a los textos en que deliberadamente se omite alguna letra del alfabeto. Desde luego, no todas las supresiones plantean la misma dificultad. Perec eligió temerariamente la e por ser la vocal más común en el idioma francés. Tomás Eloy Martínez escribió alguna vez que la novela lipogramática de Perec era intraducible. Se necesitó un equipo de cinco traductores y siete años de trabajo para desmentirlo. En la traducción castellana de la novela, que se llamó El desencuentro, los traductores evitaron la letra a, la vocal más común de la lengua castellana. Nótese que cualquier pasaje de la novela de Perec respeta una consigna: no aparece la letra e. Pero la letra e, materialmente ausente en cada una de las partes de la obra, es también aquello que no aparece en el relato, en el todo argumental. El ejemplo ilustra entonces la relación de similitud que guardan el todo y la parte en el caso del fractal, e ilustra también la doble dependencia entre la parte y el todo, propia del círculo hermenéutico.

UNA ADVERTENCIA

El hermetismo de los datos empíricos que la teoría del caos busca descifrar se manifiesta en el curso de los años sesenta. Los laboratorios comenzaron registrando resultados que no lograban reproducir. ¿Pero qué es el experimento científico sin la repetición? Aquellos mismos datos empíricos, inicialmente descartados y atribuidos a la impericia del experimentador que los producía, se convirtieron en los primeros indicios de la existencia del caos en la naturaleza.

Si con la teoría del caos los científicos enfrentaron la posibilidad inaudita de hacer ciencia sin repetición, los filósofos contemporáneos afrontan la tarea de hacer filosofía sin fundamentos. El orden matemático en el caos, y la filosofía donde ya no cabe el fundamento: he aquí dos estrategias paralelas de pensamiento. Pero las paralelas no se cortan, y las estrategias que buscan transferir conocimientos del pensamiento científico al filosófico suelen ser más engañosas que esclarecedoras. Las intentaron filósofos como Jean Baudrillard, físicos del caos como James Crutchfield, divulgadores como Paul Davies, premios Nobel versátiles como Ilya Prigogine. Y las intentaron con serias dificultades: evitando apenas la tergiversación, en el mejor de los casos, o sin poder evitar la confusión definitiva, en los peores.

Algunos filósofos de la ciencia, como Paul Feyerabend, han sostenido que el discurso científico es interpretación y que su modo de producción no difiere del de otros discursos. De acuerdo con el anarquismo epistemológico de Feyerabend, las vidas paralelas del caos y la hermenéutica se confundirían en un único movimiento. Pero el cronista de las vidas paralelas lo pierde todo si los rasgos comunes se funden en la identidad: Plutarco deja de existir. En el paralelismo necesariamente respetuoso de las distancias –como quiere el autor del bolero “Propiedad privada”–, la teoría del caos y la hermenéutica contemporánea se afianzan en la historia del pensamiento para construir sentido allí donde, en apariencia, no lo hay.

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