ENTREVISTA CON LA EMBAJADORA ELSA KELLY
Futuro dialogó con la diplomática Elsa Kelly, reconocida defensora en las arenas internacionales del interés estratégico argentino por la actividad nuclear con fines pacíficos. Esta verdadera gladiadora es una de las protagonistas de la recuperación de esta actividad en el país, y esta semana será la sherpa oficial de la presidenta Cristina Kirchner en la Cumbre Nuclear Mundial de Washington.
› Por Ignacio Jawtuschenko
Tal vez las tecnologías han hecho que la textura del mundo sea desconcertante. Lo cierto es que las decisiones que se toman en nombre de la seguridad impactan en el campo del desarrollo tecnológico. Es que estamos acostumbrados a que en esta época la megaciencia y la alta tecnología ocupen las agendas de las cúspides diplomáticas, necesitadas de andamiajes, regulaciones y consensos renovados. Con la cumbre de jefes de Estado de esta semana en Washington se debatirá al máximo nivel uno de los bordes del complejo rompecabezas atómico que desvela al mundo: el de las amenazas terroristas y la no resuelta proliferación de materiales y armamentos nucleares.
Elsa Kelly se siente reconfortada con su designación como sherpa oficial de la presidenta Cristina Kirchner para la Cumbre Mundial Nuclear de Washington, convocada para la semana que viene.
Sherpa es un término acuñado por los ingleses en su larga presencia en Extremo Oriente, en especial, en los montes Himalayas, que reconoce la condición de experto en el terreno de la persona, un perito en la cuestión. Los sherpas son también una de las etnias de la región occidental del Tíbet. Es un pueblo conocedor de cumbres.
Además de ser una experta en la cuestión de la seguridad nuclear, la sherpa Kelly fue embajadora del país ante el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que con sede en Viena, Austria, se ocupa entre otras cosas de lidiar con esta problemática.
En toda Cumbre hay una agenda. El primer día se reunirán los primeros mandatarios y en el segundo se incorporarán representantes del sector industrial en una recepción protocolar. Y luego los industriales discutirán acerca de la seguridad nuclear desde su perspectiva. Habrá que esperar los resultados.
¿Qué expectativas tiene sobre esta Cumbre?
–Las negociaciones tienen un alto nivel de reserva y no se puede adelantar mucho. Creo que se trata de una muy buena iniciativa y que va a tener resultados positivos en términos de seguridad nuclear y, por lo tanto, de no proliferación. Son 44 los jefes de Estado invitados y existe un fuerte trabajo de cooperación mutua por parte de todos los que asisten en los trabajos preparatorios. Se ha logrado sentar en la misma mesa no solamente a los que poseen las armas nucleares sino también a los que poseemos tecnología pero no armas, además de los países que no son parte del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), como Israel, India, Pakistán. Si como resultado de la Cumbre finalmente se llega a un entendimiento político fuerte sobre el tema, será algo muy positivo y podremos hablar de un nuevo consenso.
Siendo el nuestro un país en el que la actividad nuclear persigue fines pacíficos, ¿cuál será la posición que llevará la delegación argentina?
–Lo único que puedo adelantarle es que nuestros principios son que en el marco del total respeto a la no proliferación y a la seguridad nuclear, nada tiene que vulnerar la capacidad argentina para desarrollarse tecnológicamente en todos los campos del área nuclear.
¿Y con respecto al enriquecimiento de uranio?
–Esto incluye, por supuesto, el enriquecimiento de uranio. Porque no se puede tener una política nuclear, que limite los derechos de los Estados garantizados en el Tratado de No Proliferación. Sobre todo porque la Argentina tiene grandes intereses volcados en la comercialización de sus productos. Eventualmente si necesitáramos enriquecer o reprocesar uranio, tenemos que poder hacerlo. Por supuesto, dentro del sistema de salvaguardias, declarando todo lo que hagamos y dándole a la comunidad internacional la plena seguridad y certeza de que no tenemos bajo el poncho una política militar nuclear escondida.
¿Hoy hay algún impedimento formal para que la Argentina vuelva a enriquecer uranio?
–No. Hasta el 20 por ciento de enriquecimiento no hay problema, más allá de eso los países tienen que dar alguna explicación respecto de para qué quieren el uranio enriquecido. Si uno tiene objetivos pacíficos no le pueden cortar el desarrollo. Creo que nosotros estamos en falta con nosotros mismos porque en la década del ’90 se puso un freno a nuestra capacidad tecnológica y científica.
En su opinión, ¿qué significado tuvo para la Argentina la firma del Tratado de No Proliferación (TNP)?
–Pienso que a la Argentina no le convenía quedar al margen de estos regímenes de control. Suscribir el TNP le permitió al país crecer en la cooperación, participar de un ámbito social multilateral en donde somos confiables. La carta de la Argentina es la confiabilidad. En cualquier ámbito de la política exterior cuando se es poco confiable, se pierde mucho.
¿Y haber firmado el TNP nos hace un país confiable?
–Haber firmado y cumplido. Hemos cumplido a rajatabla con nuestras obligaciones. Además hemos avanzado mucho en lo normativo. Hemos separado la CNEA del área de control, que ahora pertenece a la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) totalmente independiente de la actividad de la CNEA. Siempre es perfeccionable, pero somos el único país latinoamericano que logró separar maduramente los intereses del contralor de lo que es la investigación y el desarrollo tecnológico. Eso es muy saludable.
¿Es la Argentina un país atractivo para el terrorismo nuclear?
–No. En el país no hay nada funcionando con un enriquecimiento por encima del 20 por ciento. Es una verdad de Perogrullo que en la Argentina no hay arsenales militares nucleares y a los pocos materiales sensibles, sobre todo los radiológicos que puede haber, se los custodia. Hoy podemos mostrar al mundo adelantos tecnológicos notables en materia de minimización del uranio enriquecido, en lo que somos pioneros. Se trata de una tecnología fuertemente recomendada por el OIEA y que responde al objetivo de minimizar los riesgos en materia de proliferación nuclear y que se orienta hacia una nueva tendencia de la “cultura de la seguridad”.
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