Sáb 23.10.2010
futuro

EL RESONANTE CASO DEL (SUPUESTO) PLANETA EXTRASOLAR GLIESE 581G

¿”Planeta habitable”? ¿”Señal extraterrestre”...? No tan rápido

Hace poco, una impactante noticia astronómica pegó la vuelta al mundo. Fue publicada y comentada en (casi) todos lados. Y a primera vista, no era para menos: con bombos y platillos, un grupo de científicos anunció el descubrimiento de un planeta extrasolar sumamente especial.

› Por Mariano Ribas

Resulta que el planeta Gliese 581g, ubicado a una veintena de años luz del Sistema Solar, parecía reunir ciertas características que, muy a grandes rasgos, lo emparentaban con la Tierra. Principalmente –y no mucho más– por ser relativamente chico y, más importante, por estar ubicado dentro de la “zona habitable” de su sistema, dominado por una modesta estrella rojiza. Eso quería decir, ni más ni menos, que se trataría de un mundo donde las temperaturas podrían ser lo suficientemente templadas como para permitir, atmósfera mediante (otro supuesto), la presencia de agua líquida en la superficie. Y eventualmente, de la mano de lo anterior, ser un escenario apto (sólo apto) para la vida. Nada más. Sin embargo, por aquí y por allá, el término “planeta habitable” fue torcido y retorcido hasta más no poder. Y se escucharon cosas como que Gliese 581g “parecía estar habitado”, o que “nosotros podríamos ir a habitarlo” (porque “era habitable”), cosa tanto o más disparatada. Distorsiones. Ruido molesto en la señal. Nada tan grave, ni tan novedoso, en materia de comunicación de las noticias científicas.

Pero faltaba la frutilla del postre. A poco de conocerse esta novedad exoplanetaria, llegó otra. Curiosamente “acoplada”. Y mucho más espectacular: de golpe, apareció un astrónomo australiano diciendo que, hace un par de años, había detectado una “señal luminosa”, proveniente de la misma región del espacio donde estaría el ahora famoso planeta. Sonaba raro. De hecho, esa versión no fue muy bien recibida por los medios especializados. Más bien, fue casi ignorada. Pero hay más: hace unos días, durante un encuentro de la Unión Astronómica Internacional, científicos europeos, expertos en materia de planetas extrasolares, pusieron en duda la propia existencia de Gliese 581g. Y de lo otro... bueno, ya veremos. Es hora de parar la pelota y ver qué hay detrás de toda esta historia.

GLIESE 581G: ANUNCIO Y DETALLES

Todo comenzó el pasado 29 de septiembre, cuando los astrónomos estadounidenses Steven Vogt (Universidad de California) y Paul Butler (Carnegie Institution, Washington) anunciaron en una conferencia de prensa el hallazgo de dos nuevos planetas extrasolares. Ambos en órbita de la estrella Gliese 581, una “enana roja” situada a 20 años luz del Sistema Solar (las “enanas rojas” son las estrellas más abundantes del universo, y son bastante más chicas, y menos masivas y luminosas que el Sol). Eran el quinto y el sexto planeta descubiertos en torno de esa estrella, y fueron bautizados Gliese 581f y 581g. Antes de seguir, vale la pena aclarar que ninguno de los dos fue observado directamente, sino que, al igual que casi todos los demás exoplanetas encontrados hasta hoy, fueron detectados de modo indirecto, midiendo –mediante espectroscopía (léase, análisis de la luz)– el “movimiento radial” de la estrella. Una suerte de “bamboleo” muy sutil provocado, justamente, por la interacción gravitatoria con sus eventuales compañeros planetarios.

Analizando la intensidad y duración del bamboleo de Gliese 581 (a partir de datos obtenidos con el súper telescopio Keck I, en Hawai, y con otro del observatorio europeo de La Silla, en Chile), estos investigadores determinaron la masa y los períodos orbitales de los nuevos planetas. Y en consecuencia, las distancias entre ellos y la estrella. Con esos pocos

datos, más deducciones teóricas, se armaron los crudos perfiles de ambos. Y resultó que, aparentemente, Gliese 581g era especial: su masa era “apenas” el triple de la terrestre. Y eso solo ya lo ponía entre los más pequeños exoplanetas jamás encontrados. Es más, Vogt dijo que probablemente se trataría de un mundo sólido, rocoso-metálico, “tipo terrestre” (y no un gigante gaseoso y súper masivo, al estilo Júpiter, como la abrumadora mayoría de los planetas extrapolares conocidos). Pero el dato clave era su ubicación: ni muy lejos ni muy cerca de su modesto sol rojizo. Ahí, a unos prudentes 20 millones de kilómetros de su estrella, en plena “zona habitable” de aquel sistema planetario. Una situación que le garantizaría temperaturas templadas, y hasta la posibilidad de tener agua líquida en la superficie. Siempre y cuando contara con una atmósfera, cosa que hoy es completamente imposible de saber, pero que, según Vogt, sería muy probable. Entusiasmado, el astrónomo estadounidense dio un pasito más allá, y dijo que Gliese 581g “podría ser un planeta apto para la vida”. Quizás, tal vez, a lo mejor...

LA SEÑAL

No estaba nada mal: más allá de las especulaciones más o menos optimistas, Gliese 581g se convertía en el primer planeta extrasolar, cruda y muy tentativamente, parecido a la Tierra. La noticia se desparramó y tomó matices de los más variados según sus ocasionales intérpretes. Entonces vino lo otro. Lo llamativamente “oportuno”. En declaraciones al diario británico Daily Mail, el astrónomo australiano Ragbir Bhathal (University of Western Sydney) se despachó diciendo que, a fines de 2008, había detectado un extraño “pulso de luz” proveniente de la misma región del cielo donde está la estrella Gliese 581. “Encontramos una señal muy clara, de tipo láser, justo la clase de cosas que buscábamos”, dijo Bhathal, que dicho sea de paso pertenece a la sección australiana del SETI, el programa mundial de búsqueda (seria) de vida extraterrestre. Lo de Bhathal fue una bomba, y salió en todos lados. Al fin de cuentas, detrás de la “señal” habría extraterrestres inteligentes, vivitos y coleando. Pero, la verdad, resultaba raro.

Y AHORA, LAS DUDAS

Lejos de cerrarse, el curioso caso de Gliese 581g sigue dando que hablar. Ahora, un reconocido y exitoso grupo de cazadores de exoplanetas directamente ha puesto en duda su mismísima existencia. Tal como acaba de publicarse en la revista Science, durante un reciente encuentro de la Unión Astronómica Internacional, celebrado en Turín, Italia, científicos del Observatorio de Ginebra, Suiza, aseguraron que ellos vienen estudiando desde hace años a la estrella Gliese 581. Y que no han encontrado rastro alguno del supuesto “planeta habitable”. Ni tampoco del otro planeta anunciado por Vogt y Butler (el “f”). Tras analizar el movimiento radial de Gliese 581 durante seis años y medio, durante los cuales realizaron 180 mediciones, el astrónomo suizo Francesco Pepe dijo “no hemos encontrado ninguna evidencia de la existencia de ese planeta”. Pero, nobleza obliga, reconoció que él y sus colegas tampoco pueden descartar su existencia.

¿Y la supuesta “señal”? Qué mejor que escuchar la opinión del patriarca del SETI, el doctor Frank Drake, que está en el tema desde hace ya medio siglo. En recientes declaraciones a la famosa página especializada Space.com, dijo: “Sí, conozco a ese científico (por Bhathal), pero cuando él hizo el primer anuncio sobre esa fuente de luz, se negó a decir de dónde venía”. En las mismas declaraciones, y con innegable fastidio y desconfianza, Drake agrega: “Me resulta sospechoso, y pienso que es muy improbable que esa supuesta señal venga desde la estrella Gliese 581”.

Los anuncios extraordinarios requieren evidencias extraordinarias. Es un lema de hierro de la ciencia, que la separa, radical y elegantemente, del facilismo, la precariedad y el desbocado apresuramiento del pensamiento mágico y seudocientífico. Habrá que ver, entonces, si aparecen las “evidencias extraordinarias” que avalen el dudoso anuncio de “la señal”. En cuanto al “planeta habitable”, la cosa parece mucho más seria. Pero queda bien claro que todavía faltan más estudios, más pruebas y más consenso. No tan rápido.

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