Sábado, 25 de diciembre de 2010 | Hoy
Por Mariano Ribas
Allí está Tracy Caldwell Dyson mirando a su planeta desde la flamante “cúpula” de la Estación Espacial Internacional. El mejor balcón a la Tierra jamás construido. Tracy, suspendida en la ingravidez, contempla, piensa y se emociona ante el más poderoso de los paisajes. Es una foto maravillosa. Esa clase de fotos que primero pegan por la belleza de lo evidente y que inmediatamente después nos erizan la piel por la belleza de lo sugerido. Home from Above fue tomada a fines de septiembre, y ya se la considera una de las postales más hermosas y significativas de este ya casi medio siglo de epopeya humana en el espacio cercano (en apenas unos meses se cumplirán 50 años del histórico viaje orbital de Yuri Gagarin). Por todo lo anterior nos fue muy sencillo elegir la foto de tapa para esta edición especial (y espacial) de Futuro. No fue tan fácil, en cambio, armar todo el resto de esta galería astronómica de fin de año, que compartiremos y comentaremos. Pero valió la pena. Bucear entre cientos y cientos de imágenes tomadas por supertelescopios terrestres y espaciales, sondas interplanetarias y hasta simples cámaras apuntando al cielo, es una tarea gratificante de por sí. Cada una nos habla de un suceso, un descubrimiento, un novedoso punto de vista, o una vuelta de tuerca superadora de lo que ya conocíamos. Y bien: aquí están las fotos elegidas de 2010. Asomémonos, pues, a estas nuevas y reveladoras ventanas al Universo.
Al caer la tarde del pasado 11 de julio, mientras España y Holanda definían la final de la Copa del Mundo, miles de personas fueron testigos del mayor espectáculo de la astronomía a simple vista: un eclipse total de Sol. La “Franja de la Totalidad” pasó serpenteando por el Sur del océano Pacífico, tocó la Isla de Pascua y finalizó en el extremo sudoeste de Santa Cruz (en el resto de la Argentina, el eclipse solar fue parcial, ver Futuro 17/7/10). Y fue justamente allí, en las cercanías de la ciudad de El Calafate, donde Janne Pyykko tomó la que muchos consideran la mejor foto de un eclipse total de Sol de todos los tiempos. Dado que la parte central del fenómeno ocurriría a apenas un grado sobre el horizonte, Janne trepó, con cámara y trípode, hasta un punto ubicado a 400 metros de altura por encima del nivel del lago Argentino. Y desde allí alcanzó a ver, y a fotografiar (con autodisparador, para entrar ella misma en el cuadro), el abrazo del Sol y la Luna, arañando los Andes. Nada que agregar.
Pasamos del mayor espectáculo astronómico de 2010 a un aniversario bien redondito: el 2 de noviembre, la cada vez más grande y compleja Estación Espacial Internacional (ISS) cumplió 10 años ininterrumpidos con sucesivas tripulaciones a bordo (aclaración: el primer componente de la ISS, el módulo ruso Zarya, fue colocado en órbita a fines de 1998. Pero pasaron dos años antes de que recibiera a su primera tripulación: los cosmonautas Sergei Krikalev y Yuri Gidzenko, y el astronauta Bill Shepperd). Desde sus comienzos, la ISS ha ido creciendo en tamaño y complejidad gracias a continuas misiones de los transbordadores espaciales, de la NASA y las ultraconfiables naves rusas Soyuz. Y hoy en día, la ISS es una mole de casi 100 metros de largo y cientos de toneladas de peso. Tiene una suerte de esqueleto central en el que se han acoplado módulos, laboratorios, nodos de enlace y hasta un brazo mecánico. Y, por supuesto, enormes paneles solares (de 80 metros de largo), que se ubican en ambos extremos de esta superestructura.
Como su nombre lo indica, la ISS es un emprendimiento científico multinacional liderado por la NASA, la Agencia Espacial Federal Rusa (RKA) y la Agencia Espacial Europea (ESA), aunque también participan países como Japón, Canadá y hasta Brasil. Esta avanzada humana en el espacio –que ya ha superado a la mítica MIR soviética– orbita a la Tierra a unos 360 kilómetros de altura, y da una vuelta al planeta cada hora y media. La foto que aquí les presentamos fue tomada el 20 de febrero por la tripulación del transbordador Endeavour. Si bien resulta un poco difícil asegurarlo –dadas las repetidas demoras que ha sufrido su montaje–, la ISS estaría terminada en 2011.
¿Dos puntitos en una pobre imagen en blanco y negro? Evidentemente esta foto es, por lejos, la menos vistosa de esta colección anual. Pero si contamos de qué se trata, la cosa cambia de golpe: esos dos puntitos son la Tierra y la Luna, vistas a más de 180 millones de kilómetros de distancia. La imagen fue tomada el 6 de mayo por la Cámara de Campo Amplio de la sonda espacial Messenger (NASA). En realidad esta nave, lanzada en 2004, tiene como objetivo a Mercurio. De hecho, en estos últimos años, ya ha realizado tres sobrevuelos cercanos al planeta. Sin embargo, su misión principal se cumplirá recién en marzo de 2011, cuando intente colocarse definitivamente en la órbita de aquella “bola de hierro”, envuelta por una corteza rocosa.
Un detalle nada menor sobre la foto: en realidad lo que la Messenger estaba haciendo al tomar esta y muchas otras imágenes era buscar hipotéticos “vulcanoides”, cuerpos menores del Sistema Solar, cuyas órbitas se ubicarían entre el Sol y Mercurio. El hecho de que la Tierra (y la Luna) hayan entrado en cuadro, muy al fondo, no fue más que una saludable “yapa” en esta curiosa pesquisa.
A diferencia de lo que venía ocurriendo en años anteriores, 2010 no fue un buen año en materia de cometas brillantes cruzando los cielos terrestres. Y quizá lo más rescatable sea la modesta aparición del Hartley 2, que apenas llegó a verse a ojo desnudo durante la segunda mitad de octubre. En la mitad izquierda de esta doble postal lo vemos pasando cerca –en apariencia, claro– del famoso “Doble Cúmulo de Perseo”, dos familias de estrellas, a 7 mil años luz del Sistema Solar. La foto es muy bonita y fue tomada con un telescopio. Pero lo que verdaderamente le otorga al Hartley 2 el título de “cometa del año” es la otra mitad de la postal: esa especie de maní cósmico es el núcleo del cometa, despojado de todos sus ropajes de gas y polvo, fotografiado por la misión Epoxi de la NASA. Un masacote de hielo y roca de apenas 2 kilómetros de largo que, debido al calor solar, sublima parte de sus gélidos materiales, lanzando al espacio furiosos chorros de gas y polvo. Así, el Hartley 2 se sumó al selecto puñado de cometas que han sido visitados (y fotografiados) muy de cerca por sondas espaciales.
Salimos del Sistema Solar, viajamos 7500 años luz y, gracias a la penetrante mirada (visible e infrarroja) del Telescopio Espacial Hubble, nos hundimos en las entrañas de uno de los objetos más impresionantes de los cielos australes: la Nebulosa de Carina (observable en la constelación austral del mismo nombre). En este primerísimo plano vemos la “cima” de una suerte de montaña de gas y polvo de unos 3 años luz de alto. Un “pilar” colosal y opaco en cuyo interior se están gestando nuevas estrellas. Y son esas mismas jóvenes estrellas las que, mediante su poderosa luz ultravioleta y sus vientos estelares (corrientes de partículas cargadas), están erosionando y modelando esta magnífica estructura cósmica. Los colores que aquí vemos corresponden a diferentes gases: predominan claramente el hidrógeno y el nitrógeno (verde-amarronado), y luego oxígeno (azul) y azufre (rojo). Esta foto fue tomada a comienzos de febrero, y fue publicada unos meses más tarde, celebrando el 20º aniversario del Hubble.
Otra vez el viejo y querido Hubble. Y otra vez la misma región del cielo: la constelación austral de Carina. Pero en este caso miramos casi 3 veces más lejos: a unos 20 mil años luz del Sistema Solar se encuentra NGC 3603, uno de los tesoros más preciados de la Vía Láctea. Se trata de un fabuloso cúmulo abierto de estrellas, jóvenes y extremadamente calientes y luminosas. Soles azulados de unos pocos millones de años, con temperaturas superficiales de decenas de miles de grados. Tal como vemos, esta magnífica familia de estrellas aún se encuentra rodeada de gigantescas masas de gas y polvo. Ni más ni menos que la materia prima que les dio origen. La profunda cavidad en el gas y polvo circundantes confirma, una vez más, la poderosa acción erosiva de la radiación ultravioleta y los vientos estelares. Esta imagen, que combina luz visible e infrarroja, nos muestra a NGC 3603 con un nivel de detalle sin precedentes. Y si bien fue tomada a fines de 2009, se publicó este año.
La galaxia de Andrómeda (o M31) es uno de los máximos iconos de la astronomía. Situada a casi 3 millones de años luz de la Vía Láctea, Andrómeda es prácticamente nuestra hermana gemela: una clásica “galaxia espiral barrada” de más de 100 mil años luz de diámetro, formada por unos 400 mil millones de estrellas. Habitualmente estamos acostumbrados a ver fotos de M31 en luz visible. Por eso esta postal puede resultarnos por demás extraña. Y se entiende porque lo que aquí vemos es una versión de Andrómeda en luz ultravioleta. La de mayor resolución en su tipo jamás lograda. Se trata de un megamosaico de más de 300 imágenes individuales tomadas por el satélite Swift de la NASA (un aparato lanzado en 2004, que orbita a la Tierra a 600 km de altura). A diferencia de las fotos convencionales, esta flamante y exótica panorámica de Andrómeda resalta especialmente las regiones dominadas por estrellas muy masivas, calientes y luminosas. Aquellas que, justamente, emiten mucha luz ultravioleta.
En 1785, William Herschel, el descubridor de Urano, tropezó con una pálida manchita de luz en plena constelación de Virgo. Ya en el siglo XX se supo que, en realidad, aquella “manchita” eran dos galaxias espirales, muy apretadas, perdidas a una distancia de 90 millones de años luz. Se las conoce como NGC 5426 y NGC 5427. Ambas protagonizan una dramática danza gravitatoria, que se extenderá por decenas de millones de años más. Y que, probablemente, termine con la fusión de ambas. Lo que aquí vemos es un fotograma de esa larguísima película. Una imagen exquisita que muestra claros signos de interacción entre ambas galaxias. Y que fue tomada este año por el Telescopio de Nueva Tecnología (NTT), uno de los colosos ópticos europeos, instalados en el formidable Observatorio de La Silla, en la montañosa y desértica región de Atacama, Chile.
Empezamos aquí nomás, con Tracy Caldwell Dyson contemplando a la Tierra desde la Estación Espacial Internacional. Y ahora, para terminar, y nuevamente de la mano del Hubble, nos vamos lo más lejos posible: esta panorámica “multilongitud de onda” (luz visible, infrarroja y ultravioleta), publicada por la NASA en enero, es una suerte de “túnel” que se hunde en un mar de galaxias, cada vez más distantes, hasta llegar, allí al fondo, a la “pared” del universo observable. Créase o no, la porción de cielo que muestra esta foto tiene apenas una fracción del tamaño que ocupa la Luna. Y muestra 7500 galaxias: las que se ven en primer plano, están a mil o dos mil millones de años luz. Son galaxias relativamente “modernas”, porque al estar a esa distancia su luz ha tardado ese tiempo en llegar hasta nosotros (y en consecuencia las vemos como eran por entonces). Más “atrás” asoman galaxias cuyas siluetas ya aparecen más pequeñas y confusas, ubicadas a 3, 4 y 5 mil millones de años luz. Las imágenes de algunas de ellas son tan viejas como todo el Sistema Solar. Todavía más lejos, pero aún mostrando ciertos rasgos que las identifican, se ven galaxias de distancias y edades “medianas”: a 7 u 8 mil millones de años luz.
Y muy en el fondo del “túnel”, y ya casi imperceptibles, aparecen ínfimos manchoncitos rojizos. Casi puntitos. Cuando se analizó espectralmente su luz, y se tomó en cuenta su grado de “corrimiento al rojo”, resultó que se trataba de objetos situados a 12 y 13 mil millones de años luz. Son las galaxias más lejanas y primitivas que puedan verse. Mirar galaxias situadas a 13 mil millones de años luz es verlas como eran en aquellos tiempos en que el Universo apenas comenzaba a gatear. Sin exagerar ni un gramo, ésta es la imagen astronómica más profunda y detallada de todos los tiempos. Y ahora sí cerramos nuestra última ventana al Universo. Y, por supuesto, ya mismo comenzamos a soñar con las que se nos abrirán el año próximo.
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