FINAL DE JUEGO
› Por Leonardo Moledo
–Bueno –dijo el Comisario Inspector–, hay buenas noticias que nos llegan desde Córdoba: se abre un posgrado en Periodismo científico. Estoy seguro de que me van a invitar a dictar alguna materia.
–Seguro –le dije– ciencia policial o algo así.
–No bromee con eso –dijo el Comisario Inspector–, la ciencia participa de muchos recursos de lo policial; es una búsqueda racional, razonada, razonable.
–Mmmmm –le dije–, alguna vez tenemos que discutir si la ciencia es racional o no.
–Efectivamente, tenemos que discutirlo –dijo el Comisario Inspector–, pero además hay otra ligazón fuerte entre lo policial y lo científico, o si usted quiere, entre la ciencia y el delito. Esto ya lo dije alguna vez.
–Creo que sí, por lo de la manzana y todo eso.
–Efectivamente, la ciencia y el conocimiento surgen de cometer un acto prohibido como el de comerse esa manzana.
–Bueno, pero eso es en la tradición judeo-cristiana.
–No crea –dijo el Comisario Inspector–. En todas las tradiciones y las culturas, por ejemplo, el fuego, que bien puede tomarse como un puntal, o una representación de conocimiento, es robado. Nunca es descubierto por los hombres: siempre es robado, a los dioses, o a los animales, o a los diferentes trasgos y figuras míticas de cada mitología.
–Prometeo –dije.
–Efectivamente –pero no sólo Prometeo. Es natural, entonces, que la religión y el conocimiento choquen una y otra vez, debido a ese delito inicial.
–Lo que no se entiende muy bien es por qué –dije–. ¿Qué le molestaba a Jehová que Eva se comiera la manzana? ¿Qué le podía pasar?
–Bueno, la historia demuestra lo que le podía pasar –dije–. Al fin y al cabo, la ciencia lleva directamente al ateísmo.
–Como ateo, pienso como usted –dijo el Comisario Inspector–, pero por ejemplo, Jehová se podría haber reservado los primeros principios, los axiomas de la realidad, y bueno, que los hombres se ocuparan de la ciencia, que de todos modos estaría construida sobre él. Y si algo no le gusta, cambia los primeros principios y listo.
–Bueno –dije–, ese es el meollo de la cuestión, lo que se discutió tanto en la Edad Media, cuando el aristotelismo empezó a tallar. ¿Puede dios cambiar los primeros principios, o éstos son previos a él en el sentido lógico? Ese es el dilema de Pedro Damián, que opta por decir que sí, que dios puede hacer lo que se le dé la gana con los primeros principios: puede hacer que Roma no haya sido fundada a pesar de que fue fundada.
Pero, en fin, lo que yo quería decir es que necesariamente me tienen que nombrar profesor de ese posgrado.
–Veremos –dije–, porque yo estoy en el concejo académico. En unos días le digo.
–Si yo no estoy, ese posgrado será siempre incompleto –dijo el Comisario Inspector– y puesto que se nos acaba el espacio, y en cierta medida el tiempo, dejemos las cosas aquí.
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