NUEVAS REVELACIONES SOBRE LA SORPRENDENTE LUNA DE SATURNO
No hay cuerpo celeste que escape de la obsesionante búsqueda de vida, como si la vida en nuestro planeta hubiera sido todo un éxito, considerando que el hombre forma parte de ella. Pero qué se le va a hacer. Es lo que hay. Y ahora es el turno de Encelado, la luna de Saturno. Por el bien de Encelado, es de desear que, si hay vida, no pase de los microbios.
› Por Mariano Ribas
Las evidencias se siguen apilando. Y los astrónomos están cada vez más convencidos: Encelado, una pequeña y preciosa luna de Saturno, tendría grandes masas de agua líquida, ocultas debajo de su blanca corteza de hielo. Quizás un océano global, al mejor estilo de Europa, la famosa luna de Júpiter. Todo comenzó hace apenas unos años, cuando la sonda espacial Cassini (NASA/ESA) observó ciertos gases flotando sobre Encelado. El asunto tomó color poco después, cuando la misma nave detectó y fotografió, varias veces, potentes chorros de vapor de agua y cristales de hielo brotando desde la gélida superficie del satélite. Verdaderos géiseres extraterrestres. Ahora, nuevamente, Encelado está dando que hablar. Nuevas observaciones y nuevos datos, provenientes de recientes sobrevuelos de la Cassini, dan mayor respaldo a una asombrosa posibilidad: tal vez, aquel lejano rincón del Sistema Solar, esconda un escenario apto para la vida.
Desde hace unos años, Encelado se ha sumado a la selecta lista de “prioridades” en la exploración espacial. Una lista que comparte con verdaderos pesos pesados, entre ellos, Marte, Europa y Titán (lunas de Júpiter y Saturno, respectivamente). Son los mundos científicamente más interesantes y prometedores de nuestra comarca solar. Por varias razones. Entre ellas, por ser potenciales nichos biológicos, pasados, presentes o futuros. La verdad es que, comparado con aquellos mundos, Encelado es un pobre pequeñito de apenas 500 kilómetros de diámetro. Y nadie esperaba mucho de esta lunita de hielo, cuya superficie, en promedio, está a unos 200 grados bajo cero. De hecho, otros cuerpos similares, como Mimas (otra luna de Saturno, apenas mas pequeña), parecen estar geológicamente muertos.
Pero de pronto, a comienzos de 2005, la sonda Cassini (que desde 2004 está orbitando al sistema saturnino) descubrió que Encelado tiene una delgadísima atmósfera, formada por trazas de oxígeno y vapor de agua. No era poco. Aunque el gran batacazo llegó unos meses más tarde: al sobrevolar la región polar austral de Encelado, los sensores y espectrómetros de la Cassini detectaron grandes chorros de vapor de agua y cristales de hielo, que se elevaban cientos de kilómetros hacia el espacio. Pura furia criovolcánica, que fue fotografiada poco más tarde, dejando boquiabiertos a los geólogos planetarios. “Todos esperábamos que este pequeño mundo fuera una simple bola de hielo, fría, muerta, nada interesante... pero fuimos sorprendidos por Encelado”, dice Dennis Matson, del Jet Propulsion Laboratory de la NASA (en Pasadena, California), el centro de control de la misión.
Tal como pudo comprobar la Cassini desde 2005 hasta hoy, los helados géiseres de Encelado no brotan de cualquier punto de su mayormente suave y poco cratereada superficie (un signo de su relativa juventud geológica y de la renovación de su corteza) sino de puntos muy específicos situados en unas grandes grietas que recorren la zona sur del satélite. Unas estrías de decenas de kilómetros de largo (e incluso, más), que los científicos han bautizado, informalmente, “rayas de tigre”. Al parecer son el resultado de procesos de tectónica: grietas que se abren en la corteza, y desde donde afloran materiales del interior de Encelado. Entre ellos, los sorprendentes géiseres. Todo encaja muy bien: la sonda de la NASA y la ESA descubrió que es justamente en la región austral, allí donde están las “rayas de tigre”, donde se registran las mayores temperaturas de Encelado: unos 190 grados bajo cero. Y que las propias rayas son mucho más “calientes” aún: hasta 80 grados bajo cero. Evidentemente, allí pasa algo.
Todo apunta en la misma dirección: debajo de su coraza de hielo (agua congelada), Encelado esconde depósitos de agua líquida, a decenas o cientos de metros de profundidad. Según Matson y otros expertos, esos depósitos de agua estarían a una temperatura cercana a 0ºC. Pero además, y tal como han demostrado el análisis de los géiseres, se trata de agua que, entre otras cosas, contiene varios gases disueltos. Como la densidad de esta “agua gaseosa” es menor a la del hielo, “ese líquido asciende rápidamente, y aunque mayormente se va desparramando hacia los lados, una parte se amontona en cámaras sub-superficiales, acumula presión, y luego estalla a través de pequeños orificios en la superficie”, explica Matson.
A esta altura, claro, alguien podría preguntarse de dónde saca Encelado el calor necesario para tener agua líquida debajo de su corteza. La respuesta estaría en la gravedad. Pero no en la propia, que es poca, sino en la de Saturno, que es mucha: en cada órbita alrededor del planeta gigante –que dura un día y medio de los nuestros– la gravedad de Saturno estira y contrae a Encelado, en una y otra dirección. Y en ese tira y afloja, que genera fricción, el núcleo de la luna se calienta. El efecto se vería aún más reforzado por la interacción gravitatoria con su vecina, Dione, otra luna de Saturno, pero bastante más grande.
Hay mucha agua escondida debajo del manto helado de Encelado. Quizás un océano global. Pero además de gases disueltos, esa agua está “sucia”: los sobrevuelos de la Cassini en 2007 y 2008, revelaron que las “plumas” eyectadas por Encelado tienen un amplio repertorio de moléculas orgánicas, como metano, propano, acetileno, y otros hidrocarburos. Más aún, en sus dos visitas más recientes (el 30 de noviembre y el 21 de diciembre de 2010), la nave confirmó la detección de sales de sodio y de potasio, atrapadas en las partículas de hielo de las “plumas”.
¿Océanos salados y orgánicos? ¿Por qué no? La cosa se pone verdaderamente interesante. “Encelado reúne muchos de los requisitos necesarios para la vida: creemos que tiene un océano de agua líquida, materia orgánica, sales, y una fuente de calor”, dice Larry Esposito, un astrónomo planetario que trabaja en el equipo de la Cassini. Y para dejar las cosas aún más claras, agrega: “Es más, aquí en la Tierra, conocemos organismos que viven en ambientes muy similares”.
Encelado... quién lo hubiera dicho. Quizás, a más de mil millones de kilómetros de la Tierra, la vida tenga su chance. Allí, bien escondida, dentro de una preciosa bola de hielo.
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