Sáb 05.03.2011
futuro

Final de juego

› Por Leonardo Moledo

–Veo que hablan muy bien de usted –dijo el Comisario Inspector.

–No tanto –dije.

–Pero mire el espacio que le dedicaron. Además, está llena de elogios.

–Más o menos –dije–, hablan muy bien del libro, o más o menos bien, pero no lo compara, por ejemplo, ni con la Ilíada, ni con la Divina Comedia, ni con el Quijote. Lo relega a un segundo plano frente a esas obras, cuando yo considero que debería ocupar el podio con ellas.

–Ah –dijo el Comisario Inspector–, ya veo.

–Seguro que el que lo escribió es un antirrealista que conoce su posición al respecto.

–Bueno –dije–, pero yo soy un realista moderado.

–¿Y eso qué quiere decir? –dijo el Comisario Inspector–, ¿que las cosas de la ciencia existen a medias? ¿Que los términos teóricos existen sólo un poco, o que existen un poco sí o un poco no?

–Bueno –dije–, no es que existan a medias. Sólo digo que algunos términos teóricos existen y otros no existen, son puros inventos para que las explicaciones cierren.

–¿Por ejemplo?

–Por ejemplo... a ver... yo estoy convencido de que los átomos existen, pero no sé si una enfermedad existe, a menos que tenga un agente causal puro.

–¿A ver cómo es eso? –dijo el Comisario Inspector–. Usted sabe que la polémica del realismo tiene en ascuas a la policía. En especial, porque el término teórico por excelencia es el delito. Y hay quienes dicen que existe y hay quienes dicen que no.

–Ya veo –dije–. Bueno, le decía que estoy convencido de que los átomos existen, pero tengo serias dudas sobre las enfermedades, o mejor, los así llamados “síndromes”.

–¡Pero qué! –dijo el Comisario Inspector–. ¿Usted piensa que el síndrome de estrés no existe? ¿Qué no hay gente estresada?

–No, no, yo no digo que no haya gente estresada, sólo que el estrés no es una enfermedad real, como la viruela o la tuberculosis, que tienen un bacilo que las causa.

–Pero el estrés también tiene causas.

–Muchas –dije–, uno puede suponer que hay infinitas causas, de las cuales usted toma un conjunto finito, y a eso lo definen como síndrome. Y luego se agregan nuevas causas y se hace otro recorte, y el así llamado estrés cambia.

–Bueno –dijo el Comisario Inspector–, pero una cosa muy parecida pasa con la teoría de la gravitación newtoniana. Vino Einstein, y cambió la ley de gravitación.

–Eso es falso –dije–, la relatividad no descarta la ley de gravitación, sino que la afina. Es como sacarle un decimal más a la realidad.

–Acepto –dijo el Comisario Inspector–. pero por ejemplo el éter, que al final resultó inexistente, fue un artículo de fe durante cuatro siglos o más, si nos remontamos a Aristóteles. Es decir, era un término teórico, central en cualquier teoría. Y no existe. Sin embargo, da la pauta de que cosas como los átomos, que usted dice que existen, también podrían ser una fantasía racionalista. En ese sentido, es lo mismo que el delito. ¿existe el delito o es una forma de hablar? Yo creo esto último.

–Mire –dije–, la cosa se está poniendo interesante y creo que deberíamos discutir un poco más sobre la consistencia del delito, pero estoy con pocos ánimos, porque el comentarista de mi libro no lo comparó con la Ilíada. Podría haberlo comparado, por lo menos, con la Odisea. Y además, se está acabando el espacio, y Juan Carlos, el diagramador, nos va a matar. La seguimos otro día.

–Perfecto –dijo el Comisario Inspector–. Hasta otro día.

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