Sábado, 19 de marzo de 2011 | Hoy
ANIMALES GIGANTES Y HOMBRES PEQUEñOS DE MILES DE AñOS
Entre Australia y el rincón sudeste del continente asiático hay miles de islas. Una de esas islas, repleta de montañas y vegetación, tiene un pasado digno de una novela de Julio Verne o de una película clase B de los años ’40. Se trata de la isla de Flores, perteneciente a Indonesia.
Por Martin Cagliani
La isla saltó a la fama en 2004 porque en una de sus cuevas se descubrió una especie humana tan distinta de nosotros y tan reciente que generó un debate intenso durante años en el mundo paleoantropológico. A este humano de hace 18 mil años que no pasaba el metro de altura sus descubridores lo apodaron el Hobbit de Flores, en honor a esos humanos del tamaño de niños de El señor de los Anillos, la obra de J. R. R. Tolkien llevada al cine hace pocos años.
Pero la extraña isla de Flores no sólo es rara por haber albergado a un humano diminuto. En ella también han coincidido en espacio y en tiempo elefantes enanos, lagartos enormes, cigüeñas de dos metros de altura y ratas gigantes. Una imagen digna del cine hollywoodense.
Lo que se conoce sobre el pasado de la isla de Flores proviene principalmente de una cueva llamada Liang Bua, que comenzó a ser excavada en 1965, pero los descubrimientos que mostrarían que la isla es una rareza evolutiva comenzaron a aparecer en 2001.
El Hobbit de Flores, u Homo floresiensis, que en su etapa adulta tenía poco más de un metro de altura, es una más de esas rarezas evolutivas que se encuentran en la isla. Se cree que hace al menos unos 800 mil años llegó el primer humano a la isla, seguramente un Homo erectus, una de las especies humanas más altas, que llegaba a medir 1,80 metro. Lo que sucedió en Flores fue que ese antiguo humano sufrió un proceso evolutivo conocido como enanismo insular.
Es un proceso que se ve en especies animales que habitan ambientes cerrados y de tamaño pequeño, generalmente islas. Este proceso los lleva a adaptarse a la limitación de los recursos, y la mejor adaptación en esos casos es reducir el tamaño corporal.
Hay muchos ejemplos de este proceso en diversas partes del mundo, pero lo extraño de Flores es que también hay animales que han aumentado mucho de tamaño, como las ratas gigantes. Este es otro tipo de proceso evolutivo, conocido como gigantismo insular. En este caso sucede lo inverso, animales que en el continente son pequeños, en los espacios cerrados tienden a crecer en tamaño, ya sea por ausencia de depredadores o porque sus presas son grandes.
A los paleontólogos se les plantea un problema: ¿por qué hay tantas estrategias evolutivas dispares en la isla de Flores? Recientemente se habló en diversos medios de las cigüeñas de dos metros de altura que se comían a los humanos diminutos de Flores. Esto, obviamente, es un invento de la prensa. Ni los hobbits se la pasaban aterrados corriendo de semejantes criaturas, ni ellas se interesaban en comerse a criaturas que bien podrían matarlos.
Pero este descubrimiento llevó a ver que casi cada una de las especies que vivieron en la isla de Flores en la época de los Homo floresiensis eran inusuales. Si uno paseaba por sus selvas, valles y montañas, podría ver a los elefantes enanos conocidos como Stegodon florensis insularis, tres veces más chico que uno de hoy en día; o a las ratas gigantes que todavía hoy viven en la isla, que alcanzan los 70 centímetros de largo, de la nariz a la cola; también tenemos al dragón de Komodo, que vivía en aquellos tiempos y actualmente, lagarto que alcanza los tres metros de largo, y a la cigüeña descubierta hace poco, la Marabou, que alcanzaba los dos metros de altura y era tan maciza que no podía volar.
Lo interesante es que en la isla de Flores hay otro yacimiento paleontológico muy completo que se llama Mata Menge, con 800 mil años de antigüedad. O sea, mucho más antiguo que el otro, Liang Bua. Esto permite ver a los paleoantropólogos que no sólo todos esos animales estuvieron durante al menos 800 mil años conviviendo en la isla, sino que muestra que pocas especies nuevas arribaron a la isla en ese período.
Esto permite comprender la baja diversidad en especies de la isla, y confirma que era muy difícil llegar allí, al menos desde unos 800 mil años hasta el presente.
La fauna inusual de la isla de Flores no era exactamente la que se pudiese encontrar en otro sitio. Los animales que llegaron allí eran sólo aquellos capaces de cruzar las barreras del océano. Una vez en la isla, todos cambiaron por el aislamiento.
Pero el especializarse tanto para poder sobrevivir también los hacía vulnerables a la extinción. Por ejemplo, tanto el Hobbit como el elefante enano se extinguieron entre 19 y 18 mil años atrás. Una fecha que coincide con una erupción volcánica importante, que sin embargo no afectó ni al dragón de Komodo ni a las ratas gigantes.
Esto muestra que cada especie que llegó a la isla de Flores cambió su adaptación al medio, y se especializó tanto para poder sobrevivir, que pequeños cambios en su ambiente podían extinguir especies enteras.
El caso de la cigüeña gigante es otra rareza. No se volvió enana como el Hobbit y el stegodon, ni tampoco gigante como el dragón de Komodo o la rata, sino que se adaptó a una forma terrestre muy rara.
Hay muchas aves que perdieron su habilidad de volar a favor de una adaptación a un ambiente diferente. Puede ser el ejemplo del ñandú o del pingüino. El caso de la cigüeña gigante parece ser otro más, ya que sus huesos eran tan robustos que el ave habría sido muy pesada para volar. Sin embargo, en el continente había cigüeñas igual de altas, pero menos robustas y que sí podían volar.
Gracias al estudio de la cigüeña gigante se puede comprender la rareza de la isla, ya que todos cambiaron para adaptarse de una forma extraña a su llegada a la isla. La cigüeña se hizo maciza al grado de no poder volar, seguramente como una forma de lidiar con el menú de la isla.
En Flores no había mamíferos grandes que fuesen los depredadores ubicados en lo más alto de la cadena alimentaria. Estaban los dragones de Komodo, pero tampoco eran grandes cazadores. Al faltar grandes depredadores, las ratas se hicieron abundantes. Realmente un paraíso para un ave acostumbrada a comer carroña y cazar de vez en cuando como las cigüeñas gigantes.
Esto podría haber hecho, a la vez, que las ratas se hicieran cada vez más grandes y las cigüeñas gigantes se volviesen tan robustas y fuertes como para no poder volar.
El Hobbit de Flores seguramente se habrá visto amenazado por criaturas como la cigüeña gigante o el dragón de Komodo. Si bien no hay evidencia alguna de que se haya convertido en su presa, no se lo podría descartar, ya que en otros sitios como Africa se tienen pruebas de que humanos pequeños de hace millones de años eran cazados y devorados por depredadores de menor tamaño que los que veía a diario el Hobbit.
Sin duda la hoy paradisíaca isla de Flores debe haber sido un lugar complicado para vivir en tiempos de nuestro diminuto pariente, al grado de que todas las especies estaban en constante peligro de extinción por tener poca población y por estar demasiado especializadas a su entorno.
Nuestros pequeños parientes se las deben haber visto difíciles, del mismo modo que Frodo y Sam entre los orcos, trolls y olifantes de la Tierra Media. Quién sabe, tal vez Hollywood llegue a conocer la extraña historia de la isla de Flores y la lleve al cine a todo trapo y en 3D.
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