Sábado, 2 de julio de 2011 | Hoy
PARA ENTENDER “LA NUBE” HAY QUE ENTENDER INTERNET
La red de redes tiene cada vez más lugar en nuestras vidas a pesar de que no entendamos del todo cómo funciona ese circuito de información. Y probablemente nuestra comprensión de las herramientas digitales es inversamente proporcional al crecimiento de ese mundo virtual llamado Internet o “la nube”.
Por Ricardo D. Goldberger
Cuenta una antigua leyenda urbana que un periodista le pidió a Einstein que le explicara la Teoría de la Relatividad. Después de una breve exposición, el periodista dijo que no entendía. Einstein, que no se caracterizaba por ser paciente, intentó dos veces más que el sujeto lo comprendiese, sin éxito. Finalmente le dijo: “Si su secretaria está sentada en sus rodillas, una hora le va a parecer un minuto. Si usted está sentado sobre un cactus, un minuto le va a parecer una hora”.
–Ahora sí lo entendí –aseguró el periodista.
–Bueno, pero eso no es la relatividad –repuso, ofuscado, el científico.
Más allá de si esta anécdota es verdadera o no, algo parecido sucede con Internet. Cuando uno trata de explicar qué es, se embrolla una y otra vez.
Ahora resulta que apareció un nuevo concepto que está difundiéndose cada vez más entre las empresas, los estudiosos de la red, los profesionales de sistemas y todos los que están de alguna manera relacionados: la nube. Si no entendemos qué es Internet, menos vamos a entender la nube.
Internet ocurre como en dos mundos.
En el mundo real, es una amplia red global de redes de computadoras conectadas entre sí. Una red puede ser tan pequeña como un solo celular o tan grande como un centro de datos entero. Muchos celulares, muchas PC, muchos servidores, cada vez más tablets, cuando se interconectan entre sí, son Internet.
La información corre a velocidades casi lumínicas entre computadora y computadora (o entre nodo y nodo, como les gusta decir a los tecnólogos). Los equipos están permanentemente conectados entre sí mediante protocolos, algo así como el “manual de instrucciones” de la conexión. Si algún circuito de computadoras se cae, estos protocolos hacen que la información tome algún circuito alternativo, pero tarde o temprano llegue a su destino. O sea, cuando uno abre una ventana de un navegador, lo que en realidad hace es pedirle información a otra computadora ubicada vaya uno a saber dónde, esa información “baja” y nosotros la visualizamos como una página web, un video o una foto.
Hasta aquí el mundo real. Es en el mundo virtual donde la cosa se complica.
Para entendernos mejor: Internet real es una cáscara, un continente, un envase dentro del cual transcurre el contenido, la Internet virtual o, como se va a decir cada vez más, la nube.
Ese fárrago de ceros y unos, bits y bytes que conforma la información que transcurre dentro de los canales de Internet, va recibiendo distintas formas de acuerdo a qué tipos de datos se transmiten y qué tipo de programas los utilizan.
Internet es una plataforma y cada una de sus distintas funciones son servicios. Así, un cliente de email (que nosotros instalamos en nuestra PC) permitirá enviar y recibir correo electrónico; pero también lo hará un navegador que nos permite entrar en Gmail, Hotmail, Yahoo o cualquier otro servicio de webmail. El servicio de correo electrónico está en la nube, o sea, no sabemos, ni nos importa saber, en qué servidor, computadora o centro de datos está. Lo importante es que cuando quiera mandar un email haya un servicio disponible para hacerlo.
El correo electrónico es un servicio, con variantes como las listas de correo y los foros; otro es el intercambio de archivos, ya sea de un servidor a otro (FTP) o de un usuario a otro (P2P); otro más es el de transmisión (streaming) de video y hay muchos más. Los programas que usan esos servicios se llaman aplicaciones y pueden estar instaladas en nuestra computadora (un cliente de correo, un reproductor de video) o en la nube (o sea, a la que accedemos a través de nuestro navegador de Internet o browser).
Como sucede con todos los buenos autores de ciencia ficción, varias de sus anticipaciones se hicieron realidad. Desde que William Gibson, el autor de Neuromante, “creó” el ciberespacio, tradicionalmente se lo ha identificado con Internet. Para Gibson es posible vivir en el ciberespacio. Nuestra traducción un tanto caprichosa sería: “¿es posible vivir en la nube?”
La mayor parte de las empresas involucradas con el negocio de Internet no sólo lo creen, sino que hacen todo lo posible para que nosotros lo creamos.
Para eso se desarrollaron las aplicaciones que nos permiten comunicarnos con otros como nosotros, compartir intereses comunes, discutir, debatir e intercambiar opiniones, fotos, videos y documentos, entre otras cosas. Esas son las famosas redes sociales, de las que Facebook no es más que el modelo a seguir. Facebook, como Orkut, como Sónico, como Tuenti, como Linkedin son aplicaciones que nos permiten crear comunidades virtuales muy similares a las que crearíamos en el mundo real con los clubes de fans o los círculos literarios.
Además, nos proporcionaron las herramientas para que podamos crear y compartir nuestras propias producciones. Sacamos fotos o hacemos videos con nuestros celulares y los subimos a Flickr o a YouTube; de esa manera ponemos nuestro propio contenido a disposición de la comunidad de navegantes o, en las redes sociales, de nuestros seguidores (o “amigos” o “contactos” o como se llamen circunstancialmente). Podemos trabajar, gracias al correo electrónico, al intercambio de archivos, a las herramientas de colaboración que las empresas pondrían a nuestra disposición. Incluso ya hay torres virtuales de oficinas virtuales.
Las empresas, por su parte, están trasladando cada vez más sistemas a la nube. En los servidores de la compañía pueden habitar los datos de los empleados, pero la aplicación que los procesa, como para pagar sueldos, por ejemplo, está en la nube. No importa dónde. Hay una firma que le ofrece a otra el servicio de liquidación de sueldos y jornales. Años atrás, se imprimían planillas que se llevaban a una imprenta para hacer los sobres y ponerles el dinero adentro. Hoy es una base de datos virtual que se sube “a la nube” (a los servidores de la firma) y ésta se encarga de hacer las transferencias electrónicas correspondientes, a las cuentas bancarias de los empleados. Y todo sin tocar una sola moneda metálica o de papel.
Podríamos vivir virtualmente (o virtualmente vivir) en la nube de la que “bajaríamos” sólo para comer, dormir y satisfacer alguna que otra necesidad física. Compañías como Google o Microsoft nos impulsan a ello con sus iniciativas para almacenar todos nuestros datos, nuestras fotos, nuestros libros y nuestros etcéteras en la nube y alcanzarlos desde cualquier PC, celular o dispositivo con conexión a Internet.
Por suerte, todavía podemos elegir si lo hacemos o no.
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